Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, Fase XVII, Entrega 164

(Continuación)

Por: José Chachati Ata

Cuando algunos lectores me escriben insistentemente, preguntando sobre la viabilidad o no de haber asistido a la Corte Internacional de La Haya desde el momento en que se introdujo la demanda de Guyana contra Venezuela, y el citado organismo jurídico decidió como procedente su competencia jurídica sobre el caso en cuestión, puedo responderles con conocimiento de causa y análisis sustantivo, que el cambio estratégico manejado por Venezuela al asistir a la Corte Internacional de Justicia para exponer las excepciones preliminares, indica hasta ahora que se dio un paso contundente, dado que haber asistido antes de la posición asumida a mediados del año 2022, no hubiese tenido sentido alguno, porque la controversia territorial hubiese girado en torno a la decisión sobre si el Laudo Arbitral de París de 1899 es nulo e irrito, y eso es algo que ya había quedado como evidente desde la firma del Tratado de Ginebra de 1966, y es por ello, que haber asistido al Tribunal internacional desde el principio, hubiese sido en definitiva una actuación contradictoria a la razón por la que se llevó a cabo la firma de dicho Acuerdo. Y si no fuese así, entonces por qué Gran Bretaña y Guyana firmaron su compromiso irreversible?

Ahora bien, lo que sí debió haber evaluado el organismo jurídico internacional y no lo hizo, fue la actuación evasiva de Guyana en atender el caso, quien debió abocarse con Venezuela a la búsqueda de una solución aceptable, práctica y satisfactoria para ambas partes, y no como lo hizo el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien inconsultamente con Venezuela, decidió favorecer únicamente los intereses de Guyana, en el que los Gobiernos del país vecino han buscado sacarle el máximo provecho posible a la pasividad, errores, fluctuaciones y actuaciones reactivas de distintos Gobiernos venezolanos. No podemos arrebujar el sol con un dedo, ni estamos hoy por hoy en posición de justificar todo cuanto ha ocurrido anteriormente. Debemos más bien actuar con la mayor prudencia y responsabilidad ante la grisácea actuación guyanesa.

Para Venezuela, el asunto de la controversia sobre el espacio geográfico integral del Esequibo ha conformado por lo general un asunto que tiende a la unidad nacional del gentilicio venezolano, y ello constituye una herramienta fundamental de unión y acercamiento entre las partes, a pesar de las diferencias políticas que pudiesen existir, verbo y gracia, ello lo pudimos observar una vez más al momento en que Venezuela realizó la exposición de las excepciones preliminares ante la Corte Internacional de Justicia. En este contexto, no debemos olvidar la amarga experiencia por la que ha atravesado el país en diferentes momentos históricos, al haber sometido la soberanía nacional a la decisión de instancias internacionales, en el que el Tribunal Internacional de París a raíz de la firma del Tratado de Washington en 1895, ha sido uno de los peores.

Lo cierto de todo, es que la disputa territorial ha sido foco de múltiples tensiones entre Venezuela y Guyana, en el que el Gobierno del país vecino continúa asumiendo una actitud inflexible, dado que no tiene más remedio que adoptar la acción generada ante la Corte Internacional de Justicia, buscando validar la sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, considerando que no tiene sustento alguno para esgrimir la defensa de un territorio que fue y es de Venezuela desde la creación de la Capitanía General de Venezuela de 1777, aunado a que Gran Bretaña no tiene tampoco como sustentar la titularidad histórica de dicho territorio, que no sea por la sentencia manipulada, viciada, írrita y nula del Laudo de París de 1899, además de la decisión que debe tomar la Corte Internacional de Justicia, en cuanto a la participación obligatoria del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, dado que fue ese país y no precisamente Guyana quien participó en la nefasta sentencia de 1899, además de su manipulada y absurda presión para que Venezuela no participase en el proceso, sumatoria de hechos que complican la ecuación matriz de dicha controversia, en el que Venezuela tiene pruebas sustantivas de su titularidad, aunado a los mapas existentes, y el compromiso adquirido entre todas las partes con la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966. Es incomprensible que la Corte Internacional de La Haya continúe aun evadiendo dicha realidad.

Ahora bien, en esta intersección de complejos factores, en el que el tema energético ha salido a la palestra pública como punto álgido, en el que confluyen diversos intereses que se han pronunciado más aún a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, el Gobierno de los Estados Unidos de América ha generado un cambio de actuación política, mediante el permiso otorgado a la empresa Chevron para la explotación petrolera en territorio venezolano, mientras que continúa apuntalando intereses en paralelo con la empresa Exxon Mobil en los espacios acuáticos del Atlántico, la cual se encuentra explotando petróleo en las áreas marítimas correspondientes al Esequibo, hecho que obliga al Estado venezolano a definir una posición y actuación que debe alinearse lógicamente con el Acuerdo de Ginebra de 1966. Adicionalmente, no debemos olvidar que el Comando Sur de los Estados Unidos firmó un Acuerdo de Defensa con el Gobierno de Guyana, a propósito de generar un intercambio de bienes y servicios militares, conformando estructuras e instalaciones militares en el área del Esequibo con supuestos fines humanitarios.

Adicionalmente, se han venido desarrollando ejercicios militares combinados entre la Guardia Costera norteamericana y Guyana, además de la presencia naval de la Armada de Gran Bretaña en Guyana, hecho que se estructura en el marco de la diplomacia cañonera, y se traduce claramente en una provocación, en el que está más que claro, que la obtención de los recursos energéticos allí existentes, es la prioridad que manejan ambas potencias en la actualidad, además del potencial gasífero allí existente. Y yo me pregunto, si la estrategia venezolana en la actualidad ante todos estos hechos inminentes, se basa en mantener un estado de observación y pasividad, mientras continúan las atrocidades de Guyana irrespetando el Acuerdo de Ginebra de 1966, sin haberse dictado ninguna medida cautelar de parte de la Corte Internacional de Justicia, ¿es esa la mejor forma de acción que puede y debe manejar Venezuela? O es que las acciones llevadas a cabo desde el año 2020, en el que el Gobierno de los Estados Unidos de América anunció la venta de cuatro helicópteros utilitarios Bell, dos 412Epi y dos 429 al Gobierno de Guyana, tampoco significan el apoyo frontal que se le está brindando al país vecino en materia militar? Hace poco se anunció la incorporación de un patrullero tipo OPV y de un avión de patrullaje marítimo. Lo preocupante no es la adquisición de dichas unidades, sino el apoyo militar que recibe Guyana, lo que pasaría a traspasar el horizonte del poder militar combatiente de ese país con Venezuela?

O es que no nos hemos dado cuenta también, de la magnitud y complejidad con que Guyana ve enlazado su desarrollo económico futuro a las actividades petroleras de ExxonMobil, y por ello, cual Estado profundo, continúa utilizando la misma estrategia de diluir su problema, compartiéndolo con países del primer mundo, creando una alianza de intereses que no contribuyen en nada a la resolución de la disputa por la vía del entendimiento, además de continuar irrespetando descaradamente a Venezuela ante la comunidad internacional?

Por supuesto que si se analiza también la otra cara de la moneda, el control geopolítico de Venezuela y del espacio geográfico integral del Esequibo, constituye para los Estados Unidos de América, un factor de elevado interés estratégico, considerando que Venezuela tiene las mayores reservas petroleras del mundo, potencial gasífero por excelencia, mayor riqueza aurífera a nivel global, tierras raras de primer orden, potencial hídrico, forestal, además de formar parte del pulmón único de la humanidad en el Amazonas; y en el caso del espacio geográfico integral del Esequibo, se le suman las reservas petroleras ubicadas en el área en disputa, hecho que se maneja como proyección hemisférica sin igual en el ámbito
geoestratégico norteamericano. Es obvia la necesidad de contrarrestar las aspiraciones de Rusia, China, Irán y Cuba. He ahí el fondo del meollo, y Guyana en este contexto, constituye una válvula de alivio a los intereses norteamericanos e ingleses en la región. En mi opinión, ninguno de los países señalados, de un lado o del otro, ha generado aporte alguno en apoyo a Venezuela sobre la controversia territorial que se maneja sobre el espacio geográfico integral del Esequibo: “Ni lavan ni prestan la batea”. Y tú Venezuela, ¿sigues de brazos cruzados? Creo que esa no es la mejor actitud ni actuación que esperamos los venezolanos.

Adicionalmente, para los Estados Unidos de América, el control geopolítico y geoeconómico señalado es de primer orden, considerando la influencia rusa y la presencia de China en la región, la cual ha ido aupando esfuerzos para ir ocupando posiciones estratégicas a lo largo y ancho del continente suramericano, hecho que ha levantado nuevamente las alertas del norte sobre este particular. Y es por todo ello, que Venezuela debe buscar pronto, muy pronto, una forma de entendimiento que involucre una posición de apoyo incondicional por parte de estas grandes potencias presentes, o es que se nos olvidó que tanto China como Estados Unidos y Canadá, están presentes en el espacio geográfico integral del Esequibo, explotando nuestros recursos en mar y tierra?

Mientras tanto, nos encontramos en espera de la decisión de la Corte Internacional de Justicia, en el que no hay que tener clarividencia para haber percibido la actitud de quienes presenciaron las excepciones preliminares presentadas por Venezuela, en el que se buscará sin lugar a dudas debilitar la exposición venezolana, y justificar los efectos del Laudo Arbitral de París de 1899, erosionando con ello la aplicación legítima del Acuerdo de Ginebra de 1966 pactado entre Venezuela, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Guyana, hecho que se originó a raíz del reconocimiento voluntario de las Partes sobre la viciada y nula sentencia del Laudo de París de 1899. Es por ello, que la NO confiabilidad en dicho organismo jurídico internacional, está más que sustentada en cuanto a que la misma no es de fiar ante la actuación asumida desde que se inició el proceso demandado por el Gobierno de Guyana.

Sin embargo, es importante acotar también, que la sólida posición asumida y expuesta por Venezuela con la obligatoriedad presencial del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, constituye la apertura jurídica de una ventana inesperada que se enmarca en una racionalidad absoluta, lo que le complica la decisión a la Corte Internacional de Justicia, no solo para los países involucrados, sino también en cuanto a la jurisprudencia que se estaría respaldando ante la comunidad internacional, sin dejar de lado que en el tema de fondo, es Venezuela y no Guyana precisamente, quien posee todas pruebas fehacientes a su favor, para demostrar la necesidad indiscutible de anular la sentencia de París de 1899, aunado a los documentos que prueban la titularidad venezolana y los derechos inequívocos en el que se demuestra que “el sol que brilla sobre Venezuela, nace en nuestro Estado Esequibo”.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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