El fuego entra por la misma puerta por la que ingresaron los detenidos de la dictadura

Santiago de Chile (EFE).- El fuego panamericano comenzó hoy a flamear en el pebetero del Estadio Nacional de Chile luego de una emotiva entrada a través de la emblemática escotilla 8, lugar de memoria que recuerda a los miles de ciudadanos que sufrieron torturas y murieron en su interior, tras el golpe de estado militar del general Augusto Pinochet contra el gobierno democrático del socialista Salvador Allende, hace 50 años.

A las 22.32 hora local, el estadio se fundió en negro y el fuego encendido hace un mes en la Pirámide del Sol en Teotihuacán, México, ingresó en el coliseo de la mano de la nadadora chilena Kristel Köbrich por la llamada escotilla 8 e iluminó la frase “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”, en medio de una emoción contenida.

Lucy López (c) enciende el pebetero con el fuego panamericano en la inauguración de los Juegos Panamericanos 2023 hoy, en el estadio Nacional en Santiago (Chile). EFE/Carlos Ortega

Después, se inició la vuelta olímpica, posta final de un recorrido que comenzó en los extremos norte (Arica) y sur de Chile (Punta Arenas), y que cruzó incluso la lejana Isla de Pascua (RapaNui) en la Polinesia antes de llegar al pebetero de cobre colocado en el centro del estadio.

El recorrido del fuego panamericano

La escotilla 8, que se diferencia del resto del estadio porque no se ha reformado y permanece como estaba hace medio siglo, era el lugar por donde entraban los detenidos por la dictadura en el interior del Estadio Nacional, coliseo que durante dos meses fue la mayor cárcel del país.

El exfutbolista Iván Zamorano porta la antorcha del fuego panamericano en la inauguración de los Juegos Panamericanos 2023 hoy, en el estadio Nacional en Santiago (Chile). EFE/Carlos Ortega

La antorcha entró de la mano de Kristel Köbrich, abanderada de Chile, que se la entregó al exfutbolista del Real Madrid, Iván Zamorano, quien tras recorrer unos metros con ella se la entregó a Alfonso de Iruarrizaga, medalla de plata de tiro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

El legendario Iruarrizaga portó la llama y la pasó a las manos de los extenistas Nicolás Massud y Fernando González, quienes en un emocionante momento se la dieron a Lucy López Cruz, medallista de plata de salto alto en Argentina 1951, la primera edición de los juegos, que con 93 años encendió el fuego panamericano.

Curadas / Vía EFE

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