Detective y Simplón: la guerra entre la suspicacia y el descuido

Una persona compleja, detallista, desconfiada, pilas, a quien llamaremos Detective, saca un montón de cuentas respecto a algo que hizo, o que no hizo, otra persona simple, lenta, torpe, a quien llamaremos Simplón.

Detective se arma todo un complot: «Simplón hizo esto para que yo le diga aquello», «porque también hizo aquello otro solo para que yo hiciera tal cosa, y claro, no le voy a dar el gusto» 

Y dice y desdice nuestro Detective respecto a los motivos de Simplón.

Por su parte, Simplón, además de ser simplón, también es un poco tonto, lento, va a su ritmo, no puede pensar, ni tantas cosas, ni tan rápido. 

Y lo que dijo, que quizá fue un error lo que dijo, y lo que hizo, que quizá fue peor, simplemente lo dijo y lo hizo por torpe, por negligente, y no por malo. 

Porque lamentablemente, para hacer el bien hace falta la intención, pero el mal se puede hacer queriendo y sin querer, y sabiendo y sin saber. Por puro descuido.

Entonces, Detective, que es conspiranoide, se hace su película y de ahí nadie lo saca. 

Sin darse cuenta ya ha invertido tanto tiempo en esa trama que se inventó, que ya le tiene fe, y hasta cariño. 

Está orgulloso por como «todo cuadra». «Es que tuvo que ser así», dice totalmente convencido.

Detective anda tan seguro de sus elucubraciones que estará casi siempre más cerca de inventar una secuela, y hasta una precuela, que de dar el beneficio a la duda. 

Y ahí no termina la cosa. 

Cuando Detective tenga -lo que para él son- pruebas irrefutables en mano, presentará su caso a Simplón.

Le reclamará, lo acusará, no sin antes haberlo comentado con otros simplones que seguramente dirán: «No creo que lo haya hecho por eso», a lo que Detective contestará: «si eres tonto, siempre creyendo en la gente» 

Y otros simplones dirán un poco lelos: «oye, yo no pensé que él era así». Porque es común que los simplones den la razón a un lado o al otro, dependiendo de los argumentos que escuchen en el momento.

Y lo comentará Detective también con otros detectives que seguramente le darán más ideas de investigación. «¿No lo habrá hecho también con esta tercera, cuarta y quinta intención?». 

Ideas de las que Detective tomará apuntes por un lado agradecido, y por otro dudando de las intenciones de los otros detectives. 

«¿Por qué este querrá que yo piense esto, y por qué aquel querrá que yo piense lo otro?».

Para Detective es difícil confiar.

Una vez acusado, Simplón genuinamente negará todo. 

No tiene la profundidad, ni la agilidad, ni el cuidado en los detalles, ni el interés como para haber actuado de la forma tan elaborada que imaginó Detective.

Simplón por lo general no estará al tanto de la gravedad de las consecuencias de sus actos, o de su inacción.

Mientras Detective lo acusa de malintencionado, precisamente el peor pecado de Simplón suele ser la falta de intención.

Cuando Simplón niega todo, la negación en sí resulta en una nueva ofensa para Detective. 

«¿Me ves cara de tonto?», «¿Ahora te vas a hacer el loco?», «Ofendes mi inteligencia», «Ah claro, resulta que ahora nada es como lo imaginé», «Sí, cómo no», y pare de contar.

Entonces tenemos a dos personas ofendidas que se hacen daño entre sí. Una dispara con la exageración, la otra con la indolencia.

Simplón seguramente fue descuidado y negligente. 

Detective, innecesariamente malpensado y maquinador.

Querida persona que lees, no te creas uno o el otro, porque en la vida, dependiendo de las circunstancias, somos a veces Simplón, y a veces, Detective. 

Algunos, como quien escribe, tiramos más a simplones que a detectives, pero ser simplón no es ser inocente, ni es siempre bueno.

Lo mejor es dejar una ventana abierta a la posibilidad de estar equivocados cuando nos toque hacer de detectives, y a la de haber sido negligentes o descuidados, cuando seamos acusados de simplones. 

Recuerda que lo peor de nosotros aflora cuando somos detectives por puro ocio, por pura mala fe, por mala intención, buscando por querer encontrar.

O cuando somos simplones y por ligeros, flojos, descuidados, dormidos, dejamos de hacer lo que teníamos que hacer, olvidamos detalles importantes, y ofendemos por omisión.

Detective sufre por llevar muchas cuentas con exagerado detalle. 

Simplón paga las consecuencias de no registrar lo más básico.

Detective sufre el calendario. A Simplón se le pierden los días.

Como siempre, lo mejor es buscar el equilibrio.

Ser investigadores o relajados, confiados o malpensados, según sea necesario.

Lo más sensato suele asomarse entre esas dos voces que nunca callan, y que se contradicen todo el tiempo dentro de nosotros.

Si eres por lo general Detective, no pienses que esto es contigo porque no lo escribí con nadie especial en mente. De hecho, me inspiró una película, no un conocido. 

Pero aprovechando que te picaste, ya que dudas de todo, deberías considerar dudar de tus propias elucubraciones. 

Deberías dudar de tus maquinaciones y conclusiones, de tus teorías de complot, aunque sea de vez en cuando. 

Por mucho que creas en «piensa mal y acertarás» recuerda que es solo un dicho, y es muy probable que pensando mal te equivoques al menos la mitad de las veces.

Si eres simplón, te pido disculpas porque, dada tu forma de ser, probablemente no sabías que no tener mala intención no es igual a ser inocente, o a no ser responsable. 

No hacer nada a veces es lo peor que podemos hacer

Se llama negligencia

Ser descuidado no te da el privilegio de no tener responsabilidades.

Si eres simplón, quizá nunca te darás cuenta de que lo eres.

Ojalá aprendas a llevar una lista de tareas, una agenda, y a ser más detallista. Menos ligero. Menos descuidado.

También te puede interesar…

Cómo tener más confianza en uno mismo con acciones simples

¿Qué opinas?