Isnardo Bravo salió a los 29 años del barrio de la Cota 905 donde creció. Avenida Guzmán Blanco es el nombre oficial de este extenso cordón de pobreza que bordea las parroquias La Vega, El Paraíso y Santa Rosalía, al oeste de Caracas, un dato que tal vez pocos conocen. Lo que sí sabemos todos es que siempre ha sido una de las zonas más violentas de nuestra capital. Este periodista, que hace poco celebró 50 años de vida y 28 de ejercicio profesional, sobrevivió milagrosamente a un tiroteo de los que constantemente ocurren en ese sector, donde los decretos no han podido forjar la paz.
Una noche de julio de 1994, a eso de las 7, Isnardo Bravo, entonces de 24 años, salió de su casa. Iba a buscar una película que solía usar en los retiros de crecimiento personal que dictaba, y que había prestado a uno de los muchachos del grupo. Pero cuando iba entrando a una calle del sector conocido como Turiamo se desató un tiroteo y una de las balas lo alcanzó. Esa ayuda que entonces brindaba a los más jóvenes del barrio también la recibió él cuando era chamo. Fue lo que lo ayudó a superar las difíciles relaciones que tuvo con su padre y que lo convirtieron en la persona que es hoy.
“Yo sí creo en la transformación del ser humano”, dijo en esta larga conversación con Curadas, en la que también nos habló de su papel como esposo de Cheila Rodríguez, la médica ginecoobstetra con quien se casó hace 18 años; como padre de Anaitis Victoria, de 16, quien acaba de pasar para quinto año, y de Anat Celeste, de 13, que empezará segundo de bachillerato; y como conferencista y facilitador certificado por la escuela Big Conference.
«A mí me marcó mucho mi relación con mi papá. Pero cuando él se fue yo me quedé feliz, no porque se hubiera ido, sino porque ya no le guardaba ningún rencor. Hubo momentos en los que sentí mucha rabia por las cosas de él. Por su comportamiento, por las cosas que hacía… No lo toleraba, era una cosa muy difícil para mí. Eso me impulsó, cuando yo era chamo, a buscar una forma de resolverlo. Me dije que no podía aceptar que me diera rabia que mi papá me hablara, que no podía aceptar el no tolerar verlo. Tenía que resolver eso. Me di cuenta de que necesitaba ayuda y empecé a buscarla. Primero pertenecí a un grupo de seglares, de jóvenes que hacían actividades de desarrollo humano, de crecimiento personal, y empecé a trabajar con ellos. Para entonces yo tenía como 18 años».
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Estupenda persona soy fiel escucha de su programa antes dimes y diretes y ahora ni tan bravo por mi emisora ja romántica.
Estupenda dicción, claro en sus comentarios y sobretodo, muy educado