Nuestros pies son una parte primordial en el bienestar y la salud de una persona. Muchos de los problemas de espalda, cadera, rodilla o tobillos que podemos padecer vienen generados por un incorrecto cuidado
Aunque todos los pies parezcan físicamente idénticos, no existen dos iguales (ni los de una misma persona lo son).
¿Existe el calzado ideal? ¿Debemos elegir una zapatilla en función de la actividad deportiva? ¿Qué es la tendencia minimalista? ¿Cuáles son las últimas innovaciones en podología?
Punto de apoyo de todo nuestro cuerpo con el suelo, cada pie posee 26 huesos, 33 articulaciones y más de 100 tendones, músculos y ligamentos.
Nuestros pies nos hacen únicos; y es porque no hay dos personas con los pies iguales; más aún, si nos miramos el pie derecho y el izquierdo es más que posible que apreciemos sutiles o incluso grandes diferencias entre ellos. Además, esta parte de nuestra anatomía es una de las primeras en avisarnos de que tenemos un problema de irrigación o de retorno venoso.

“Los pies son el único punto de apoyo contra el suelo; y la forma en la que este se apoye va a tener una relación directa con posibles lesiones en otras partes del cuerpo; como la rodilla, la cadera o la columna. A nivel muscular, también tienen mucha importancia; ya que una parte importante de los músculos de la pierna tiene una de sus inserciones en el pie (tibial anterior, tibial posterior, peroneos, etc.). De forma que la manera de pisar o la propia geometría del pie, también tiene mucho que ver con determinadas sobrecargas musculares”; así nos explica Víctor Alfaro, director general de Podoactiva; y podólogo del primer equipo Real Madrid CF.
Nuestros pies están configurados para que podamos andar, correr y saltar sin necesidad de usar calzado alguno. Sin embargo, tal y como nos cuenta el doctor Ángel de la Rubia, miembro de Top Doctors:
“A lo largo de la historia, el hombre ha sentido la necesidad de protegerlos de las inclemencias meteorológicas y de la agresión del terreno. Paradójicamente, el uso y abuso de calzado a lo largo de los siglos, ha provocado cierto debilitamiento en la musculatura propia del pie; como los músculos lumbricales e interóseos. De modo que muchas personas no pueden mover libre e independientemente los dedos de sus pies”.
Entonces, si el uso de zapatos nos debilita los pies ¿no sería más conveniente ir descalzos por la vida? Pues, como diríamos coloquialmente, “ni tan calvo ni con tres pelucas”
Los podólogos están de acuerdo en que andar descalzos de forma ocasional o incluso un rato cada día en casa; y siempre que no se haga sobre superficies duras como el mármol o el terrazo; ya que impacta demasiado sobre las articulaciones, es beneficioso
Alfaro nos cuenta que entre las ventajas de esta práctica están: mejorar la función de la musculatura intrínseca del pie; que se ve limitada muchas veces por el uso del calzado; de la propiocepción, que es el sentido gracias al cual detectamos el movimiento y la posición de las articulaciones (nos sirve para ajustar movimientos; como, por ejemplo, al pisar sobre un terreno irregular o bajar escalones), así como de la circulación del retorno venoso.
Esto último se consigue especialmente caminando por la arena de la playa o la hierba. De la Rubia hace un último apunte desaconsejando andar descalzo en casa si se presentan alteraciones en los pies como fascitis, metatarsalgias, callos, durezas…

Muy relacionada con lo anterior está la tendencia minimalista, que no es más que usar calzado con poco tacón o incluso sin él. Tal y como nos explica Víctor Alfaro, este tipo de zapato suele tener una horma más ancha en la zona de los dedos, para que estos puedan moverse libremente; así como una suela muy flexible para no limitar la movilidad del pie.
Ángel de la Rubia no se muestra muy de acuerdo con esta tendencia; y es que, en su opinión, el uso de terreno liso, firme y duro, como las aceras por las que transitamos, requiere compensar con cierta altura de tacón, entre 2 y 3 centímetros
Según el podólogo, con dicha altura logramos equilibrar el porcentaje de cargas o apoyo entre el antepié y el retropié o talón. “Suele ser la altura que llevan los zapatos clásicos de caballero”.
Alfaro va más allá y es que el minimalismo también está muy presente en la práctica deportiva. El podólogo del Real Madrid nos cuenta, que es habitual ver a ciertos corredores usando calzado minimalista; aunque señala que no es algo adecuado para todos y que, en todo caso, requiere de un periodo de adaptación largo.
“Pasar de correr, usando una zapatilla que incorpore, por ejemplo, 1,5 cm de altura de tacón (lo que se denomina técnicamente altura de drop) a correr descalzo de forma repentina, puede resultar muy lesivo. Dicha disminución de drop conlleva un importante aumento de la tensión muscular en toda la polea posterior de la pierna; tendón de Aquiles, gemelos, sóleo e isquiotibiales”
La recomendación del especialista es que si uno se quiere iniciar en el minimalismo lo haga bajando muy progresivamente la altura del drop; y “escuchando” a los músculos.
“Si bajamos 0,5 cm de altura de tacón y vemos que nuestros gemelos, por ejemplo, se sobrecargan en exceso, habría que hacerlo de forma más gradual. A la vez es muy importante instaurar una pauta correcta de estiramientos que nos ayuden en esta progresión”.
Y da su opinión: “Bajo mi criterio, para la mayor parte de personas, lo ideal es usar una zapatilla que incorpore algo de drop y algo de amortiguación; y sería muy bueno alternar ese uso con calzado minimalista o, incluso, realizar ejercicios descalzos durante unos minutos al día”.

Entre estos ejercicios están: caminar descalzos durante unos minutos al día; mantenernos descalzos a la “pata coja” sobre un pie; mantenernos de puntillas y “atrapar” una toalla con los dedos de nuestros pies. Eso sí, si se tiene alguna patología, se deberá consultar antes de nada con un especialista
En el lado opuesto al calzado minimalista encontraríamos los zapatos de tacón. ¿Qué ocurre cuando se usan de manera continuada?
“Biomecánicamente obliga a andar mediante pasos cortos, con las rodillas semiflexionadas, aumentando la curvatura lumbar (hiperlordosis) y favoreciendo la aparición de metatarsalgias; dolor en la región anterior del pie y la aparición de juanetes y dedos en garra; aparte de problemas en cuanto al déficit del retorno venoso y la aparición de varices. No olvidemos que el pie se comporta como un verdadero corazón periférico”, explica el doctor Ángel de la Rubia.
Si se quieren usar zapatos de tacón, el tope de altura estaría entre los 4 y 5 centímetros; y el tacón debería ser ancho, nunca de aguja.
¿Existe el calzado ideal?
Al principio de este texto, comentábamos que, si incluso en una persona los pies no son exactamente iguales, es bastante complicado -por no decir imposible- que exista un calzado ideal que nos venga bien a todos.
“No existe un zapato ideal para todos los ciudadanos, ya que su estructura debería partir de una horma personalizada, que tenga en cuenta, además del largo del pie, su anchura y altura del empeine, para optimizar el ajuste y evitar movimientos de traslación dentro del zapato”, nos cuenta de la Rubia.
Si nos centramos en un calzado fisiológico o anatómico, el doctor dice que “debería ser de piel natural, transpirable, con ajuste mediante cordón o velcro; de pala lo suficientemente ancha, para permitir la libre movilidad de los dedos; y contrafuerte que agarre con firmeza el talón, para evitar lesiones por inestabilidad de tobillo. La suela debe tener propiedades antideslizantes; con buen agarre, tracción y amortiguación, de goma en los meses de invierno y de suela transpirable para los meses estivales”.

“El calzado debe tener un equilibrio entre dos conceptos fundamentales: amortiguación y estabilidad; de forma que un zapato muy blando y cómodo a priori, puede convertirse en un problema para un pie laxo o aplanado; y, por el contrario, un zapato muy rígido puede limitar el movimiento natural de un pie con mucho puente o con poca movilidad. El zapato debemos adquirirlo a última hora de la tarde, que es cuando tenemos el pie más dilatado”, recomienda De la Rubia.
Además, nos cuenta que “como norma general, deberíamos comprar los zapatos tomando como referencia el pie más grande y el dedo más largo; y siempre manteniendo entre medio y un centímetro entre el dedo más largo y la puntera del zapato”.
Y sobre eso de ‘domar’ los zapatos, el podólogo dice que los que son livianos, tipo mocasín o casual, no suelen requerir ningún periodo de adaptación. Cosa distinta es un zapato que esté confeccionado en piel de potro, que sí necesita ese tiempo de ‘domado’ para que resulte cómodo.
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