Desde la aurora de los tiempos el hombre ha manifestado actos violentos. Ahora, enterémonos de si se trata de algo innato en su naturaleza o es un concepto aprendido.
¿Violentos por naturaleza o por cultura?
Pareciera que el crimen y la guerra no solo son abundantes.
Existen desde el origen de la humanidad.
Es como si nunca el hombre podrá deshacerse de ellos.
¿Será así? ¿Por qué existe la violencia?
Muchos se han preguntado si el ser humano es violento o pacífico por naturaleza.
¿Violentos por naturaleza o por cultura? Veamos lo que dice la historia
Según Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVI, las personas vivirían en perpetuo estado de guerra si no se subordinaran a las autoridad y las leyes.
El pensador francés Jean-Jacques Rousseau hablaba del «salvaje noble»: que las personas son originalmente puras y felices y que es la sociedad la que las corrompe.
¿Quién tiene razón?
De acuerdo con hallazgos arqueológicos, las sociedades primitivas eran mucho más violentas que las actuales.
Se calcula que una de cada diez personas moría a manos de sus semejantes – en la actualidad es una de cada 13 mil -.
La agresión forma parte de la historia evolutiva del hombre. Sin ese instinto no habría protección de sí mismos o de los congéneres.
Pero, además, todo indica que las sociedades de cazadores-recolectores usaron violencia para robar alimentos.
Asimismo, para extender los territorios y hasta para raptar mujeres.
¿Violentos por naturaleza o por cultura? Agresividad en el instinto
¿Significa eso que el hombre es violento por naturaleza? ¿Qué puede justificar así cualquier daño que se le ocurra cometer?
Decía el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su libro «Ecce Homo», «soy belicoso por naturaleza. Atacar es uno de mis instintos. Tener la capacidad de ser un enemigo requiere de una naturaleza fuerte».
Aunque hay agresividad en el instinto, la cultura juega un papel importante.
El exmarine estadounidense Karl Marlantes escribió acerca de su experiencia en la guerra de Vietnam afirmando que sentía un «gozo salvaje» al destruir, matar y arriesgar la vida.
Al mismo tiempo, pelear le permitía demostrar su lealtad, su pertenencia al grupo.
Experimentaba que tenía un sentido de trascendencia, seguramente no muy diferente a la «gloria» que sentían los guerreros de la antigüedad.
¿Violentos por naturaleza o por cultura? Conceptos aprendidos
Así que la agresión natural se refuerza por conceptos culturalmente aprendidos como venganza, honor, odio o prejuicios que suelen señalar cuándo es aceptable ser violento y cuándo no.
Por otro lado, el psicólogo británico Adrian Raine investigó la neurobiología del cerebro violento y descubrió que las personas que había cometido asesinatos solían tener dos características comunes.
Estas eran una menor actividad en la corteza pre-frontal – encargada de la toma de decisiones y del comportamiento social – y una amígdala cerebral más reducida – controla el miedo y la agresión -.
Como dato curioso, según su investigación los reos que comían pescado en la cárcel tenían menos probabilidades de reincidir.
Esto se supone que ocurre porque los ácidos grasos – Omega 3, EPA, DHA – mejoraban esta actividad cerebral.
Pero la violencia no es inevitable.
Revisando los números sobre violencia
De hecho, en gran escala las muertes por actos violentos deliberados se han reducido dramáticamente a lo largo de la historia.
El psicólogo canadiense Steven Pinker asegura que el mundo está viviendo la época más pacífica de la humanidad.
Entonces, ¿por qué se percibe tanto peligro?
En primer lugar porque gracias a los medios de comunicación la gente se entera de más casos que ocurren en todas partes.
Y en segundo lugar porque la violencia no ha decrecido de manera pareja en todo el planeta
La diferencia entre Europa y Latinoamérica es abismal: mientras que en España, por ejemplo, hay un homicidio por cada 100 mil habitantes, en México hay 20 y en Honduras 90.
Violencia estructural
Y es que hay un tipo de violencia que comúnmente no se nota: se define como «violencia estructural».
No la comete directamente una persona contra otra, sino que la sufre la gente en forma de falta de acceso a la alimentación, a la salud, al empleo y a la educación.
No es coincidencia que los lugares con mayor violencia estructural sean donde también hay mayor violencia física.
El psicólogo suizo Carl Gustav Jung habló del concepto de la «sombra»: esa parte de la personalidad de la cual no se está consciente, donde se concentran los instintos y deseos que no se quieren ver, como la agresión.
Se suelen proyectar en otras personas alegando que los malvados son ellos.
Así se demonizan no solo individuos sino también grupos sociales y países enteros, contra los que parece legítimo encauzar la agresión.
Desde la perspectiva de Jung lo más saludable no es negar ni reprimir a la sombra, sino aceptarla, llegar a un acuerdo con ella y canalizar sus energías, integrándola a la personalidad consciente.
El concepto de «los otros» y «nosotros»
La antropóloga Elizabeth Cashdan, de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, dice: «tanto la agresión como la conciliación son parte de la naturaleza humana».
«La evolución no solo nos formó para ser violentos o pacíficos sino para ser adaptables a las circunstancias», agrega.
Un ejemplo sería la manera en que se ha adaptado la noción de «los otros» y de «nosotros».
En un principio ese «nosotros» solo incluía a la familia propia o a la tribu, pero se ha ido expandiendo para contemplar a la comunidad y el país.
¿Será que algún día abarcará a toda la humanidad?
Mientras tanto, es buen momento para recordar la norma de oro presente en el budismo, hinduísmo, taoísmo, judaísmo y que Jesús de Nazareth expresó como la regla más importante: «trata a los demás como deseas que te traten a ti».
Tomado de CuriosaMente, La Vanguardia, Wikipedia.
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