En el imaginario percibimos una figura con cuernos y patas de cabra, roja, contrahecha y con poder para hacer el mal y tentar. El hombre lo conoce desde el principio de los tiempos. A veces es objeto de temor y a veces de burla.
Historia del diablo.
Se le conoce como Satanás o Belcebú.
Es el maligno, el padre de la mentira, el príncipe de las tinieblas, el amo de los infiernos, el ángel caído, la Bestia.
Es la personificación del mal.
¿De dónde la viene la idea de que hay un rey de los demonios?
¿Por qué tenemos esa imagen?
Descubramos la evolución del diablo.
Historia del diablo: Se forma en la mente
Si una fiera se nos acerca pensamos que tiene un propósito, por ejemplo, comernos.
Esta facultad que hace que pensemos que detrás de cada fenómeno existe una intención se llama detección de agentes.
Es posible que en tiempos primitivos también la aplicáramos a la lluvia, al viento o al fuego y pensáramos que había otras voluntades provocando su comportamiento, otras mentes.
Y aunque algunos espíritus como la lluvia podían ser tanto benéficos como destructivos, otros eran de plano malvados.
Así prácticamente todas las culturas desarrollaron la idea de algo parecido a los demonios.
Historia del diablo: En todas las latitudes
Entre los yokai japoneses están los amikiri, responsables de las rasgaduras en las redes de los pescadores.
Los acadios y sumerios tenían a Lamashtu, causante de las pesadillas, los terrores y la locura; y a Pazuzu, demonio de las tormentas, las plagas y las fiebres.
Pero la idea actual del diablo, sobre todo en las religiones abrahámicas, tiene su raíz en la antigua cultura hebrea, la cual también tenían espíritus que causaban daño.
Los mazikim que podían provocar desde pequeños accidentes hasta hambrunas y terremotos.
Esta idea de que hay una cantidad de demonios causando estragos a la gente – entre otros, Asmodeo, Azazel, Barbatos, Leviatán, Mefistófeles, íncubo y súcubo – persiste hasta la actualidad.
Sin embargo, aunque toma características de ellos Satanás no es descendiente de uno de estos espíritus.
Historia del diablo; Reiteración en la Biblia
En el Antiguo Testamento, en la Biblia, la palabra satán aparece unas cuantas veces pero siempre con un artículo antes, el satán. Es decir, no se trata de un nombre propio sino de un cargo: el acusador.
Es quien acusa a Job de ser hipócrita. Nos imaginamos diciéndole a Dios «Job es piadoso porque le ha ido bien en la vida, pero si le quitas su salud, su riqueza y su familia, seguro renegará de ti».
Después de esto Dios envía una serie de calamidades sobre Job, quien sin embargo mantiene la fe.
Entonces, el satán viene a ser como un fiscal.
¿De dónde sale, entonces, la idea del señor del mal?
Sucede que alrededor del siglo VI antes de nuestra era una parte del pueblo judío estuvo bajo el dominio babilonio por más de cincuenta años.
Historia del diablo: De una fe a otra
Allí estuvieron en contacto con la religión llamada zoroastrismo, que tenía una visión dualista de la vida.
Para ellos el universo era el campo de batalla entre las fuerzas del bien, representadas por el dios Ahura Mazda, y las fuerzas del mal comandadas por Angra Mainyu, también llamado Ahrimán.
Tocaba a cada ser humano decidir al que seguirían.
Esto influyó en la religión hebrea.
Aunque el Diablo no existe en las escrituras judías y Dios es el creador de todo lo bueno y lo malo, el zozoastrismo introdujo el mal como un principio separado.
Hasta que el término satán se convirtió en una entidad sobrenatural, haciendo al judaísmo más dualista.
Si bien ningún demonio se podía igualar a Dios podía haber alguno tan orgulloso que se rebelara contra Él.
De hecho, en la antigua religión cananea de la que surgió la judía ya existía la historia del dios Attar, representado por el planeta Venus, que había intentado usurpar el trono del dios creador Baal.
Pero falló y fue exiliado al inframundo donde se convirtió en el gobernante.
Historia del diablo: Origen de la denominación
Venus es el lucero de la mañana, el portador de luz, que en latín se traduce como Lucifer.
Fue en el siglo III antes de Cristo cuando se tradujeron los libros del Tanaj hebreo al griego, y es la primera vez en la que a satán se le llama diábolos, que vendría a significar «el que lanza algo entre dos».
Es decir, el que pone discordia.
De ahí pasó al latín como diabolus y al español como diablo.
Y así se menciona en el Nuevo Testamento, «el diablo se le aparece a Jesús para tentarlo y es vencido».
Mientras el cristianismo se expande por Asia Menor y Europa y se vuelve la religión más poderosa todavía convive con las antiguas creencias.
En lugar de negar la existencia de los otros dioses, los cristianos los demonizan.
La demonización y las creencias
Los judíos ya lo habían hecho con Baal, a quien degradaron de dios creador a Baalzebub o Belcebú, el señor de las moscas.
Así el diablo cristiano tomó varías características del dios griego Hades, mandamás del inframundo.
Como Hades se relacionaba con las minas y las piedras preciosas también era llamado Pluto o Plutón, el rico, el acaudalado.
Esto también coincidía con la visión cristiana de que las riquezas eran una tentación más del pecaminoso mundo material.
El Tártaro, la parte de los dominios de Hades donde se castigaba a las almas impías, se convirtió en el Infierno.
La palabra Averno proviene del cráter Avernus, en Italia, que se creía era la entrada al inframundo.
Asunto de culturas
Pero buena parte de la imagen que tenemos del diablo con cuernos y patas de cabra se la debemos al dios Pan, divinidad de los bosques, del deseo sexual y de los instintos salvajes.
Pan era capaz de espantar tanto al ganado como a las personas. De su nombre proviene la palabra pánico.
Muchas culturas europeas como los celtas rendían culto al dios Pan, pero todas sus cualidades lo hicieron el candidato perfecto para identificarlo con el diablo mismo.
Y durante toda la Edad Media y hasta tiempo después se perseguía a quien se dedicara a adorarlo.
La Edad Media fue una época de auge para el diablo.
Aparecía en muchas historias y obras de arte y su representación como monstruo, mezcla de animales peligrosos, privado de belleza y alejado de lo que debería ser la armonía angelical o humana, tenía un propósito didáctico.
Este era horrorizar a los pecadores con los tormentos infernales.
Asociación con lo diabólico
El color rojo, por su vinculación con el enojo, la sangre y el fuego se asocian con lo diabólico.
Era una época en la que se pensaba que los desastres, los trastornos de salud o las conductas viles eran provocadas por Lucifer.
Y a partir del siglo XVI las historias de personas que hacen pactos con el demonio se vuelven más frecuentes.
Empiezan las cacerías de brujas: se estima que entre 1560 y 1800 unas cien mil personas fueron juzgadas por brujería, casi todas mujeres.
El libro Malleus Maleficarum, de 1487, afirmaba que eran más carnales, más propensas al pecado y a tener tratos con el maligno.
Pero a partir de la Ilustración, en el siglo XVIII, la ciencia le va ganando terreno al pensamiento mágico y se difunde la noción de que los males del mundo tienen explicaciones racionales.
Un diablo más terrenal
El diablo va perdiendo presencia y aunque sigue en el imaginario popular se va convirtiendo en una figura que se puede vencer.
Incluso cómica: su imagen se comienza utilizar para promocionar productos comerciales.
En el siglo XIX los artistas del Romanticismo como el poeta inglés Lord Byron revaloran a Lucifer y en vez de verlo como un ser malvado lo perciben como un héroe trágico, como un rebelde, emparentado con Prometeo.
Posiblemente esta imagen romántica del diablo es la que llevó al escritor y ocultista estadounidense Anton Szandor LaVey a fundar la Iglesia de Satán en los años 60 del siglo XX.
Ellos no creen en el diablo como un ente sobrenatural pero sí tratan de reivindicar la ambición, el individualismo y el desafío a la autoridad.
Los medios difunden su figura
Poco después, gracias a películas como «El Bebé de Rosemary» o «El Exorcista» surgió el llamado «Satanic Panic», la creencia d que había cultos que hacían sacrificios humanos y rituales de posesión demoníaca.
En la actualidad el cine, la televisión y las canciones hacen uso del diablo como un personaje a veces peligroso, a veces cómico pero rara vez demasiado poderoso.
La mayor parte de las veces resulta derrotado.
Lo que ha venido ocurriendo desde las Cruzadas a la actualidad es que líderes de todo tipom satanizan a sus enemigos para poder atacarlos sin piedad.
El diablo queda como un símbolo de los aspectos más oscuros del ser humano, similar a la «sombra» que propugnó el psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung.
Él hablaba de esos impulsos primitivos que nos negamos a reconocer como propios y que si no los aceptamos pueden hacer mucho daño.
Tomado de Curiosamente, Wikipedia, ABC.
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