Halloween a la venezolana por Tulio Ramírez

No suelo comentar en mis artículos los episodios domésticos o muy personales. El temor a que el departamento de censura previa que funciona en mi casa, prohíba su envío al periódico, es muy alto. Por estos lados, eso de estar revelando los trapos sucios es concebido como un delito más peligroso que el de incitación al odio.

Afortunadamente, lo que voy a comentar no involucra directamente algún aspecto de la cotidianidad familiar. Más bien se trata de un episodio del cual fui testigo privilegiado. Ocurrió mientras hacía una de las tareas domésticas que están bajo mi responsabilidad y que desde hace rato no es secreto para nadie. Soy el encargado de comprar las proteínas. Como ven, no se trata de alguna infidencia. Obtenido el visto bueno del Comité de Censura Previa, procedo a echar el cuento.

Estando en la cola para la compra, observo que se acerca una señora de edad avanzada. Le calculé unos 70 años, aunque podía ser más joven. La pobreza definitivamente aumenta la edad. Parecía la típica señora que está pasando apuros económicos. Estaba muy delgada, con ropa raída y zapatos de edad incalculable. Su mirada era vacía y noté que no llevaba sino un monedero en la mano. De seguro la cédula la mantenía guardada en el sostén.

“¿Tiene pellejitos?, ¿puedes regalarme un poquito?”, le preguntó, con voz muy queda, a Giorgio el carnicero. Las personas que estaban en los primeros lugares de la cola, ripostaron de inmediato, “haga la cola señora, usted acaba de llegar”. Giorgio, un italiano más venezolano que la reina pepeada y muy jovial con los clientes (secreto de todo carnicero), le contesto, “mi señora, el pellejo para los perritos se los llevó un cliente hace apenas una hora. Haga la colita que ya la atiendo.”

“No se preocupe amiga, no quiero colearme. Solo preguntaba, no voy a comprar”, le aclaró la anciana a la cliente impaciente que reclamaba su derecho a ser atendida primero. Otro de la cola, le informó que en el supermercado de la esquina vendían empaques de carne congelada para perros.

“Ay mijo, esos pellejos no son para dar a ningún perro, son para comer algo hoy. Mi marido y yo no tenemos plata para comprar alimentos. Somos jubilados y desde hace 3 meses no nos llega la caja CLAP ni la proteína. En el ministerio nos dijeron que esa era la consecuencia del secuestro de Alex Saab por los gringos”.

Todos nos miramos atónitos. “Mira Giorgio dámele un kilo de bistec a la doñita y lo pones en mi cuenta”, dijo la señora que había reclamado el respeto a su turno. “Giorgio, dale uno de carne molida y lo anexas a mi cuenta”, exclamó otro de la cola. Por supuesto, no me quedé atrás y solicite le despacharan un pollo picado para que tuviera la variedad.

Todos estábamos felices por haber tendido la mano a quien lo necesitaba, pero esa alegría se disipó cuando el portero que contrató Giorgio para controlar el paso de la clientela al local, dijo sin dirigirse a nadie en particular, “ojalá mañana no salga a marchar pidiendo la libertad de Saab y culpando a los gringos por no recibir su caja CLAP”. Todos nos miramos aterrorizados. Esa es una muestra del eterno Halloween venezolano.

Curadas | Vía Tulio Ramírez (publicado por TAL CUAL)

Somos Curadas.com Tu compañía en información

Tulio RamírezAbogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL

¿Qué opinas?