(Continuación)
Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo
En el marco de los distintos eventos ocurridos durante estas últimas semanas sobre el asunto relacionado con la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, aunado a las distintas polémicas que se han originado como base retroalimentaria proveniente de distintos connacionales que habitan dentro y fuera del país, a propósito de ir fortaleciendo cada vez más el eslabón de nuestra soberanía y sentido de integridad territorial con la Defensa Integral de la Nación venezolana, es preciso y oportuno incluir un respiro para un espacio analítico, de manera que se evalúen los pro y contra generados en esta revuelta internacional hacia Venezuela. Como punto de inicio, es necesario considerar que se han hecho repetitivas afirmaciones que encajan en un falso positivo, y que merecen una evaluación no de forma, sino de fondo al respecto, a propósito de no seguir enlodándonos sin base a nosotros mismos.
En principio, y recordando al lector que el tema objeto de estudio es un asunto de Estado, no de colores políticos ni de tendencias partidistas, es necesario analizar realidades que ciertamente ocurrieron, más la interpretación dada en varios escritos, ha sido realizada en mi opinión, buscando exacerbar los intereses concernientes al ámbito político por encima de cualquier otro. Uno de ellos ha sido la declaración generada por el Mandatario venezolano en el 2004, calificada como oportuna por unos y contraria a los intereses de Venezuela por parte de otros, cuando éste manifestó en Georgetown que no se oponía al desarrollo de Guyana en el Esequibo, por lo que las acciones posteriores efectuadas por el Gobierno del vecino país, fueron perversamente manipuladas, dado que no se orientaron ni en el adecuado sentido jurídico, ni político, ni económico, ni socioeconómico, ni diplomático, fracturando una vez más el cumplimiento de lo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, en razón que el “desarrollo” mencionado, debía incluir con carácter de obligatoriedad el beneficio que se hubiese podido realizar a través de las distintas actividades y proyectos conjuntos, no individuales, por lo que debió obedecer a acciones y rendimientos conjuntos a compartir, apuntalados éticamente en beneficio de las dos partes previo acuerdos establecidos, y no de una sola, tal como lo ha venido realizando el Gobierno de Guyana, irrespetando y manipulando a Venezuela con su patética actuación ante la comunidad internacional.

La interpretación anterior es la que le sugiero adoptar a la Comisión tecno-jurista venezolana, a fin que se reoriente y proyecte la citada declaración en el ámbito internacional, que ha sido tergiversada en detrimento del país, de manera que se demuestren las claras y abiertas intenciones de Venezuela ayer y hoy, en ceñirse frontalmente a lo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, y no a las nefastas y absurdas opiniones pro guyanesas y de otros, que se han manifestado en sus escritos y declaraciones, intentando exacerbar posiciones políticas por encima del interés nacional, buscado darle un peso específico muy equivocado a los señalamientos formalizados por Venezuela en el marco del Derecho Internacional. En este contexto, el Gobierno de Guyana debería tener claro conocimiento en que las alianzas realizadas entre países, velando racionalmente hacia sus propios intereses, al igual que en las relaciones internacionales, requieren de un proceso de retroalimentación continuo, basado en la funcionalidad apuntalada sobre distintas variables como la seguridad, integridad, confiabilidad, credibilidad y objetividad, para garantizar su continuidad y sostenibilidad en el tiempo, las cuales no han estado enmarcadas como soportes fundamentales de su actuación.
Otra afirmación que constituye un mega falso positivo, va referida al aparente crecimiento económico de Guyana que han venido declarando distintos medios de comunicación, colocando a ese país sobre la palestra financiera del continente suramericano, quienes se han sumado a la manipulación de esta información que se encuentra muy alejada de la realidad que vive el país vecino.
En opinión del suscrito, si bien es cierto que se ha generado un súper crecimiento del PIB de Guyana, ello ha sido por los ingresos petroleros, cuyos montos en un 80% aproximadamente le pertenecen a Venezuela, puesto que dichos recursos provienen de los espacios acuáticos del Esequibo, aunado a que el cuadro socio económico interno del país ha sido y es aún calificado como deprimente con un significativo abandono social, lo cual se suma a los conflictos internos actuales en materia política, al incremento sostenido de los casos de corrupción a nivel gubernamental, al igual que a las insuficiencias tendientes a la atención de las necesidades básicas del ser humano, incidiendo ello en la obtención de una frustrante y alarmante Huella Ecológica, que por lo general nadie ha mencionado hasta ahora, en la que resaltan cualitativa y cuantitativamente variables sobre estas condiciones, a la que se le agregan las amenazas latentes a la inseguridad por narcotráfico, contrabando y sensible deterioro ambiental, ante las indiscriminadas explotaciones forestales y mineras, entre otros, siendo todo ello el escenario real que oculta Guyana, mientras continúa con el silencio complaciente de la comunidad internacional, obteniendo ingresos financieros a costillas de Venezuela.
Cuando hice mención al principio de este artículo al respiro necesario que se debía tomar, no solo me refería a los falsos positivos señalados, sino también a las nuevas realidades que han surgido, en las que la región latinoamericana ha venido entrando en una inusual fase de estremecimientos, en la que se han venido entremezclando hipócritas discursos de los gobiernos locales con graves estocadas, que buscan atender intereses particulares en lo que se refiere a la definición de los objetivos e intereses regionales, generando por un lado diversas alianzas, y por el otro, desacuerdos entre países vecinos, sin obviar la influencia e incluso la presencia de países del primer mundo, como China, Rusia y Estados Unidos de América, sin dejar de lado la clara indefinición y apoyo de Brasil y Argentina hacia Venezuela sobre el litigio actual, razón por la que el suscrito insiste una y otra vez más, sobre la toma de decisiones que debe adoptar el país con el manejo de su política exterior actual, comenzando por la actuación relacionada con el Decreto sobre la Zona de Desarrollo de la Fachada Atlántica, la cual ha quedado limitada en el tiempo, mientras que Guyana ha irrespetado sin moderación alguna el Acuerdo de Ginebra de 1966, conformando un claro y patético desafío de ese Gobierno hacia Venezuela.
En lo que va del presente siglo, el regionalismo en América Latina ha estado condicionado por diferentes estímulos provenientes de un mundo cada vez más interconectado, verbo y gracia, el conflicto actual de Rusia con Ucrania constituye una de las razones por la que los mecanismos y formas de concertación de la región han variado ampliamente con base a las deficiencias y disponibilidades de recursos, mutando sus ejes y prioridades, tal como los viene confrontando Venezuela en medio de recurrentes variaciones con quienes fueron ayer supuestos aliados, y hoy en día se ha profundizado más aún este señalamiento a nivel global, impactando directamente en los ámbitos jurídico, político, económico, social, ambiental y militar, razón por la que han emergido ineludiblemente sensibles debilidades que limitan el uso evidente del poder situacional y táctico. El descubrimiento de petróleo y gas en una zona perteneciente a países del tercer mundo, como lo es la fachada Atlántica, conformando una relativa facilidad para su control geoestratégico de parte de países del primer mundo, ha combinado factores de elevado impacto en el tablero estratégico mundial, obligando a un proceso de cambios y replanteamientos de enfoques que están incidiendo directamente en la seguridad de la Nación venezolana, y el Gobierno de Guyana se ha prestado ilegítima e irresponsablemente, para servir en bandeja de plata las intromisiones y dinámicas sobre este particular.
Entendido como uno de los ejes de mayor importancia actual de la política exterior regional, las alianzas realizadas por el Gobierno de Guyana desde que la Exxon Mobil descubrió el petróleo en el 2015, se han realizado orientando sus esfuerzos para abandonar cínicamente su compromiso establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, valiéndose de una declaración interpretada a conveniencia de ese país, en la que se han venido conformando tóxicas coaliciones en el campo de las relaciones internacionales. A Guyana se le olvidó que toda cooperación debe ir de la mano de una equilibrada reciprocidad, pero a pesar que Venezuela siempre cooperó con ella, la reciprocidad fue prácticamente nula, por supuesto bajo el velo de la perenne victimización, tal como lo viene haciendo hoy en día. Y si hubo reciprocidad alguna en el tiempo de parte de Guyana, fue únicamente en la época de profunda escasez alimentaria en Venezuela, en la que se le adquirió el arroz al país vecino con sobre precios, lo cual fue corroborado por escrito en el informe presentado por el Banco Interamericano de Desarrollo. “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Los astutos y turbios aportes que se vienen realizando hoy en día de parte del Gobierno de Guyana, con base al constructivismo en el ámbito de las alianzas conformadas con países del primer mundo, han predominado a propósito de exteriorizar el incremento de su poder regional, aunado a la seguridad, influencia geopolítica y geoeconómica, en respuesta a las supuestas amenazas provenientes de Venezuela, desviando con ello la atención ante la opinión pública internacional sobre su compromiso ineludible mediante la firma del Tratado de Ginebra de 1966, el cual anuló claramente el Laudo Arbitral de París de 1899, obligando a un proceso de entendimiento bilateral, además de haber señalado que en caso de agotar los distintos mecanismos pacíficos establecidos en el Artículo 33 de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, se utilizaría el proceso judicial, entendiendo obviamente que ello sería como última instancia, hecho que no se ha cumplido. ¿Habría que tener más de dos dedos de frente para entender que ello había sido tal como se ha señalado, pero Guyana confabulada con el Secretario General de la ONU, se inclinó infame y deslealmente a espaldas de Venezuela, en acudir a la Corte Internacional de Justicia?
Todo esto permite analizar la conformación del andamiaje realizado por el Gobierno de Guyana, en el que se ha conformado una serie de alianzas que sistemáticamente se han ido entretejiendo, entendiendo que la multiplicidad de factores que han intervenido en dicho proceso, se han reflejado en un complejo entramado político, económico y social de la región, razón que ha exteriorizado disolutamente el Gobierno de Guyana, justificando la estructuración de un nuevo punto de inflexión traducido en acciones defensivas contra las absurdas e inexistentes amenazas y alertas provenientes de Venezuela, que desde luego le exigen también sin dilación al Estado venezolano, una respuesta inmediata. La profundización de la crisis en Venezuela aunada a a la desaceleración de la economía china que se viene arrastrando desde el 2017, en contraposición a las visitas diplomáticas con la presencia naval en Guyana de parte de los Gobiernos de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos, complementando las mismas con las actividades militares propiciadas por el Comando Sur, mientras que se vienen explotando los recursos de Venezuela en los espacios continental y acuáticos del Esequibo, han cerrado colateralmente por ahora, la bonanza que se había motorizado en el continente, exponiendo diversas debilidades de las gestiones geoeconómicas gubernamentales ejecutadas desde ese entonces, además de las amenazas a la seguridad regional que el Gobierno de Guyana ha continuado propiciando irresponsablemente.

Y de todos estos señalamientos realizados, nos encontramos hoy en día en un singular apego de varios países de la región al multilateralismo de las grandes potencias, quienes en principio se abocaron a las alianzas comerciales, pero hoy en día, todos estos países, comenzando por el Gobierno de Guyana, son ciegos, sordos y mudos, cuyo comportamiento se ha circunscrito a un señalamiento sobre un silente “sí” o un “no”, en el que todos ellos danzan al son que se les toque, reforzando sus relaciones internacionales en el marco supremo de vínculos políticos, variable fundamental por la que se ha ido asentando el terreno para un nuevo juego de alianzas.
Es importante comprender que estos nuevos fenómenos regionales surgidos en esta década, no son en nada casuales. La imagen e influencia, así como la categoría, resonancia y auge de los países, son fundamentales en el ámbito internacional a la hora de negociar alianzas y entendimientos, por lo que las decisiones ante las situaciones geopolíticas que se manejan sobre el tapete en esta región continental de Suramérica y del Caribe Oriental, apuntando hacia el Océano Atlántico y a la variedad de recursos que posee éste en el subsuelo marino, exacerban los intereses compartidos y la inclinación actual de los mismos hacia Guyana; sin embargo, Venezuela si de veras se lo propone, podría generar un brusco cambio a su favor, pero mientras todo permanezca en discursos, notas de prensa e intercambios diplomáticos únicamente, se mantendrá el statu quo actual.

Si el Gobierno de los Estados Unidos ha venido realizando algunos cambios sistemáticos en su actuación con el Gobierno de Venezuela, flexibilizando someramente su posición y en principio sobre las sanciones establecidas en el marco energético tanto petrolero como gasífero, opino que le están diciendo al país por un lado, sobre las necesidades que tiene ese país y sus aliados del suministro requerido, aunado a que las actividades de la Exxon Mobil en los espacios acuáticos del Atlántico no son suficientes para satisfacer sus intereses, razón por las que el Estado venezolano tiene en sus manos las respuestas contundentes para negociar y fortalecer una adecuada alianza comercial, además de propiciar la apertura hacia el desarrollo económico y social del país, siempre y cuando este esfuerzo no adolezca de perspectivas regionales y combinadas, en el que se busque incorporar a Guyana en una alianza integral que permita amortizar los shocks provenientes del contexto internacional en este nuevo orden mundial, el Estado venezolano no puede seguir evadiendo las realidades actuales sobre el dificultoso entorno cargado de incesantes turbulencias, y menos cuando las acciones estratégicas están encaminadas a respuestas que atienden varios objetivos nacionales e internacionales, y en especial, el asunto del litigio sobre el Territorio Esequibo que se viene manejando ante la Corte Internacional de Justicia, en el que no puede olvidarse las inclinaciones de dicho organismo sobre sus decisiones finales, que por lo general han tendido a favorecer bajo el manto de la justificación jurídica, los intereses de los países más poderosos.
Es importante también, mantener en el tapete analítico la curva obtenida en materia económica a principios de este siglo, relacionada con los niveles de inversiones y los flujos comerciales de China en Latinoamérica, cuya tendencia fue ascendente en un principio, pero comenzó un evidente descenso a partir del 2012, y más aun a partir del 2017, dejando un importante vacío cuando comenzó su contracción, vuelco que por supuesto no se mantuvo vacante, siendo manejado velozmente con la inclusión de nuevos actores internacionales. Verbo y gracia, la ampliación reciente del Grupo BRICS no puede pasarse por alto, en cuanto al importante rol de ese grupo sobre la región y a nivel global a partir del año 2024, al haber aprovechado éstos, las nuevas perspectivas comerciales que encontraron grandes posibilidades de complementación, en la que no podemos obviar que Venezuela no fue incluida, pero China con la ampliación del citado grupo, podrá aliviar su deflación, y Brasil además de haber ampliado su mercado petrolero a costillas de Venezuela, y haber manifestado su apoyo a Guyana sobre el litigio actual del Territorio Esequibo, ha mantenido una política de ampliación política equilibrada con los países asiáticos, pero también con occidente, integrando a Argentina y otros países a dicho grupo económico. Más claro, imposible.
Con este frente curtido y abrupto, es necesario reflexionar sobre las verdaderas ventajas y oportunidades, y no solo en las debilidades y amenazas que afronta y dispone Venezuela en la actualidad, por lo que cabría evaluar si estas alianzas regionales y globales como parte de la política exterior encaminadas por los mencionados países, se estarían articulando a favor de un mayor y más productivo regionalismo, o si la complejidad de los escenarios existentes en el tablero estratégico mundial y regional, se estructurarían en función de responder a posibles objetivos e intereses mediante la apertura de nuevos horizontes, exacerbando por supuesto las incidencias sobre el interés nacional.
En este contexto, la recomendación que se le puede dar al Estado venezolano a través de este artículo, particularmente en el asunto que nos compete sobre el litigio territorial del espacio geográfico integral del Esequibo, contraria a lo que ha venido haciendo Guyana contra Venezuela, tendería con carácter diplomático obligante del Estado venezolano, hacia la cooperación con Guyana en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966, con miras a un adecuado entendimiento para una solución satisfactoria de ambas partes, con perspectivas sólidas sobre el ámbito socioeconómico, de manera que el impacto en caso de cualquier ruptura de dichas alianzas, no solo afectaría al Gobierno vecino, sino también el bienestar de la comunidad.
En este caso, Venezuela y Guyana saben muy bien, que la ventaja por el poder estructural disponible, estaría a favor de Venezuela, además que ello aliviaría las tensiones actuales, y abriría una brecha importante a ser manejada colateralmente sobre la controversia territorial.
La sugerencia anterior radica, en que la realidad del entorno de Venezuela, obliga a que el Estado debe entender en el campo de sus relaciones internacionales, que el cuadro actual apunta a que el Gobierno de Cuba, supuesto aliado actual del país, mantiene invariable su posición histórica sobre la reclamación venezolana del Esequibo, apoyando la posición de Guyana, enfoque al que se le suma la Comunidad del Caribe (Caricom), sin olvidar que la sede de esa organización tiene su funcionalidad en Georgetown; adicionalmente la organización de los Países No Alineados y la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth of Nations) respaldan abiertamente a Guyana. Adicionalmente, la transnacional petrolera ExxonMobil, ha venido realizando numerosas operaciones de exploración y explotación petrolera en los espacios acuáticos del océano Atlántico, particularmente en los bloques Stabroek, Canje y Kaieteur, y goza del respaldo del Gobierno de los Estados Unidos, lo cual representa uno de los factores decisivos junto al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte ante la Corte Internacional de Justicia.
Por supuesto que todos aquellos señalados anteriormente, han sido beneficiados con el suministro seguro y asequible del petróleo venezolano, mientras se mantienen opuestos abiertamente a Venezuela en recuperar el Territorio Esequibo, sin olvidar que también China, a través de la empresa CNOOC (China National Offshore Oil Company), participa conjuntamente con el 25% de las acciones con la Exxon Mobil en la explotación ilegítima de los recursos energéticos existentes en los espacios acuáticos del Esequibo, sin haberse pronunciado aún a favor de Venezuela; paralelamente Brasil se ha inclinado abiertamente a favor de Guyana a pesar de haber firmado un Tratado sobre los espacios fluviales reconociendo que el Esequibo es de Venezuela, además de haber adelantado la construcción de la carretera sur – norte en el Esequibo, mientras se ha conformado el asentamiento de una colonia brasilera en dicho territorio en reclamación por Venezuela. No debe dejarse de lado la negociación en materia petrolera que adelanta Guyana con el Gobierno de República Dominicana, ni la posición que vienen adoptando como parte de su política exterior algunos países de Centroamérica, entre otros factores que ya han sido mencionados. Es por ello, que la posible y mejor estrategia sugerida para el país previa evaluación, radicaría en la forma de acción ya señalada, por supuesto, si el tema del Esequibo prevalece sobre el interés político.
Es indudable que el espacio geográfico integral del Esequibo, constituye actualmente en este nuevo orden mundial, el botín codiciado por muchos países, cuyas riquezas petroleras, gasíferas y mineras, ya evaluadas en su cantidad y calidad, han conllevado a reajustes de sus gobiernos sobre las posiciones adoptadas respecto al tema en cuestión. Pero la ventana abierta, no en el imaginario nacional, sino en la realidad actual manejada por los Estados Unidos hacia Venezuela, siendo ese país quien realmente se ha beneficiado con la mayor cuota posible, de los recursos energéticos descubiertos por la Exxon Mobil en los espacios acuáticos de todos los venezolanos, cuya explotación ha generado cambios en el ámbito geopolítico, geoeconómico y geoestratégico internacional y regional, le ha dado al país una herramienta de primer orden que amerita una pronta respuesta nacional, que con ella bajo el contexto de las citadas alianzas, se le estaría abriendo cual cirujano con bisturí en mano y bajo una visión multi-pluralista, las posibilidades y probabilidades de un cambio estratégico que pondría a trepidar, sin dudas, mientras se genera una carrera ineludible en el marco jurídico y político, tanto al Gobierno de Guyana como a sus supuestos aliados cercanos y lejanos, quienes se han mantenido hasta ahora bajo hipócritas discursos y falsedades con la vista ciega ante las ilegítimas acciones emprendidas, para darle a Venezuela ya sea por la vía bilateral o por la vía judicial ante la Corte Internacional de Justicia con las medidas cautelares necesarias, el legítimo y definitivo derecho de enarbolar que “el sol que brilla en Venezuela, nace en nuestro Estado Esequibo”.
Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata
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