La camisa del Dr. Sócrates
Mi madre es brasileña nacida en Riberao Preto, una importante ciudad con vocación agroindustrial situada a unas tres horas al noroeste de Sao Paulo. Hija de Juan Belloube, fundador del equipo Botafogo de Sao Paulo F.C, un discreto equipo de provincia que hoy hace vida en la segunda división del Brasilerao y que nunca ha pasado de ser eso : un segundón.
Mi padre es venezolano, nacido en Maracaibo cuando el Coronel Julio Márquez (mi abuelo) se desempeñaba como Secretario de Gobierno del estado Zulia cuyo Presidente entonces era el General Pérez Soto, el único no andino en ocupar un cargo de este tipo. Cómo fue a parar mi abuelo a Maracaibo cuando siempre fue un ganadero dueño de hatos en Barrancas del Orinoco, y además con ese rango militar cuando lo único que comandó en su vida fue la mesnada de waraos y criollos peones de las haciendas, es de suyo un secreto familiar que por supuesto nunca me fue contado.
Muerto Gómez, el “Coronel” debiؚó salir corriendo de Maracaibo con su mujer y sus dos hijos –mi padre de un año y mi tia que nació dos días después de fallecer el dictador- primero a una finca en Palitar, y luego a Barrancas. Suponen bien cuando piensan que en esos mundos de Dios (y de malaria, mal de chagas, difteria entre otras muchas enfermedades tropicales) no existía una sola escuela a menos de 300 kms a la redonda.
La educación, por tanto,empezó en el hogar y evolucionó hasta que con seis y cinco años los niños fueron capaces de trasladarse en burro diariamente por dos horas para recibir clases privadas de un masón alcohólico pero muy culto que mi abuelo ( masón también de alto calibre) ayudó a sacar de la cárcel de Ciudad Bolívar a la cual llegó por pescar en el Orinoco usando dinamita. Cinco largos años recibieron clases de este extraño personaje y solo a los 11 años mi padre pudo empezar a recibir clases formales en un liceo de Maturín, lugar al que se mudó solo en una humilde pensión. Corría entonces el año 45 recordado por el golpe a Medina Angarita y la llegada al poder de una Junta de Gobierno encabezada por Rómulo Betancourt.
Con su educación rústica pero claramente superior al del promedio de su edad, le fue fácil que lo aceptaran en bachillerato, y en ese caldo de cultivo en el que la política se fraguaba con una enorme facilidad, se fue haciendo adeco, muy adeco, extremadamente adeco y por siempre adeco. Betancourt se convirtió en una especie de ídolo. Leoni, Prieto y Barrios figuras señeras y guías irreductibles. Mi abuelo, el chafarote inexplicable, jamás vió con buenos ojos esta pasión adolescente desbordada. Es en 1948, cuando los militares dan el golpe a Gallegos, que mi padre con apenas 14 años se inscribe formalmente en AD y desde entonces desarrolla ese odio intransigente hacia el militarismo ramplón.
No quiero aburrirlos con datos biográficos irrelevantes pero basta decir que el cabeza caliente de apenas 16 años participó, con la juventud adeca y unos alzados improvisados, en la toma del Cuartel de Maturín en 1950 con cuyo armamento se pretendía tomar después la Gobernación de Monagas. Fracaso absoluto. Escondites temporales. Enconchado hasta el momento en que pudo llegar a Barrancas justo a tiempo para que su padre lo sacara en una avioneta por el delta del Orinoco hasta Trinidad. En medio de los regaños más feroces y de la censura más amarga a su comportamiento, el “coronel” le recriminó diciendo que era la oveja negra de la familia. Acto seguido el adolescente lo miró con absoluto desparpajo, como quien se entrega envalentonado esperando un merecido cachetón por insolente, y de inmediato espetó:
-En todo caso soy la oveja blanca.
Un año estuvo en Trinidad. Allí aprovechó para aprender un inglés escaso, y de inmediato decidió unirse a una nueva red de conspiradores permanentes que todos los días planificaban una aventura que nunca llegaba.
En el año 51 mi abuelo se muda a Caracas con la familia y compra una casa en La Pastora en la calle llamada “de las quinticas” porque eran las únicas con estacionamiento. Valiéndose de viejas amistades – milicos todos, of course- consigue traer a su hijo para que curse los dos últimos años de bachillerato en el Liceo Andrés Bello con el compromiso formal de que se dedicaría única y exclusivamente a terminar sus estudios. Pero como comprenderán, eso no sucedió.
Enconchando compañeros del partido, usando el multígrafo del liceo para hacer propaganda, cumpliendo misiones encomendadas algunas más riesgosas que otras, lo encuentra el fallecimiento de su padre en 1954. Desde allí, como el hombre de la casa que ya era, le tocó trabajar en el Ministerio de Relaciones Interiores – vaya lugar para empezar- mientras acrecentaba sus actividades políticas. Basta decir que en la casa de La Pastora –en un segundo piso con un cuarto con pared falsa- se encochó Ruíz Pineda, Carnevalli, Pinto Salinas y Sáez Mérida.
Luego de un pitazo salvador, ya con la amenaza cierta de ser apresado por la Seguridad Nacional, mi abuela decide sacarlo nuevamente del país esta vez de manera definitiva, al menos mientras la dictadura se mantuviese en el poder.
Destino final : Brasil.
Exiliado, con unos dólares en la cartera y una maleta llena de incertidumbre y miedo, llega el muchacho a Rio de Janeiro y sin perder tiempo empieza a hacer los trámites para iniciar estudios de medicina, algo que planeó desde los cinco años cuando vio a su hermanita a punto de morir por una fractura que se complicó y de la cual pudo salir con bien por haber recibido justo a tiempo unas inyecciones de penicilina –las primeras llegadas a Venezuela- enviadas, aunque Ud no lo crea, por el propio Presidente Franklin Delano Roosvelt al médico que la atendía en el Hospital de Ciudad Bolívar.
Se inscribió en la enorme y reputada Universidad de Sao Paulo sin saber entonces que la Facultad de Medicina se ubicaba en Riberao Preto, lugar donde se graduó con honores de Médico Cirujano y luego de Gineco- Obstetra, donde conoció a su catira brasileña, donde se casó, donde concibió a mis dos hermanas mayores y donde conoció su amor por el fútbol siguiendo a un equipo segundón –en el que había jugado su suegro- llamado Botafogo de Sao Paulo F.C.
En el 64 , cuando unos gorilas militares dan un golpe de Estado en Brasil, regresa a Venezuela con su catira y sus dos niñas, le toca hacer reválida en la UCV – con rural incluída en Barlovento donde fue concebido quien esto escribe- y luego inicia la Maestria en Salud Pública en la cual obtuvo las mejores calificaciones, aún no superadas desde que se empezó a impartir la mísma. Por supuesto, regresa con su corazón adeco bombeando sueños y esperanzas en los albores de la democracia.
Debo hacer una pausa en el relato para recordar que ese golpe de Estado en Brasil llegó al poder con el nombre de Revolución Militar de 1964 o Quinta República Brasileña (les juro que es cierto), y por supuesto, como toda militarada que bien se precie, hundió al Brasil en un aberrante régimen de tortura, censura, coacción,represión, corrupción, destrucción y pobreza que cada cuatro años intentaba lavar su cara ante el mundo con los prodigios de Pelé primero y el “jogo bonito” después.
Desaparecida la democracia, la feroz dictadura impuso un enrevesado esquema de elecciones de segundo grado en el que se imponían siempre los candidatos apoyados por el régimen. Militarismo puro y duro del más abyecto y ruin. Sin regularidad, pero de cuando en cuando, mi padre volvía a Riberao Preto en ocasión de la reunión anual de egresados, algo a lo que los profesionales en Brasil suelen dar mucha importancia. Demás está decir que cada vez que viajaban mis padres, los ahora seis hijos debíamos acompañarlos al aeropuerto, ver los lagrimones de mi mamá al mejor estilo Corin Tellado, y despedirlos en la terraza del aeropuerto levantando las manos hasta que el avión desaparecía en el horizonte. Lo siento, lo cursi nos viene en la genética.
Debió ser en 1975 o 1976 cuando en una reunión de egresados mi padre escuchó por primera vez hablar de Sócrates, en ese entonces un flaco alto de más de 1,90 mts pero con pies de niña que era estudiante de la facultad y que ya la estaba rompiendo con adivinen quien: el Botafogo de mi abuelo.
Fue a verlo al estadio, no le pareció gran cosa pero, como en todos los viajes, me trajo la revista Placar donde había una pequeña reseña del gigante que acababa de ser el máximo goleador del Paulistao entre las páginas de garotas con las tetas al aire en el carnaval. Yo, un fanático del Flamengo, al que Zico le parecía entonces el nuevo Pelé, tuve las primeras noticias de lo que más adelante sería conocido como el Dr. Sócrates.
Noticias que se harían regulares con cada Placar que religiosamente mi tía brasilera enviaba periódicamente. En efecto, el flaco alto se graduó de Médico Cirujano en 1977 y un año después, luego del Mundial que la dictadura militar argentina compró descaradamente para lavar su cara, el ahora Dr Sócrates fichó con el S.C. Corinthians, el equipo mas popular de Sao Paulo y el segundo de Brasil luego del “Mengao”. Al llegar allí el equipo esperaba salir de una larga sequía de títulos que ya pasaba de 20 años, demasiados para un club de esa categoría, y lo logró obteniendo el Campeonato Paulista en 1979.
En 1981, luego de dos años muy grises, Waldemar Pires accede a la Presidencia del club y contrata como “Director General” a un sociólogo y profesor universitario llamado Adilson Monteiro Alves, un tipo que poco sabía de fútbol pero que impulsaba aquello que más tarde se denominó como la “democracia corinthiana”, una idea casi utópica, romántica pero muy firme en la que las decisiones de toda índole se tomaban a través del voto igualitario de jugadores, entrenadores, personal de limpieza, preparador físico, kinesiólogo y solo algunos dirigentes, entre ellos el propio Monteiro Alves. Las decisiones sobre cual jugador contratar, sobre a qué hora y qué días entrenar, sobre los hoteles en que debían dormir,el sistema de trabajo, las alineaciones en el juego, la repartición del dinero, cual tela usar para las camisetas o en cual estación de gasolina parar el autobús para recargar, se convertían en un acto electoral en el que se contaban los votos y dónde la mayoría simple siempre ganaba.
En este ensayo pintoresco , ingenuo pero respetado por todos , obviamente tenía que surgir un líder que por su formación profesional, por su amplísima curiosidad intelectual y por sus convicciones políticas no podía ser otro sino el Dr Sócrates. Junto a él personajes tan disímiles como el simpático negrito Wladimir, el taciturno Zenón o el galán hippie Casagrande.
Corinthians, un club popular, de los arrabales y populachero, siempre fue antagonista del plutocrático Sao Paulo o el respingado Palmeiras. Obviamente las críticas a este experimento democrático no se hicieron esperar. Buena parte de la prensa los crucificó. Los tildaron de locos, de desordenados, de niños dejados a sus anchas por sus representantes, y lo peor, de anarquistas desenfrenados. Y respondieron de la única forma en que podían : coronándose Campeones en el 82.
Con el juego demostrado, con la calidad, el “jogo bonito” pero efectivo, con los tacos que eran poesía –una marca patentada- y con la visión de juego que exhibía, Telé Santana convocó al Dr Sócrates al Scratch para el Mundial de España en 1982. Y allí, en la mejor selección del mundo de todos los tiempos, repito, la mejor all the time (algo que no quiero discutir), se ganó el respeto de todos y fungió –no podía ser de otra forma- como Capitán de la selección.
En 1983 se acrecienta la figura de Sócrates como un provocador desafiante de la dictadura militar que exhibía en cada juego una banda en la cabeza con mensajes como “el pueblo quiere justicia” o “no a la violencia”. Esa enorme figura, antes callada, empieza a visitar favelas y calles apoyando abiertamente, y pese a la censura, al movimiento “Diretas Já” que exigía elecciones directas. Muchos fueron a las cárceles, pero no se atrevieron con el Doctor.
En 1983 en vísperas de ganar el bicampeonato, el Corinthians enfrentaba al Sao Paulo en el mítico Morumbí y allí, ante 100.000 almas, los jugadores desplegaron una pancarta que decía “Ganar o perder pero siempre en democracia”. Un mensaje más que subliminal: una afrenta directa a los milicos en el poder.

Fue justo ese año cuando mi padre, junto a su catira, volvió a Riberao Preto, y en la consabida reunión anual de egresados conoció al Dr Sócrates. En medio de los whiskyes, en un ambiente distendido, el larguirucho, sabiendo ya de la presencia de un venezolano, abordó a mi papá pidiéndole que le explicara las reglas básicas del béisbol. Mi papá por años intentó explicárselo a mi madre sin éxito, pero haciendo gala de una paciencia “socrática” (nunca mejor dicho) hizo un ejercicio brillante de pedagogía y el flaco quedó más que satisfecho. Y debió ser así porque luego de terminada la reunión lo invitó junto a un grupete a continuar la celebración en su casa.
Recuerdo que mi padre me contó que fumaba como puta presa y tomaba cantidades inverosímiles de licor. Sacó una pandereta y junto con avezados médicos de su promoción sambearon –no sé si este verbo existe- hasta el amanecer. Cuando mi padre – que algo debió contarle en medio de la borrachera sobre mi admiración por él-, decidió marcharse de la parranda extendida, su largo colega lo atajó, le pidió que lo esperara un instante y minutos después le entregó en sus manos una camisa original del Corinthians con su flamante 8 en la espalda debajo de las letras negras con su nombre, y en el frente en perfecto español la frase : “con mucho cariño, para Julito”. Y abajo la espléndida firma con su nombre.
Cada vez que regresaban mis padres de viaje, la emoción – más allá de tenerlos de regreso- giraba sobre el short adidas, los nuevos zapatos de fútbol o la camisa del Flamengo del año, pero jamás podré explicar mi reacción cuando mi padre me entregó la camisa del Corinthians con la rúbrica del Dr Sócrates. Solo puedo decir que me quedé sin habla y dos lagrimones brotaron mientras escuchaba la anécdota de la fiesta. Fue tanta la emoción que mi padre viendo cómo me descomponía, de inmediato soltó:
-Deja la mariquera. Ni que fuera una pelota firmada por Luis Aparicio.

Para volver a la historia, el Dr. Sócrates y su democracia corinthiana se convirtieron en una piedra en el zapato para la dictadura. Cuando esta se vió obligada a llamar a elecciones de gobernadores a finales del 82, los jugadores decidieron cambiar sus nombres en la camiseta y sustituirlos por la frase “ el día 15, vote”. Un llamado histórico a la participación que produjo un resultado también histórico con un nuevo gobernador no oficialista en Sao Paulo y otros varios en importantes regiones del Brasil. El país empezaba a cambiar.
Los más importantes clubes del mundo ansiaban ficharlo y fue la Fiorentina el que lo logró. Antes de irse, en una multitudinaria concentración que reclamaba la elección directa del Presidente, tomó el micrófono y prometió que no se iría a Europa si la dictadura permitía un derecho tan básico como fundamental. La dictadura militar no lo hizo, Sócrates se marchó descorazonado a Florencia, pero en 1985 la presión popular pudo más y fue electo Tancredo Neves en las primeras elecciones libres, transparentes, secretas y directas desde los 60’s.
El flaco volvió al fútbol brasilero. Jugó en el Flamengo, luego en el Santos –el equipo que mi padre admiró siempre- y se retiró, adivinen dónde, en el Botafogo de Sao Paulo : sí, en el equipo segundón que le dio la primera oportunidad.
Fue solo cuando se retiró que el Dr. Sócrates comenzó a ejercer como médico. Entregado a la “bohemía” pero también a todo tipo de causas sociales, se convirtió en un referente de templanza, de valentía, de entereza en la búsqueda de la justicia. Mucho más que un jugador de fútbol. Un desprendido que como mi papá no cobraba al que no podía pagar la consulta y que llegaba a casa con gallinas, conejos (lapas en el caso de mi padre) cada vez que atendía un parto y la paciente no tenía medios para erogar los servicios prestados. Sin duda en esa universidad les enseñaron a ser gente antes que médicos.
A estas alturas no puedo decir con propiedad qué produjo en mí este recuerdo, y qué me llevó a escribir estas líneas. Quizás las ansias de democracia que los dos colegas exhibieron en sus vidas; quizás el repudio a los milicos que los dos colegas cargaron en sus adentros y que comparto a rabiar. Pudo ser también esta calma chicha, este tiempo indescifrable, esta duda absurda de que es inviable una elección limpia en Venezuela, aunque se tenga la seguridad plena de que lo único que verdaderamente desestabiliza a una dictadura es una mayoría absoluta reclamando sus derechos y presionando para que se hagan elecciones creíbles y justas.
En una entrevista el Dr Sócrates dijo que le encantaría morirse un domingo con Corinthians coronándose Campeón, y con solo 57 años el destino quiso que un domingo 4 de diciembre de 2011 el club se hiciera Campeón, el Dr falleciera horas antes del encuentro, y la gente celebrara y llorara al mismo tiempo.
Mi padre falleció a los 81 un día cualquiera de 2015. Su legado más preciado es el valor que sus hijos le damos a la democracia como vía única y posible para recuperar la libertad y reconstruir la República.
Heredamos valores. Heredamos pasiones (Tiburones de La Guiara es una) y heredamos convicciones profundas e inalterables : solo el esfuerzo premia. Dos personas totalmente disimiles, dos seres humanos prendados de virtudes, dos médicos muy particulares con la vocación más extrema por servir, por curar y por mejorar la vida de sus conciudadanos. Dos tipazos que me enseñaron, entre muchas cosas, que:
La democracia si es factible.
Con esfuerzo podemos y debemos alcanzarla.
Y que siempre, por mas obstáculos que pongan los crápulas y sus esbirros, debemos votar.
Prof Julio Márquez Belloube
P.D: una semana después de entregarme la camisa del Corinthians, mi padre me regaló una pelota firmada por Luis Aparicio.
Curadas / Vía Jesús Peñalver
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Artículo impecable, la relación política deporte y estudios profesionales durante la narrativa, resalta los principios democráticos de dos personas que en lo común no solo la medicina. Los unió realmente La libertad
Gustavo, nos alegra mucho que te haya gustado. Gracias por comentarlo.
Muy narrativo tu escrito, donde recuerdas con un amor especial a esos dos seres tan importantes para ti, sobre saltando a ese ser q te trajo al mundo. como lo fue tu papá. ME ENCANTO