Por Katty Salerno
Mirtha Pérez está próxima a celebrar sesenta años de carrera artística. Una carrera que su calendario marca como fecha de inicio el 22 de diciembre de 1963, cuando debutó en una fiesta privada con el trío Los Naipes, y que aún continúa.
Su inconfundible voz ha acompañado a una generación de venezolanos que creció oyendo temas como Las cerezas, La luna y el toro, Cartagenera, Maldita seas, La nave del olvido, Nadita de nada o Caballo viejo. Una larguísima lista de éxitos que nos llevaría muchas líneas reproducir aquí y que ella, con gran humildad, atribuye a la varita mágica de Dios.

«Soy una mujer muy afortunada (…) Tengo una varita mágica, que tampoco la tengo yo, la tiene Dios. Ha sido él quien me ha tocado con su varita», dijo en esta entrevista exclusiva con Curadas.com.
Sencilla, cálida, dotada de una memoria envidiable y muy alejada de las posturas de diva, aunque tiene méritos para ello, Mirtha Pérez nos contó, vía Zoom, momentos memorables de su vida profesional y también de la privada, que ahora comparte en Atlanta, Georgia —y para gran sorpresa nuestra— con su último exesposo, el gran actor Eduardo Serrano.
«Nací en la calle uno de Los Jardines del Valle, en Caracas. Después nos mudamos a la ocho, donde pasé casi toda mi niñez, como hasta los diez u once años. ¿Y sabes quién vivía por ahí también? La familia de José Luis Rodríguez. ¡José Luis y yo fuimos pajecitos en un matrimonio, imagínate! (Risas)
Mi familia es numerosa, somos ocho hermanos. El talento musical lo heredamos de mi mamá, que cantaba muy bonito. Y además era muy generosa, muy dada a ayudar a la gente y a los animales. Si un perro no tenía donde estar, ella se lo llevaba para la casa. Era muy simpática, muy agradable. Y era muy bella. Era no, es bella. Para mí lo sigue siendo porque así es como la recuerdo.
Varios de mis hermanos cantan, pero nunca pensaron hacerlo profesionalmente. El más pequeño de los varones tiene una voz muy bonita, pero no le gusta ponerse flux y corbata y por eso nunca intentó incursionar en el campo artístico. Es un hombre muy sencillo, que se siente cómodo con un bluyín y una chemise y, cuando mucho, una chaqueta, pero nada de flux. Yo lo incentivé siempre a que cantara, hasta un día que me dijo que él no podía cantar vestido con bluyín y franela porque ya había un cantante que se vestía así, que es Gualberto Ibarreto, y que él no le iba a hacer la competencia (risas).
Sin embargo, fue mi padrastro quien más tuvo que ver con el hecho de que yo fuera cantante profesional. Al principio no le gustaba la idea. Él era agente viajero y por eso se la pasaba recorriendo el país. Me imagino que en esos viajes entraba a tomarse sus traguitos en algún bar y veía a muchachas cantando y pensaría que ese sería el ambiente en el que me desenvolvería yo también.
Mi mamá sí me apoyó, pero él me la puso cuesta arriba. Hasta que un día me dio su permiso. Me dijo: «Está bien, estoy de acuerdo con que cantes. Eso sí, quiero pedirte dos cosas. La primera es que no hagas nada que pueda poner en duda la honestidad y la integridad de tu familia. Y lo otro es que tienes que ser una artista de primera. Tienes que ser la mejor cantante de este país».
Te puso unos estándares muy altos…
Así es. Es que a él le gustaba mucho la música, era muy creativo. Estudió guitarra por correspondencia. Me enseñó muchas canciones del folclore venezolano y latinoamericano y a apreciar ritmos como el jazz y el blues escuchando a Josephine Baker y a Ella Fitzgerald.
Fue él quien descubrió mi talento, cuando yo tenía seis años. Él solía llevarle serenatas a mi mamá, con sus amigos, y después se quedaban departiendo en la casa. Uno de esos días de serenata yo canté con él. Esa fue la primera vez que canté ante otras personas.
¿Recuerdas cuál fue la canción?
Qué te importa que te ame
Si tú no me quieres ya
El amor que ya ha pasado
No se debe recordar
Fui la ilusión de tu vida
Un día lejano ya
Hoy represento el pasado
No me puedo conformar
Esa pieza (Veinte años, una habanera compuesta en 1935 por Guillermina Aramburú con música de María Teresa Vera) hoy en día está sonando mucho en las redes. Después de eso mi padrastro empezó a formarme musicalmente. Él me enseñó lo que es la colocación de voz, fue mi primera escuela en materia musical.
¿Cuándo te animaste a ser cantante profesional? Porque tú te graduaste de maestra normalista.
Sí, me gradué de maestra y después quise seguir la carrera de Educación, porque no me había planteado ser cantante.
¿Qué te hizo cambiar de parecer?
Todo cambió un día mientras veíamos El show de Saume, que transmitía a mediodía Radio Caracas Televisión. Mi mamá trabajaba desde casa encolando y pegando sobres y nosotros, a veces, la ayudábamos. Estábamos en eso y mirando la televisión cuando escuché que el trío Los Naipes anunció que estaban buscando una voz femenina para la agrupación. La muchacha que cantaba con ellos, Oly Monasterios, se había salido del grupo. Por cierto, la primera que cantó con ellos fue Mirla Castellanos, pero no duró mucho, creo que solo grabó un par de canciones.

En ese momento mi mamá estaba en la cocina y fui corriendo y le dije: «Ay, mami, yo quiero ir para que me hagan una prueba a ver si quedo». ¡Imagínate tú, no me pidió casi nada el cuerpo! (Risas).
¿Cuántos años tenías en ese momento?
Ya me había graduado de maestra y vivíamos en La Pastora. Tenía como diecisiete o dieciocho años.
Mi mamá me dijo que sí. El problema era quién me llevaba, porque no podía ir sola y ella tenía que trabajar. Las audiciones se hacían en RCTV antes de que empezara El show de Saume, por lo que había que llegar por lo menos a las diez de la mañana. Entonces, mi mamá habló con la mamá de mi cuñada, que en ese momento era la novia de uno de mis hermanos. Era la familia Conde, que vivía de Castillito a Termopilas, en La Pastora. Mi cuñada me prestó el vestido para la audición y el vestido con el que después debuté en televisión. Mi hermana me hizo un moño que llamaban «de nido» para que me viera más adulta y no me pusieran obstáculos por la edad. Así hice mi gran prueba.
¿Qué canción cantaste?
Tus promesas de amor, una canción que había popularizado Virginia López y que me sabía muy bien porque la escuchábamos mucho en la casa. «Nooo, tú no puedes dejar de adorarme…».
Hice la audición, a la que también se presentaron muchas cantantes más, por supuesto, y nos fuimos. Pasaron los días y no recibíamos noticias del resultado. ¡Nada que sonaba el teléfono! A las tres semanas, el 19 de diciembre, como a las siete de la noche, un muchachito toca a la puerta de la casa y le dice a mi mamá: «Señora Ofelia, aquí hay unos señores buscando a Mirtha». Yo me asomé por la ventana y cuando los vi, grité: «¡¡¡Mamááá, son Los Naipes!!!».
Entraron, se presentaron y dijeron que me habían seleccionado. Que no llamaron sino que decidieron ir personalmente a dar la noticia para conocer a mis padres y de una vez pedirles permiso para que me permitieran unirme al grupo. Ellos eran geniales, divertidos y también muy decentes, muy formales, de verdad que sí. Buenos músicos y cantantes y excelentes compañeros. No me pudo tocar mejor debut que el que tuve con ellos.
Comenzamos a ensayar de inmediato porque el grupo había sido contratado por la empresa Xerox para amenizar su fiesta de Navidad, que se realizaría el 22 de diciembre de 1963. En tres días montamos el repertorio que íbamos a interpretar en la fiesta. Gracias a Dios que siempre he tenido muy buena memoria, porque tuve que aprender muchas canciones en muy poco tiempo. Ese fue el día que yo empecé a cantar profesionalmente, aunque fue una fiesta privada. Ahí fue donde debuté realmente.
Mi debut profesional en televisión fue en la primera emisión de Renny presenta (el 3 de febrero de 1965). Después empezamos a actuar también en El show de Renny, que se transmitía al mediodía de lunes a viernes».

Casi simultáneamente con su entrada al antiguo canal de Bárcenas, Mirtha Pérez comenzó su carrera como actriz. También lo hizo por la puerta grande: debutó en El derecho de nacer, considerado el primer gran éxito en la historia de la telenovela en Venezuela. Fue un pequeño papel, pero ella supo darle el brillo necesario para hacer lucir sus dotes histriónicos. Después vinieron Amada enemiga, Adelita, La guaricha, Mujer con pantalones, Voltea pa que te enamores, ¿Vieja yo? y Natalia del mar, entre muchas otras telenovelas. También incursionó en el cine con Los mochileros (Argentina, 1970) y La gata borracha (Venezuela, 1983) y en el teatro, donde destacó con el unipersonal La segundísima, pieza escrita para ella por Luis Fernández.
¿Por qué te separaste de Los Naipes, si te iba tan bien con ellos?
Grabé mi último disco con el grupo cuando me separé de mi esposo, Gonzalo Peña, también integrante del conjunto. Las dos cosas coincidieron, mi divorcio de Gonzalo y mi separación de Los Naipes. Hasta ese momento no tenía intención de separarme de ellos. Luis Cruz, que tenía un gran sentido del humor pero que también era un hombre muy sensato, con mucho criterio, fue el primero que sugirió que eso sería lo mejor para todos. Nos dijo que en las separaciones de parejas siempre había uno que resultaba más afectado, que se quedaba enamorado, y que eso podía ocasionar situaciones incómodas que era mejor evitar. Gonzalo era una ficha importante, porque además de tocar era la voz principal masculina. Y en el caso de que decidieran quedarse sin voz femenina podían volver a actuar como trio, con Gonzalo como solista.
La disquera para la cual grabábamos, Velvet, había incluido en su contrato con Los Naipes una cláusula que señalaba que en el caso de que yo me separara del grupo, automáticamente quedaba contratada por ese sello disquero por tres años.
¿Tú sabías que te habían amarrado en ese contrato?
No, no lo sabía. Me enteré cuando me llamaron de la disquera para decirme que debía comenzar a grabar. Yo no sabía nada de mis condiciones contractuales ni había negociado nunca un contrato. ¡Me pagaban un medio, 0,25 céntimos, por disco! (Risas)
El mundo artístico nunca ha sido fácil para las mujeres. Ni siquiera en la actualidad y ejemplo de ello es el movimiento #MeToo. A ti, como a muchas otras artistas de esa época, les tocó abrir puertas en Venezuela en ese campo.
Pues sí. Me pasaron cosas que hoy puedo decir que vencí y con las que aprendí mucho. Todo eso fue una gran enseñanza.
Del último disco que grabaron juntos, uno de los temas que tuvo gran éxito fue Era ella, interpretada por Gonzalo Peña, y que la gente asumió que estaba dedicado a la cantante de quien se estaba separando. Y del primer álbum que grabó Mirtha como solista, titulado «Mirtha solita», el tema de más éxito fue Maldita seas, del cual la gente pensó que era la réplica de la vocalista. Pero todo fue simple coincidencia.
«Yo ni siquiera quería grabar esa canción porque no me gusta esa expresión, nunca la he usado en mi vida —acota Mirtha. Pero fue un éxito tremendo. Esa canción fue un éxito en Nueva York, Boston, Chicago, Miami, Puerto Rico, en el mercado hispano y en varias islas del Caribe.
Tu lista de éxitos es impresionantemente larga. De esa lista, ¿cuáles marcaron hitos en tu carrera?
Son muchos, la verdad. Pero podría destacar algunos.
Maldita seas, porque fue mi primer gran éxito como solista.
Caballo viejo, del gran maestro Simón Díaz, porque fui la primera en interpretar ese tema que ahora es conocido en el mundo entero.
La nave del olvido, con la que participé, en 1969, en el Festival de la Canción de Buenos Aires, y obtuve el segundo lugar. Me abrió las puertas en Argentina y sigue siendo el tema con el que cierro mis shows hoy en día.
Esa canción no era la que yo iba a cantar en el festival. Originalmente iba a participar con El verano llegó, un tema simpático pero que a mí no me decía nada. Era una canción muy ye-ye, no era mi estilo.
Un día que estaba en la oficina de los organizadores del festival oí una canción que cantaba alguien en uno de los cubículos. Me acerqué porque me gustó mucho, me pareció muy bonita. Toqué la puerta, entré y pregunté que quién iba a cantar esa canción. Me dijeron que nadie, porque el cantante tenía problemas de salud. Por cierto, ese cantante era Django, el vocalista español.
—Yo puedo cantar esa canción, les dije a los organizadores.
—Pero ya tienes una canción, me respondieron
—Yo quiero cantar esa, insistí. ¿Con quién hay que hablar para que eso pueda pasar?
—Habrá que hablar con el autor, a ver qué dice él, pero ya estamos montados en el festival.
Les hice escuchar mi interpretación de Maldita seas y eso los entusiasmó mucho. Llamaron al autor y le dijeron «tienes que escuchar a la venezolana».
Nos conocimos en un café cerca del Luna Park, el teatro donde se haría el festival. Cuando me vio, bromeó: «Con ese apellido y tan bajita, ¿cómo se puede ser artista?». Pero le caí bien. Copié la letra de la canción en servilletas mientras él me la cantaba.
No tuve tiempo de ensayar. Me aprendí la letra y la melodía en el cuarto del hotel donde me hospedaba y la ensayé el mismo día que debía presentarme en el festival. Por eso mi versión es distinta a la que han hecho otros artistas, como Dino Ramos o José José.
Le pedí al director de la orquesta que me hiciera señas cuando tocara el interludio, es decir, la parte en la que te tienes que callar. Como no me avisó y yo tenía la duda de si debía cantar o no, improvisé con el «la, la, la la, la, laralaaa, la, la…» que se escucha en mi versión. Los organizadores se murieron de la risa con eso que hice. Gracias a ese éxito me quedé un tiempo en Argentina, donde grabé cuatro discos y filmé una película.
Detrás de Inmenso también hay una gran historia. Con esa canción regresé al tope de los éxitos, fue un gran momento en mi carrera. Esta canción, junto con La nave del olvido, Nadita de nada y Caballo viejo son fundamentales en mi repertorio.
Inmenso la grabó Paloma San Basilio en España y no trascendió. Yo acababa de terminar mi primer disco de baladas con Rodven, ya como artista de Venevisión. Cuando estaba haciendo el videoclip del tema Atrévete, para promocionar el álbum, me contacta Pilar Romero, a través de Chelo Rodríguez, porque iba a escribir la novela Inmensamente tuya y quería que yo interpretara ese tema. Ella decía que esa canción era como yo, apasionada. Me envió la canción en un casete para que la escuchara a ver qué me parecía y a mí me gustó mucho.
Pilar habló con alguien muy pesado de la disquera y logró que la pieza se incluyera en el disco, a pesar de que ya lo habíamos grabado. Me fui una mañana al estudio en Palo Verde con mi hija y grabamos la canción en una sola toma, a pesar de lo difícil que es. Esa fue la canción más exitosa del álbum. Y algo que entonces no hacían en las telenovelas, lo hicieron. Al final de cada capítulo de Inmensamente tuya ponían el videoclip donde aparecía yo acostada en un sofá, con una flor, interpretando la canción.
Eres una mujer con suerte, o con mucho olfato, porque has sabido escoger temas exitosos.

Yo no usaría la palabra suerte porque esa la relaciono más con el juego. Pero sí digo que soy una mujer muy afortunada. Eso es otra cosa.
Creo, más bien, que tengo una varita mágica, que tampoco la tengo yo, la tiene Dios. Ha sido él quien me ha tocado con su varita para que me pasen cosas maravillosas como las que te he contado. Todas las cosas mías han sido así, gracias al toquecito de esa varita mágica. Los cantantes nunca sabemos cuáles canciones pueden pegar y cuáles no, no tenemos ese poder.
¿Y en tu vida amorosa te consideras tan afortunada como lo has sido en tu vida profesional?
Yo digo que sí.
¿A pesar de cuatro matrimonios que terminaron en divorcio?
Sí, aun así, me considero afortunada. Fundamentalmente, porque he quedado amiga de todos los esposos que tuve. Hasta con Gonzalo, a pesar de que él siguió enamorado de mi después de que nos divorciamos. Pero no hubo reproches entre nosotros. Jamás hubo nada de parte de él que me ofendiera, ni de mi parte hacia él tampoco. Como a los dos años del divorcio nos conseguimos un día y nos abrazamos, él ya se había casado de nuevo, tenía hijos, y fue todo muy chévere. También hablamos como un mes antes de que él muriera. Nunca he quedado disgustada con mis exesposos ni con sus familias.
Cuando un matrimonio no funciona, cuando una pareja no funciona, no tiene por qué terminar en malos términos. Eso nunca lo entendí y lo he dicho siempre. Para mí toda esa experiencia ha sido un aprendizaje. Yo agradezco a la vida que me haya puesto en ese terreno. Yo no soy resentida.
Además, me parece que el despecho es lo más divino del mundo, es rico vivir el despecho hasta el máximo. Porque después uno queda limpio, porque saca todo ese dolor que lleva adentro. Yo aplaudo a Shakira con lo que acaba de hacer. Bien hecho, se sacó todo eso. Eso está bien, que no se quede eso dentro de ti.
El otro día me dijeron que dejara de vivir en el pasado. Yo no vivo en el pasado. Yo guardo conmigo las cosas bonitas del pasado, que es diferente. Porque cuando tú haces una pareja tienes momentos bonitos. Te enamoras, se enamoraron de ti, eso es bonito.
Para ser honesta, yo no me casé enamorada de Gonzalo. Me casé por lo que te estaba contando, para que no fuera un problema lo de ser mujer y cantante. A mí me gustaba él, pero no estaba enamorada. En cambio, amé muchísimo al último.
El último fue Eduardo Serrano…
Sí.
¿Y no tienes pareja?
¿Ahorita? Bueno… se puede decir que él.
¿¡Eduardo Serrano!?
Estamos viviendo juntos, en la misma casa. Tenemos en común una hija y un nieto que también viven con nosotros. O sea, vivimos los cuatro en la misma casa, como una familia.
Mi hija me hace una broma que me causa mucha gracia. Me dice que por qué no le pido al universo que me mande muuucho dinero, a ver si me lo concede (risas). Ella dice que el universo me escuchó y que por eso su papá está aquí. Yo estuve diez años despechada por él. Dije que no me enamoraba más nunca, pero no lo dije de mala manera, porque nunca pienso de forma negativa. Lloré todo lo que tenía que llorar, y ya. Aun así, no lo considero un fracaso porque de esa unión nació mi hija.
¿Sigues activa, profesionalmente hablando?
He hecho muchas cosas desde que llegué hace seis años a Estados Unidos. He hecho presentaciones, teatro, microteatro. Traje a Las Grandes de Venezuela (integrado por ella y las otras grandes intérpretes de la escena nacional: Mirla Castellanos, Estelita Del Llano y Neyda Perdomo) para un espectáculo en Miami y también, por separado, a Estelita del Llano y a Neyda Perdomo. Después vino la cuarentena por la covid y seguimos haciendo cosas en línea.
Ahora estamos preparando un proyecto con una productora venezolana que vive acá en Estados Unidos que, si se da, implicaría actuar aquí en Georgia, Atlanta, donde estamos viviendo, y una gira por Florida, Nueva York y Los Ángeles. También quiero ir a Venezuela. Pero por ahora no es posible porque estoy en los trámites para obtener la residencia permanente y debo esperar a concluir este proceso.
Mirtha, estás próxima a celebrar sesenta años de carrera artística, si tomamos el 22 de diciembre de 1963 como la fecha de tu debut profesional. ¿Cuál es tu balance?
Todo ha sido bueno, todo ha sido maravilloso. Aunque no me queda bonito decirlo, he sido exitosa y famosa. Eso es lo que yo quisiera que comprendieran los nuevos valores. Que lo importante no es nada más ser famoso, porque tú puedes ser famoso porque sales a la calle y te conocen por tres días o una semana y después te olvidan. El verdadero artista famoso es el que es exitoso. Si tienes éxito, esa es la verdadera fama. Que no porque pegaste una canción ya creas que eres lo máximo, el artista más famoso del mundo. No.
Hay que bregar, hay que trabajar mucho. Y a los venezolanos nos costó muchísimo, porque antes estábamos muy desamparados. No teníamos grandes productores. Yo tuve a mi lado a dos excelentes mánager, Roger Izedin y mi hermana Nilcia Guanaguanay, que fueron maravillosos, pero no siempre se puede tener a alguien así. Tuve la oportunidad de hacer carrera en Argentina, donde estuve algún tiempo, y en México, pero nunca quise vivir fuera de Venezuela. Los artistas venezolanos no queríamos vivir en otra parte que no fuera nuestro país. Queríamos hacer carrera y ser conocidos en el mundo entero, pero viviendo en Venezuela. Pero ahora nos tocó salir.
Y, como te decía, considero que tampoco fracasé en mi vida de amorosa. Tuve que pasar por todo lo que pasé para llegar a lo que yo anhelaba: procrear. Tengo a mi hija y no quiero otra más que ella. Y a mi nieto, que no quiero que sea otro, sino él. Eso me llevó a la máxima felicidad. Por eso digo que también soy afortunada en el amor.
Una historia hermosa que me llevó al pasado. Soy 20 años menor que Mirtha, pero fue por mi madre que la conocí. Ella admiraba a Mirtha. Dios te bendiga Mirtha.