Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo
(Continuación)
Son varias las especulaciones que han venido emergiendo a flor de agua, poniendo en entredicho el venteamiento huracanado sobre la idea manejada a conveniencia de terceros, sobre una escalada de tensiones propiciadas entre Venezuela y Guyana por la disputa territorial del Esequibo, afirmando incluso, la presencia esgrimida de un forzoso eslabón como crisis derivada de las causas y efectos que se vienen manejando en el entorno internacional. Como complemento, han sido varias las formas en las que se ha intentado por parte del país vecino, el llegar a negar los cambios suscitados entre la realidad del escenario que se amartilló, como contexto inmutable y seguro desde el momento en que se introdujo la demanda ante la Corte Internacional de Justicia contra este país, y la sensata realidad que se ha suscitado a medida que han pasado los días en favor de Venezuela, aun cuando éste no ha sabido o no ha querido aprovechar en su verdadera dimensión, las propicias oportunidades presentadas en favor del tema que nos atañe.
Continúa vigente a criterio del suscrito, la deletérea cultura del protagonismo y del beneficio político particular, que apunta como factor primario a los intereses de una tolda gubernamental, manifestándose ésta con políticas y acciones que se proyectan por encima del interés nacional, como si ello fuese un asunto de Estado, hecho que en definitiva amerita una profunda revisión, reflexión y más que cambios, transformaciones pertinentes.
El Gobierno de Guyana ha venido persiguiendo el ideal de una existencia ya preconcebida e irreversible, ajustada por supuesto a sus intereses en medio del vacío que confronta, al no tener como sustentar la titularidad del territorio usurpado, lo cual se ha centrado por la vía judicial en la validación del Laudo Arbitral de París de 1899, pretendiendo aislar la suma de hechos aberrados que conllevaron a dicha decisión, y con ello, ha sido latente la ignorancia demostrada por la mayoría de sus instituciones sobre la realidad geohistórica que se ha intentado ocultar, en el que no se ha comprendido que ninguna especulación por continua que sea en su manejo cual falso positivo, se ha sostenido en el tiempo entre lo que se hace y se deshace, y lo que realmente interesa a las partes involucradas, tomando en consideración las piezas que se mueven en el tablero estratégico global y regional, no es necesariamente lo que se puede prever con certeza, aunque hay una sustancial diferencia, y es que Venezuela ha consignado las pruebas fehacientes sobre la pertenencia jurídica del Estado Guayana Esequiba.

Y es el en el tiempo geohistórico propio de los siglos XIX, XX y XXI, que cada uno ha estado inmerso en una fase de eventos distintos y ajustados a las épocas, en el que lejos de conformar un escenario pesimista ante las circunstancias ocurridas que conllevaron a la situación reinante de hoy en día, arribaron recientemente a una nueva fase colateral a partir de la Reunión de Argyles del 2023, panorama que ha ido inclinando la coyuntura diplomática hacia un momento de extrema prudencia y evaluación de las oportunidades surgidas para el país, creando por un lado, un piso abstracto de transición hacia nuevos dilemas en el campo geopolítico, geoeconómico y geoestratégico de Venezuela, que se han ido enlazando bajo una arquitectura compleja y presionada por necesidades e intereses sobre los recursos existentes de parte de países del primer mundo, y por otra parte, se ha generado la apertura orientada al incremento de una mejor comprensión tanto nacional como internacional, sobre la historia pasada y reciente del país hacia los ámbitos del interés nacional tanto político como social. Sin embargo, ello no ha sido, no es, ni será suficiente.
En continuidad al contexto anterior, y a raíz de los eventos ocurridos en el que aún continúa manteniéndose el statu quo de reciente data de la disputa territorial, dado que mientras el Tribunal Internacional de La Haya prosigue con el proceso jurídico sustentado en la demanda contra Venezuela, el Gobierno de Guyana continúa explotando y comercializando los recursos petroleros existentes en los espacios acuáticos del Atlántico venezolano para su propio beneficio, aunado a las concesiones mineras y forestales otorgadas a empresas transnacionales de terceros países, y Venezuela, se encuentra dinamizando su estrategia de acción en el marco de una bifurcación, dado que internamente está inmiscuida en un complejo proceso electoral que ha levantado una sensible polvareda nacional, y externamente, no se ha reflejado cambio alguno del Estado venezolano en cuanto a la actuación de la instancia jurídica internacional, la cual sigue considerada como un ente impreciso, en el que su estructura de “baja confiabilidad y poco equilibrio” en el ejercicio de sus funciones, persiste ajustada en forma disipativa a los intereses internacionales del momento, en especial a los del Secretario General y de los países que conforman el Consejo de Seguridad de la ONU, desplazando discretamente sus iniciativas a un campo de actuación y decisión en forma irreversible, bajo la posibilidad de acometer el otorgamiento silente de un fallo contrario a los principios éticos, por supuesto, como privilegio a ser concedido como parte de los afanes creados.
Ante la posibilidad de estructurar lo antes señalado en el marco de una teoría conspirativa, constituyendo una apreciación que se ha enmarcado por varios expertos como posibilidad indefinida de ocurrir, también es sensato manifestar, que la realidad prospectiva sustentada en hechos y no en perversas manipulaciones, ha venido apuntando cada vez más y con mayor fortaleza en favor del Estado venezolano, situación que ha incomodado y preocupado al Gobierno del país vecino, considerando la apertura y el interés actual a nivel internacional en una sólida participación geoeconómica, hecho que adquirirá mayor pero no definitivo equilibrio, una vez realizado el fallo por parte de la instancia jurídica internacional, en el que el Gobierno de Guyana tendrá que participar indefectiblemente en la mesa de entendimiento, NO de negociación, con el Estado venezolano, para llegar a una solución aceptable, práctica y satisfactoria, en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966.
Bajo la lupa del señalamiento anterior, se ha generado un evidente contraste en el que Venezuela, a criterio del suscrito, puede y tiene hoy más que nunca, la posibilidad de disipar el efecto de estos riesgos de comportamientos claves dependientes de terceros, transformando la situación de esta disipación jurídica engranada geopolítica y geoeconómicamente con el mundo exterior, en estructuras muertas que tiendan a no representar posibles abrojos en contra del país, advirtiendo y vigilando la raíz de la actuación individualizada y manipulada en forma tergiversada por el Gobierno de Guyana, cuyas ramificaciones pluralizadas bajo la óptica destructiva del país vecino contra Venezuela, podrían no solo abordar la médula neurálgica de las escabrosas actuaciones vecinas, sino también, establecer posibles coherencias con ajustadas actuaciones de corto, mediano y largo alcance, todo concertado y acoplado a lo que establece el Acuerdo de Ginebra de 1966.
Para ello, es necesario entender que debe buscarse a como dé lugar que pierda efecto la irreversibilidad pretendida por Guyana, en cuanto a la continuidad o Segunda Parte del Laudo Arbitral de París, la cual se acompaña cual iceberg, manteniendo perversos instrumentos de actuación, como lo han sido las empresas transnacionales que laboran en el espacio geográfico integral del esequibo, aunado a las posiciones adoptadas por los gobiernos de países no aliados y los supuestos “aliados” de Venezuela, por lo que la arquitectura de las nuevas estructuras que puedan romper las maniobras realizadas con desespero por el país vecino, deben realizarse con ahínco, continuidad y perseverancia por el Estado venezolano, de manera que el desorden pretendido por el Gobierno de Guyana tendiente a la conformación de un caos, sea revertido y neutralizado con el menor riesgo posible. De hecho, ya Venezuela dio un paso firme presentando la Contramemoria en el Corte Internacional de Justicia el pasado 8 de abril del 2024.
El conjunto de acciones venezolanas en los campos diplomático, político y militar, considerado hasta aquí como tendencias aisladas frente al uso descomedido e ilícito del poder estructural, situacional y táctico del Gobierno de Guyana, debe constituir de hoy en adelante, un nuevo sistema indivisible, fusionado y engranado con preparación gradual para atender con carácter de reversibilidad, todos los eventos generados desde la creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777, hasta el concurso espontáneo de todos los esfuerzos realizados en estos tres últimos siglos, con miras a una verdadera madurez que refleje la conexión entre la naturaleza y el destino del Tratado de Ginebra de 1966, que en apariencia no había sido suficientemente apreciado ni por el Gobierno de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, ni de Guyana, ni por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, por lo que se requeriría sobre todo, el lograr definir convenientemente tanto en la Corte Internacional de Justicia como en los actores involucrados en la decisión arbitraria que se ejecutó en contra de Venezuela, el reflejo de clara aceptación ética y no de manipulación del espíritu fundamental de la disputa territorial, con el compromiso adquirido en el fondo del Acuerdo, que dividió prácticamente la disputa territorial en el “antes” y el “después” de la firma de la citada obligación jurídica internacional.
La complejidad de lo anteriormente indicado radica, en que el organismo jurídico internacional decidió abocarse convenientemente a sus intereses, sobre todo en cuanto a lo que aconteció antes de la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, sin embargo, el proceso de acontecimientos surgidos para la aceptación de la firma del citado compromiso, ocurrió a partir de 1962 ante la Organización de las Naciones Unidas, en el que el Gobierno de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se involucró de lleno con el Gobierno de Venezuela para llegar finalmente en 1966 a la firma del documento excluido “por ahora” en la Corte Internacional de Justicia, cuya sumatoria de eventos no han sido mencionados en su amplia extensión, y tendrían obligatoriamente el peso ineludible en el proceso de evaluación del Tribunal Internacional de La Haya, consideración que pudiese generar un valor agregado de enorme peso en favor de Venezuela, dado que no puede olvidarse que la razón por la que nació precisamente dicho Acuerdo de 1966, provino alineado con el reconocimiento venezolano sobre la nulidad del Laudo Arbitral de París de 1899, lo cual fue firmado como reconocimiento tácito de parte de Gran bretaña y posteriormente de Guyana. ¿O es que hubo otra interpretación distinta?
Como puede distinguirse en el párrafo anterior, la preponderancia continua, y a la vez lógica y veraz del punto de vista tanto histórico como social que ha venido afrontando Venezuela sobre esta disputa territorial, la ha caracterizado cada vez más, con tendencia a la posibilidad de inmiscuirse en la búsqueda de acciones que apunten a la estructuración de escenarios positivos, en el que se ha tenido una mejor capacidad de asimilación de los fenómenos geohistóricos ocurridos y de los eventos que se vienen suscitando hoy en día, pudiendo ser estos repetitivos en el tiempo como parte de la política nacional ante la comunidad internacional. Para comprender bien el espíritu de fondo del señalamiento efectuado, cuyo resultado viene apuntando cada vez más a un desarrollo sistemático, Venezuela ha logrado escalonadamente echar una mirada sobre el conjunto de eventos que han dado su marcha natural sobre una arquitectura cada vez más proactiva sobre la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, adquiriendo mayor sentido de pertenencia, en el que se ha venido incluyendo a la comunidad que allí habita, apreciando ésta así cada vez más, su identidad fundamental.
De allí que la tendencia correcta sobre la situación actual, debería apuntar a una transformación de forma y de fondo, en el que la forma de acción más propicia sobre el tablero estratégico diplomático y geopolítico regional que envuelve la disputa territorial del Esequibo, debía encaminarse con pasos firmes e intensos, hacia la continuidad de las acciones que habían iniciado su manejo, con cierta pasividad y limitación tanto en el siglo pasado y más aún en el presente, razón por la que la vía reciente tendiente al supuesto incremento de las tensiones entre ambos países no pareciese apuntar a que ello constituye la mejor solución, ni es tampoco el escenario más acertado.
El Estado venezolano debe comprender a fondo el señalamiento anterior, y por ello debe asumir a como dé lugar, el liderazgo diplomático sobre la materia, de manera que de una vez por todas se le dé quiebre final a este paradigma que luce totalmente sintético, por lo que es necesario que se evalúe cada una de las variables que dinamizan actualmente el entorno nacional e internacional del país. Lo que está a la vista no necesita anteojos, y menos que venga un tercero a manifestarle al país, que la miopía latente en el horizonte ocular del venezolano, no le permite visualizar y actuar con certeza ante la bifurcación que se le ha venido presentando.
Durante esa fase en particular, que en opinión del suscrito ha sido mal apreciada hoy en día, como consecuencia del sensible descuido fronterizo manejado durante varios años por el Estado venezolano, por lo que hay que estudiar principalmente el trasfondo que envuelve a la población esequibense, en el que se exacerba la marcada interacción sociopolítica y socioeconómica enlazada con el gentilicio nacional que habita en el territorio nacional, particularmente quienes hacen vida en los Estados Bolívar, Delta Amacuro, Sucre y Amazonas, razón por la que la Nación venezolana debería actuar y desenvolverse en forma continua, con plenitud y homogeneidad, de manera que el tiempo de inversión con acciones paralelas a las que se manejan en el campo de la seguridad, defensa y desarrollo integral de la Nación, permitan que se sienta cada vez más la presencia nacional en todos los ámbitos del interés nacional, y ello tenga cada vez más, el mayor efecto ascendente, mental y social, que conlleve a una consecuencia espontánea de esta simplificación a dicha comunidad, y que la razón restrinja cada vez más el dominio erróneo y perverso del Gobierno de Guyana, dejando desarrollar gradualmente el sentimiento universal de la comunidad que habita en el Esequibo, que hasta hace poco era casi insignificante para el Gobierno vecino. Esa sería una extraordinaria forma de acción en franco aprovechamiento del vacío incisivo existente en el vigésimo cuarto Estado venezolano, denominado hace poco Estado Guayana Esequiba.

Por imperfecta que deba parecer ahora tal manera de actuar, importa mucho acoplar firmemente la condición presente del espíritu humano que envuelve hoy por hoy al ciudadano esequibense, reconociendo convenientemente a través de una de las caras de la moneda, que todo aquello ocurrido durante largo tiempo, fue parte eminente de los pensadores ingleses, quienes en respuesta a sus apetencias de poder y expansión territorial, decidieron jugar de algún modo a ser “Dios”, y aprovecharse con su propia disposición natural tendiente a la superioridad, para subestimar y acorralar el ingenuo salvajismo con el que calificaron a los venezolanos, incluyendo a los esequibenses como parte ineludible del gentilicio nacional, y más aún, cuando esta ignorancia se hallaba combinada de momento con la pasión nacionalista pronunciada y ocupada en sus luchas internas.
En ese contexto, el Gobierno de Guyana ha pretendido copiar dicha inclinación histórica, intentando insultar una vez más la inteligencia del venezolano, continuando con la siembra de falsos positivos que le han permitido ocultar con el apoyo de terceros, la realidad que más temprano que tarde emergerá nuevamente con una realidad muy distinta. Ello ha sido precisamente el efecto molesto que viene afrontando ese país, al verse ante un escenario en el que vaya a quedar al desnudo, con todas las patrañas creadas y confabuladas, en las que le mintió al mundo sin basamento jurídico alguno que sustente la quimérica posición adoptada.
Ello constituye una bandera en positivo que enarbolará la posición venezolana ante la opinión pública internacional, razón por la que no se debe continuar cayendo en el juego actual. Así como Guyana ha dado escabrosos pasos, también Venezuela eventualmente ha estado cayendo con eventuales fluctuaciones en ese juego estéril, pero aún está a tiempo de realizar rectificaciones adecuadas.
Un claro ejemplo de lo que viene sucediendo, se visualiza en la manipulación amarillista que se le ha pretendido dar a la situación actual, en el que recientemente el Gobierno de Guyana, fue felicitado por el Gobierno de los Estados Unidos de América ante el arribo a los cincuenta y ocho años de independencia, calificando al país como socio confiable en materia petrolera. Y yo le pregunto a Venezuela: ¿esa manipulación escrita en forma amarillista ante la prensa internacional, tiene que molestar en algo a los venezolanos? Por supuesto que no, dado que, es totalmente cierto que Guyana celebró su independencia, reconocida por Venezuela desde su inicio en 1966, cuyo territorio se corresponde desde la medianía del río Esequibo al este, y con las reservas respectivas sobre el Territorio Esequibo.
Adicionalmente, Guyana tiene petróleo en los espacios acuáticos de su territorio ubicado al este del citado río, y en ninguna parte de los escritos aparece que el Gobierno norteamericano ha hecho referencia a los espacios acuáticos ni al territorio ubicado al oeste del río Esequibo, intentando señalar a estos como áreas geográficas pertenecientes a Guyana, ni tampoco se hizo mención alguna al petróleo que existe en esa región en disputa con Venezuela. Ese vacío tóxico manejado por distintas mentes perversas, ha perseguido crear una imagen intuitiva en los lectores, que se forma obviamente con otros fines mediante las colisiones de distintos momentos causales, en aras de estructurar posibles desafíos y tensiones. He aquí la siniestra manipulación amarillista que ha intentado poner al relieve del tablero estratégico regional, las posibilidades de un escenario inadecuado que genere interpretaciones oscilantes y confusas en perjuicio de Venezuela, creando falsos positivos como parte de la asimetría que intenta adjudicarse el Gobierno de Guyana ante la comunidad internacional.

Igualmente ha venido sucediendo entre Guyana y Brasil, en el que recientemente, a raíz de las extracciones petroleras que ha venido efectuando el vecino país del Este con las empresas trasnacionales de terceros países del primer mundo, resulta que hoy en día se ha iniciado la queja por el vecino país del sur, en el que acusa a Guyana de explotar petróleo que le pertenece a Brasil.
¿Y es que esa actuación es verdaderamente sorpresiva, cuando se viene efectuando dicho escamoteo contra Venezuela desde hace varios años con la complacencia y el silencio de terceros países, lo cual incluye también a Brasil?
Indistintamente de las manifestaciones y actuaciones originadas por los gobiernos de otros países, se le sugiere al Estado venezolano no caer en estas provocaciones inútiles, cuyas bifurcaciones emergen con fines inadecuados, sino más bien, actuar con verdadera autodeterminación y discernimiento acorde a los verdaderos parámetros que ameritan la diligencia de todo un país y con mucha altura, sobre un tema de Estado como lo es la presente disputa territorial, de manera de neutralizar las ambigüedades manejadas cobardemente detrás del telón, en el que el poder y la traición constituyen el reflejo de estos en un mismo espejo, y así, avanzar con audacia y perseverancia teniendo como norte, que “el sol que brilla en Venezuela, nace en nuestro Estado Guayana Esequiba”.
Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata
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