Aunque pueda ser habitual cenar tarde en la noche, esto puede no ser los más recomendable para tu salud intestinal
Se repite día tras día y semana tras semana. Tenemos un horario para todo: para comer, para trabajar, para hacer ejercicio, para actividades de ocio, para dormir… Todo esto repartido durante las 24 horas del día, de manera que presentamos unos patrones periódicos que nos vienen dados desde nuestros antepasados. Recuerda cuidar tu salud intestinal.
Durante el día nos mantenemos activos y con la llegada de la noche se producen cambios fisiológicos que nos preparan para el sueño. Es como un reloj. Un reloj interno que nos avisa que va a producirse un cambio en el organismo y que se está preparando para comer, para dormir, para despertarse… Recibe el nombre de ritmos circadianos.
Estos hacen referencia a todos los tipos de cambios (físicos, mentales y de conducta) que se repiten día a día, cada 24 horas aproximadamente. No es difícil percibir la importancia de mantenerlos. Todos alguna vez hemos estado en una celebración hasta altas horas de la noche o hemos tenido días cargados de tareas sin tiempo para comer ni dormir correctamente y hemos sufrido las consecuencias.

Lo cierto es que el estilo de vida occidental no ayuda a que los ritmos circadianos se mantengan. Disfrutamos de menos horas de luz natural que nuestros antepasados, ya que somos más sedentarios y hemos aumentado considerablemente el número de horas frente a las pantallas. A esto se suma un mayor nivel de estrés, una vida social que nos descabala el horario y una alimentación basada en productos azucarados y ultraprocesados.
Son factores que alteran significativamente nuestros ritmos naturales. ¿Qué implicaciones puede tener? Este desajuste se relaciona con falta o mala calidad del sueño, cambios de humor, aumento del estrés, desorientación, problemas de memoria, fatiga y ansiedad, entre otros males. Y si se mantienen en el tiempo pueden acarrear consecuencias mucho más graves.
Las bacterias tienen sus propios biorritmos
Pero las alteraciones del ritmo circadiano no solo nos afectan a nosotros: también las acusan nuestras bacterias intestinales, que tienen sus propios biorritmos sincronizados con los nuestros. ¿Puede entonces un desarreglo en los relojes internos afectar a nuestra salud intestinal? Definitivamente sí.
Las perturbaciones en los ritmos biológicos están estrechamente relacionadas con cambios en la digestión y metabolismo. Entonces se produce un desajuste en el metabolismo de la glucosa y más riesgo de aumento de peso y presión arterial, así como una desregulación de las hormonas que controlan el apetito y que favorecen la preferencia de alimentos ricos en azúcares y grasas saturadas.
Esto puede provocar una disminución en la sensibilidad a la insulina, una menor tolerancia a la glucosa y una alteración del perfil de lípidos en el organismo. Son alteraciones que impactan directamente en la salud intestinal y, por tanto, en la microbiota.
Y no es extraño que se produzca esta relación, ya que la digestión de los alimentos ocurre durante el día, momento en el que el intestino se mantiene activo y en condiciones óptimas para absorber nutrientes. Cuando comemos, ponemos en hora los relojes de los órganos y tejidos implicados en la digestión: el estómago, el páncreas, el hígado, el intestino y el tejido adiposo.
Si alteramos los horarios, alteramos la microbiota
¿Y qué le pasa a la microbiota si comemos tarde? Por ejemplo, tomar la comida del mediodía a las 4 de la tarde provoca un desfase en el reloj, una interrupción del ritmo normal de la función intestinal y una alteración de la composición y funcionalidad de las bacterias intestinales.
La microbiota se ve principalmente afectada por el tipo de alimentación que seguimos día a día. Pero la alteración de los horarios de ingesta (ya sea por conducta alimentaria, por ayuno o por aumentar la frecuencia de comidas) también tiene un impacto sobre ella. Las bacterias intestinales presentan sus propias fluctuaciones dependiendo el momento del día, tanto en composición como en funciones.
De hecho, la evidencia científica nos muestra que cuentan con un ritmo circadiano propio, que intentan sincronizar con su hospedador para poder sacar el máximo provecho de él.
La mayor parte de las investigaciones sobre la microbiota y los ritmos circadianos se han llevado a cabo en animales. Cabe señalar los estudios enfocados al ayuno intermitente, que han revelado algunos beneficios en ratones, como el aumento de la diversidad microbiana, la reducción de la inflamación y la producción de compuestos beneficiosos por parte de las bacterias intestinales.
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