Tengo mi propio Carabobo – Luis Felipe Blanco Iturbe

Tengo mi propio Carabobo. El de la batalla lo conozco desde niño, aun a mil kilómetros de distancia. Con mi hermano, con soldaditos de plástico, o hasta con las cartas de la baraja española, otra modalidad de escenificarla.

Sobre el edredón verde con listones blancos de la cama de nuestro padre, que dictaba los partes de la batalla. En este pliegue está Bolivar, ahí va la carga de los llaneros, acá resiste la bravura del batallón Cazadores Británicos que después de la batalla recibió de Bolívar el nuevo nombre de Batallón Carabobo.

Revivimos la voz de Pedro Camejo, la retirada letal de Valencey. Y allí surge la estrella de Páez. Como él decía, con Páez, «Bolívar lanza la Patria al lomo de los potros, el gran jinete que marcaría el puño de los golpes y el ritmo de los sucesos», y que un día bajará del caballo para iluminarse en los libros y así alcanzar el solio de Ciudadano Esclarecido, y ser mentado por Kipling «llanero de ojos azules».

También participaba el Teniente Coronel Thomas Ferriar, comandante de esa legión de Cazadores, que llegó de Manchester para servir a las fuerzas patriotas y morir de un balazo recibido en Carabobo.

¿Cómo compaginar aquellas hazañas con el tarantín grotesco que pretendió sustituir a la historia justo en el momento solemne de cumplirse 203 años de aquello?

¿Con otra exaltación psicopática de sus resentimientos y desengaños?

Y tengo el Carabobo donde mi padre vio por vez primera a mi madre:

“Una boda al aire libre
de Valencia por la tarde,
los novios por los jardines,
como jugando a casarse
¡hoy va a nacer Giraluna!»

El pintor valenciano Luis Guevara Moreno, que asistió -siendo un niño- a la boda memorable, dejó en el hermoso dibujo al pastel que alumbra esta nota. Una palpitante alegoría de aquella tarde, que emperifolla nuestra casa.

Luis Felipe Blanco Iturbe

Tengo mi propio Carabobo

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