La cancelación es el rechazo o boicot a una persona, grupo, celebridad, o empresa, retirándole todo apoyo por una acción que cometió.
Contraria al «crowd funding» en el que la multitud digital se vuelve benefactora de una causa, la cancelación es una especie de bullying grupal, un escrache digital en el que muchos se ponen de acuerdo para atacar o descalificar a una persona.
La frase proviene del inglés «cancel culture» o «cancelling» y comenzó a emplearse en 2015, ganando mayor popularidad a partir de 2018.
Como término, «cultura de la cancelación» tiene un peso negativo
Para varios autores, la cancelación se trata de una reacción excesiva ante hechos menores o problemas que se pueden manejar de otra manera.
También se la ha definido como un juicio apresurado ante acciones o situaciones que no son tan sencillas de resolver.
La cultura de la cancelación se practica principalmente en las redes sociales, especialmente desde Twitter e Instagram.
Comienza con activistas digitales que se sienten ofendidos e instan a no ver series de televisión de un determinado actor, no comprar productos de una marca, o hacer escrache digital o roast a un personaje público.
Y es que las redes sociales han dado voz omnipresente a los «guerreros del teclado» y a la «generación de cristal».
Los guerreros del teclado son personas que atacan desde la comodidad de las redes, detrás de una pantalla y un teclado, muchas veces con un pseudónimo.
La «generación de cristal» son personas que se ofenden por cualquier cosa.
La frase «Generación de Cristal» no debería tomarse como algo generacional. Quizá más correcto sería «gente de cristal», pues esas reacciones de extrema delicadeza y sensibilidad las vemos en personas de todas las edades hoy en día.
El mundo puede mejorar pero nunca será perfecto
Lo que empezó siendo una forma de alertar sobre comportamientos incorrectos se agudizó impulsado por movimientos como #MeToo.
Aunque el objetivo de este tipo de campañas de denuncia es que personas públicas asuman su responsabilidad, algunos casos son ataques a la reputación no justificados. Una cacería de brujas moderna en ocasiones con tan poco sentido como la inquisición.
Muchas veces el castigo es exagerado: se destruye una reputación, se termina con una carrera y en algunos casos, con una vida, pues algunas cancelaciones terminan con el suicido del cancelado.
Generación de cristal: muy dura al hablar y muy blanda al escuchar
Hasta 2014, cuando se hablaba de cancelación el término se refería a la terminación de una serie de televisión. Y aunque sucedieron cosas similares a la cultura de la cancelación por aquellos años, el término no se empleaba aún como se usa ahora.
El uso de «cancelación» creció, convirtiéndose en una palabra muy buscada en la web desde 2018.
En el año 2020 la connotación incluso es política. Fue en ese año que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, la llamó «la verdadera definición de totalitarismo».
La cancelación atenta contra distintos derechos: contra el derecho a un juicio justo, contra el derecho a la privacidad e incluso contra el derecho a pensar distinto.
La docente Lisa Nakamura de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, describe la cancelación como «un acuerdo para no amplificar, publicitar ni dar apoyo económico. Cuando privas a alguien de tu atención, le privas de su modo de ganarse la vida», manifiesta la profesora.
Además de los mensajes en los cuales se recrimina la posición sobre un tema, también se vierten en las redes sociales amenazas e insultos. Muchas veces son peticiones de despido, y a veces la persona criticada se somete al ostracismo y es desterrada digitalmente.
Es una condena pública que atenta contra los principios de la libertad de expresión y desata una especie de cruzada moral, a veces abanderada por personas no expertas en el área de lo que se juzga.
La cultura de la cancelación puede ayudar a los jóvenes a entender rápidamente qué se considera políticamente correcto y qué no. Y esto es una ventaja y una desventaja a la vez.
Por un lado pueden aprender rápido el código de conducta de la sociedad en la que se desenvuelven, por otro, tienen un arma poderosísima para ejecutar un castigo que no necesita juicio previo y muchas veces puede llevar a un veredicto equivocado o una condena exagerada.
Algunos estiman que cancelar a a alguien es como golpearlo en lugar de educarlo y decirle qué hizo mal.
Es importante ayudar a la gente a entender sus errores sin tener que insultarlos y execrarlos
La cultura de la cancelación ha creado una severa censura en Internet y provoca miedo a equivocarse en las redes sociales y a ser cancelados.
Además, puede afirmar falacias como que sólo importa la opinión de las masas o que la mayoría nunca se equivoca.
Si alguien piensa diferente o cometió un error hace años, su reputación puede ser destruida por un efecto mariposa que encienda la histeria colectiva de las hordas virtuales.
Actualmente, debido a los confinamientos por la pandemia del covid-19, muchos se la pasan en casa e invierten más tiempo sumergidos en las redes sociales. Esto ha derivado en muchas «cancelaciones» que seguramente no hubiesen sucedido en el mundo sin pandemia.
Varios creadores de contenidos en YouTube y TikTok han sido atacados por organizar fiestas en medio de la cuarentena. En Instagram hay numerosos perfiles reportados y clasificados como «covidiotas» por romper las medidas biosanitarias.
La cultura de la cancelación es un arma poderosísima para ejecutar castigos sin necesidad de juicio previo
La creadora de TikTok, Charli D’Amelio, subió a YouTube el video de una cena con su familia y el youtuber James Clark. A las hermanas D’Amelio no les gustó un platillo y Charli comentó que quería alcanzar los cien millones de seguidores tras llegar al primer millón. Esto no gustó a sus seguidores haciendo que en apenas unos días perdiera un millón de adeptos en TikTok.
Errores que no prescriben
Sucede que cualquier cosa que haya hecho o dicho una persona hace años en redes sociales puede ser usado en su contra fuera de contexto.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, pasó un mal rato por fotos que se tomó en 2001 con el rostro pintado de negro y las imágenes se consideraron racistas.
Todos cometemos errores y en las redes sociales la gente puede tomar algo del pasado y convertirlo en quien se es ahora.
Guerreros del teclado: los nuevos Torquemada
Los abanderados de la cultura de la cancelación suelen ser los llamados «guerreros del teclado». Personas que creen que pueden arreglarlo todo desde su cuenta de Twitter. Suelen asumir roles de paladines de la justicia, inquisidores en defensa de las minorías o de causas conservacionistas.
Cualquier comentario que se interprete como racista, homofóbico o discriminatorio, puede caer en manos de la policía de la cancelación.
Nos convertimos en el monstruo que tratamos de combatir
Por ser muchas veces rabietas de momento, nadie se detiene a pensar en lo incoherente de algunas de las motivaciones.
Por ejemplo, quienes van contra las corridas de toros. Muchas son personas que consumen carne de res, haciendo la vista gorda respecto al hecho de que los toros sufren peores maltratos y durante más tiempo cuando su destino final no es la faena taurina sino el frigorífico de una carnicería.
También están quienes defienden más a perros, gatos o cualquier especie animal con la que simpaticen, y obvian el daño que se hace a otras.
Similar a proteger a los delfines porque nos parecen tiernos e inteligentes y no tanto a los tiburones porque tienen fama de feroces.
Son señales claras de preferencias irracionales, solo basadas en que un animal nos parece más simpático que otro o una situación más cruel que otra.
Las personas que hacen cosas buenas también tienen defectos
El expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, advierte contra la cultura de la cancelación, afirmando que «las personas que hacen cosas buenas también tienen defectos. La gente contra la que están luchando podría amar a sus hijos y, saben, compartir ciertas cosas con ustedes».
Moral a la medida: mientras más fama tienes, más cancelable eres
La infidelidad es algo común, al igual que consumir pornografía, mentir y ser lascivos.
No quiere decir que sean buenas acciones ni maneras ejemplares de ser. Algunas son conductas reprobables, otras representan antivalores y otras son simplemente vicios.
El punto no es hacer una apología del pecado. Lo que hay que resaltar es que la importancia, e incluso la gravedad del pecado, se ven amplificadas por la fama y posición del pecador y por el ánimo de la multitud enardecida.
Si te conoce poca gente, eres menos cancelable. Si no vives de tu fama, de tus seguidores, si no eres una marca, es difícil que te cancelen porque no hay mucho que cancelar.
Sin embargo, pueden hacer de ti un meme, un chiste, una burla, y bajo esa lupa hasta los más anónimos han preferido desde desaparecer hasta morir.
Algunas frases para reflexionar respecto a la cultura de la cancelación
“Entonces, alguien comete un error, dice una palabra fuera de lugar, rompe una norma cultural, y el error es usado para cancelar a la persona, borrarla de la faz de la tierra, desterrarla a un mundo de vergüenza y arrepentimiento»
-Aysha Taryam
«¿Por qué todo lo que sucede debería ser asunto del mundo entero?» -Philip Wyeth
«En el mundo terrenal debatimos ideas de reforma y rehabilitación en las prisiones, pero la ‘cultura de cancelación’ del mundo cibernético no deja lugar para tales esperanzas». -Aysha Taryam
“Un mundo en el que ni siquiera puedes hablar con otra persona sin preocuparte por lo que van a pensar de ti no ha avanzado mucho desde los días en que los blancos solían tener esclavos”. -Abhijit Naskar
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Curaduría Pedro Beomon.
Fuentes: XLS, Primicias, Observatorio en Innovación Educativa, Wikipedia.
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