Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, Fase XXIII, Entrega 233

Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo

(Continuación)

La sensible divergencia con distensión que se viene entretejiendo con miras a la conformación de un forzado desorden, aunque algo fluctuante, sobre la disputa territorial del espacio geográfico integral del Esequibo, permite emerger hoy en día una situación clave para el Estado venezolano, que dimensiona el proceso de mala fe iniciado hace varios años contra el país por el binomio Secretario General de la ONU – Gobierno de Guyana, en el que se requiere la evaluación y reordenamiento de las variables que conforman la ecuación matriz que dinamiza el contexto geopolítico actual en la región.

Esta situación se fundamenta por un lado, en la geometría jurídica-matemática descrita anteriormente por el suscrito, “que sustenta una y otra vez, que por única vez”, cada uno de los hechos geohistóricos ocurridos
desde la creación de la Capitanía General de Venezuela de 1777 hasta los eventos ocurridos antes de la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, no le conceden determinismo ni solidez alguna al país vecino, para orientar sus acciones ante la Corte Internacional de Justicia, mediante la aceptación del lineamiento legal pretendido como ”cosa juzgada”, y en consecuencia, mucho menos pensar en la posibilidad de obtener la validación del Laudo Arbitral de París de 1899.

Adicionalmente, una segunda situación apunta a la reversibilidad del caso en favor de Venezuela, al tener los elementos probatorios que diluyen consistentemente en la propia miasma guyanesa, la exhalación de la pretendida irreversibilidad, que ha intentado ocultar y falsear la realidad que emerge una y otra vez a flor de agua ante la comunidad internacional, tratando de ocultarse las aberraciones ocurridas en el ayer como producto de las imposiciones colonialistas, y de hoy, con los ilícitos que ha venido cometiendo cual Estado profundo, por lo que la mejor forma de acción que tiene inalterablemente en sus manos ese gobierno hoy en día, es ajustarse al Acuerdo de Ginebra de 1966 antes que le sea demasiado tarde, y llegar a un claro y definitivo entendimiento con Venezuela sobre el arribo a una solución aceptable, práctica y satisfactoria para ambas partes.

Por supuesto que suelen haber otras ramificaciones que podrían tender a complementarse, sin embargo, es necesario considerar que hoy por hoy, existen de ambas partes (Venezuela y Guyana), elevados niveles de sensibilidad ante los intentos de ruptura de la simetría que se manejaron como parte de la política exterior, tanto acertada como erróneamente en diferentes aspectos, en el que los campos geopolíticos y geoeconómicos ajeno a estos dos países, originaron fuertes perturbaciones que han estado incidiendo durante años en forma azarosa y hasta indeterminable, siendo el virus patrocinador, el esparcimiento de las consecuencias derivadas por el descubrimiento del petróleo en los espacios acuáticos del Atlántico correspondientes al Estado venezolano Guayana Esequiba, en el que se exacerbó el interés frontal de grandes empresas transnacionales que obtuvieron del Gobierno vecino, ilícitas concesiones a conciencia de la ilegalidad de dichas acciones.

Adicionalmente se le agrega a lo antes señalado, el alargado conflicto de Rusia con Ucrania, con la intervención colateral de la OTAN, incluyendo el conflicto actual del Medio Oriente, en el que se han venido generando acomodos y estrategias que garanticen el suministro petrolero confiable y seguro a países
del primer mundo, incluyendo el de gas natural, resaltando como caso especial en materia petrolera el Gobierno de los Estados Unidos de América, y de gas natural, varios países de Europa, sumándose a ello, el interés geopolítico de países del primer mundo con ideologías políticas distintas, quienes apuntan escalonadamente sus estrategias a la inserción de sus tentáculos, con miras a la recuperación de los recursos naturales existentes en los espacios geográficos de Suramérica.

Los intereses encontrados en el marco de estas tendencias actuales, que revisten un carácter vital en el tablero estratégico mundial y regional, conllevan a la necesidad de una continua evaluación sobre los factores que constituyen hoy en día el centro de gravedad de la situación reinante, o más bien de posibles
talones de Aquiles, que con sus agitaciones pluralistas en diferentes ámbitos, podrían tender a la ruptura del frágil equilibrio como producto de la asimetría que favorecería los intereses levógiros de Guyana y sus
aliados, en búsqueda de fortalecer la inexistente y pretendida irreversibilidad geohistórica y geoeconómica, cuya forma de buscarla pero difícilmente encontrarla, sería mediante el enlace de la inestabilidad inherente a la dinámica de las relaciones internacionales actuales y colaterales con la erogación de atractivos incentivos, que engranarían posiblemente en satisfacer intereses personales de diferentes actores claves, cuya ventana del imaginario la deja el suscrito en manos de cada uno de los lectores, en las que Venezuela mediante un toque importante de timón en cuanto a su actual y rígida política exterior, podría abandonar dicha posición improductiva, y ejercer un liderazgo acorde que le permita neutralizar dichas pretensiones extranjeras en la región. Ello radicaría en la voluntad nacional de ser pragmático y atender tanto la disputa territorial como la situación país, enmarcando a estos asuntos misantrópicos en un espectro manejado a nivel de Estado y no únicamente de colores partidistas.

El Gobierno de Guyana de acuerdo a las investigaciones realizadas, está inmiscuido actualmente en un campo de preocupación y de incomodidad, al verse acompañado del efecto molesto que le ha traído precisamente la reversibilidad jurídica-matemática que el Estado venezolano ha logrado en el tiempo sin la necesidad de generar falsos positivos, mientras que el país vecino ha venido aparentando la supuesta aceptación internacional a su favor, que ha sido exclusivamente por los recursos energéticos, mineros y forestales allí existentes, que le pertenecen a Venezuela y no a Guyana, lo que coloca hoy en día a ese país en una dimensión intrínseca que no se exterioriza por razones obvias la realidad geopolítica y geoeconómica que afronta, en el que la balanza tendiente a evaluar cada vez más la necesidad de llegar a un entendimiento con Venezuela ante su alejamiento de la pretendida irreversibilidad socio-jurídica manipulada, adquiere mayor probabilidad de ocurrencia, mientras continúan los aparentes procesos de normalidad que NO han cambiado en nada el statu quo desde la Reunión de Argyles. He aquí donde se coloca al relieve una vez más, el soporte sobre la contradicción entre las oportunidades de Venezuela y su extraña política exterior, que ha sido manejada en el marco único de discursos políticos, los cuales son necesarios, pero definitivamente insuficientes.

Un coeficiente de difusión permanente de acciones, que sea inverso al tiempo invertido entre el proceso jurídico, que se lleva actualmente en la Corte Internacional de Justicia y las fluctuantes acciones promovidas por el Gobierno de Guyana, requiere la presencia y evaluación permanente de la política exterior y de las acciones que emprenda Venezuela, en el que lo señalado hasta ahora por el suscrito, no constituye una simple tendencia señalada a dedo con elevada probabilidad inequívoca, como si ello fuese una regla sine qua non, dado que en todos estos procesos internacionales como le ha venido ocurriendo al Estado venezolano, ante la coyuntura energética mundial vs. la disputa territorial del Esequibo en toda su extensión geográfica, geopolítica, geoeconómica y geoestratégica, que a pesar de haber sido excelentes oportunidades las que se les ha presentado, éstas han sido subutilizadas o desaprovechadas, razón por la que los procesos no ajustados a un equilibrio con inclinación a un posible desorden como lo ha manejado el Gobierno de Guyana, dan también cabida a señales irregulares que no se pueden descuidar, aunque las probabilidades apuntan a escenarios diferentes. De hecho, la estrategia militar de Suntzu manifesta: “En medio del caos, también hay una oportunidad”, y agrega también, “el enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado”.

He allí en todo lo señalado hasta ahora, donde debe considerarse el valor y verdadero peso de las divergencias mencionadas a inicios del presente artículo, los cuales revelan por un lado, la clara y determinante predicción de la reversibilidad sustentada en pruebas fehacientes a favor de Venezuela sobre la recuperación del territorio disputado con Guyana, en el que la irreversibilidad pretendida como “cosa juzgada” ha perdido el peso específico y la valoración concedida al momento de haberse introducido la demanda contra el país, desde el momento en que fue entregada la Contramemoria venezolana en el Tribunal Internacional de la Haya; sin embargo, no deben descuidarse las acciones colaterales necesarias, con miras a las posibilidades engranadas sobre algunos antecedentes manejados en la instancia jurídica internacional, en el que a pesar de la jurisprudencia existente y de los basamentos que ella misma ha sostenido sobre casos anteriores, la inserción de otros intereses se han entremezclado tácitamente, lo cual no exime al caso actual de Venezuela con Guyana. Los sustentos sobre una teoría conspirativa no pueden eludirse ni subestimarse en esta dinámica actual.

Ahora bien, bajo esta realidad, en el que se tiende a instaurar un papel constructivo muy importante, tanto el Gobierno de Guyana como la Corte Internacional de Justicia, saben muy bien, que en sus intentos inconvenientes y contraproducentes, deben abocarse exhaustivamente a la evaluación de los fundamentos dinámicos, y no solo jurídicos, que conforman la tendencia irreversible como pilar incisivo y neurálgico de la demanda guyanesa contra Venezuela, lo cual debe apuntar por los momentos, a dos bifurcaciones enlazadas como posibles soluciones, siendo éstas el proceso de entendimiento de Guyana directa y bilateralmente con Venezuela en el marco del Acuerdo de 1966, y la decisión a dictaminarse por la instancia jurídica internacional con las pruebas entregadas por Venezuela, en la que una decisión radical escaparía de lo establecido en el citado Tratado de Ginebra, hecho que en opinión del suscrito, asoma desde ya, la válida comprensión sobre la muy acertada inserción de la reversibilidad y no de la irreversibilidad como lo pretendió Guyana desde el año 2018, además de demostrarse con ello, el inadecuado asesoramiento servido al país vecino sobre el litigio en sí, como producto de la inclinación a las aproximaciones jurídicas establecidas, que en definitiva no fueron manejadas en un plano determinista y sensato, cónsono a la suma de pruebas existentes y que Venezuela ha consignado ante el Tribunal Internacional de La Haya.

Guyana actuó “poniéndole un cuchillo a su garganta y no refrenó en lo posible su apetito geoeconómico, codiciando los manjares delicados que no le pertenecen ni le corresponden, convirtiéndose ello en el tiempo en pan engañoso, razón por la que tendrá que volcar su desubicada voracidad y llegar a un claro entendimiento con Venezuela”. Más claro una vez más, imposible.

La pregunta matriz que acompañaría en principio a la situación antes planteada, conllevaría a la necesidad de ir visualizando desde ya, diferentes cuestiones de forma y de fondo, considerando la situación futura desde el mismo proceso en el que el Gobierno de Guyana le haría entrega a Venezuela del Territorio que le pertenece, lo cual no puede pasar por alto los otorgamientos ilícitos realizados a las empresas transnacionales, con el silencio complaciente de varios países aliados, para la explotación y comercialización de diferentes recursos energéticos, mineros y forestales existentes en los espacios acuáticos y territorio continental del Esequibo.

En este contexto, una nueva ecuación matriz se estaría estructurando con nuevas variables que deben inmiscuirse en la relación futura con Guyana, por lo que el país vecino, debe abandonar su prosaica actuación, sustentada en la viscosidad de una serie de hechos que se han manejado a través de terceros acoplados a los intereses de los recursos allí existentes, y a la difusión informativa de una serie de manipulaciones y acciones encaminadas a través de la diplomacia cañonera, en la que se han fundamentado repetitivamente otros gobiernos.

La imagen del mundo ante las circunstancias que han emergido enlazadas con los actuales escenarios de conflictos y de los niveles de crisis por la complejidad que atañe la disponibilidad de los recursos, permite señalar, que cada movimiento realizado aisladamente por los países del primer mundo, ha venido abarcando un escenario de aparente y simple comprensión, pero la complejidad ha entrado en juego cuando se han entremezclado diferentes elementos primarios que atienden los intereses geopolíticos, geoeconómicos y
geoestratégicos globales y regionales.

Y tan igual lo ha sido en este caso, al pretenderse que la irreversibilidad jurídica como estrategia fundamental de Guyana ante la Corte Internacional de Justicia sea considerada como válida, cuando la realidad es que existe un elevado número de elementos en juego contrarios a su señalamiento, lo cual coloca a Venezuela en una posición de total inaceptabilidad sobre las aberraciones planteadas, dado que además del carácter “obligatoriamente reversible” que sí se ha fundamentado con pruebas y no con falsos positivos por éste país, derroca el planteamiento de Guyana que ha sido manejado, forcejeado y presentado originalmente en una escala trivialmente inane y elemental, sin considerar a la variable direccional cuyo efecto se ha traducido en una inestabilidad regional, y que ha sido propiciada como el mayor ruido pretendido por el Gobierno vecino, a expensas de la opinión pública internacional y de las regalías otorgadas a terceros, con recursos ajenos a costillas de todos los venezolanos.

También, la tendencia actual del Gobierno de Guyana, sustentada en los ingresos ilegales provenientes de la explotación y comercialización petrolera, minera y forestal, constituye la sumatoria de una serie de variables, que se han centrado en el fortalecimiento financiero de una minoría, aunado a la complacencia de otros mediante el otorgamiento de licitaciones ilegales, conllevando al distanciamiento sistemático de los estratos sociales, que serán trampeados en cuanto a sus participaciones, en alineación a los señalamientos congruentes que en su época realizó Platón, manifestando que la mayoría de los estratos sociales guyaneses de hoy en día y del futuro inmediato, no participará en las actividades propias del gobierno, porque éste último irá descubriendo cada vez más, otras formas en cuanto a gastar los recursos con la consecuente corrupción de las leyes. Cuando más crece el apetito por la riqueza, más se menosprecia la excelencia por una gestión de Estado adecuada. En este contexto, la única condición para gobernar en Guyana, estará enmarcada por la riqueza ajena, de tal manera que el futuro Presidente de ese país y la mayoría de sus funcionarios, no tendrán ninguna formación para cumplir acertadamente con sus verdaderas funciones. Un marcado desorden es lo que se aproxima a ese país, con miras a un posible caos interno.

Así como un cuerpo enfermizo necesita solo de un pequeño estimulo externo para volcarse hacia la enfermedad, e incluso sin las incidencias del factor externo, le viene estallando escalonadamente a Guyana como alteración configurada, sobre el producto del desorden interno que apunta cada vez más, a una revuelta de mayor o menor magnitud, tal como se ha venido advirtiendo. Ese es el camino por el que se ha ido desmembrando el Gobierno de Guyana, y Venezuela es país vecino de ella, razón por la que debería propiciarse con miras a este futuro inmediato, el fortalecimiento y la presencia de un mayor liderazgo regional por parte del Estado venezolano, y no mantenerse en una onda de atenciones a eventos estériles con tintes desafiantes y fundamentos vacíos, que se enmarcan en una simple y ordinaria astucia regional, con miras a una actuación política desbocada.

Así pues, ha quedado una vez más al descubierto, que todas las explicaciones dadas, desmoronan con sustentación multiaxial las pretensiones guyanesas, en el que los apuntalamientos pretendidos van cayendo solos, porque las investigaciones realizadas han ido avanzando cada vez más hacia apartados escenarios, en el que se exacerban las pretendidas manipulaciones y evasiones del pasado sobre la realidad geohistórica del asunto objeto de estudio, así como también, afloran los hechos irrefutables que estuvieron manejados en el pasado como inaccesibles a la inteligencia y racionalidad de la comunidad internacional, que se había acostumbrado gradualmente, a la adaptación en franca conveniencia, de los planteamientos realizados por el Gobierno de Guyana, razón por la que estos serán sustituidos irrevocablemente con cimientos más eficaces y más en armonía con la soberanía e integridad territorial de los venezolanos.

Venezolanos todos: el verdadero espíritu de esta disputa territorial, ha pretendido además de usurpar lo que ya había prevalecido en la mente y el corazón del gentilicio nacional desde la creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777, refutar hoy en día por la vía de la legalidad internacional, la validez de la citada usurpación, hecho que jamás le será reconocido al Gobierno de Guyana, porque sencillamente carece de fundamentos jurídicos, geohistóricos, y geográficos, lo que le recordará continuamente y por siempre al citado país vecino, sobre la obligante e ineludible necesidad de recurrir a la participación directa con el Estado venezolano en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966, para lograr un entendimiento que No se ha querido entender, incluso evadir durante años, de manera que no le quede duda alguna en que ”el sol que brilla sobre Venezuela, nace en nuestro Estado Guayana Esequiba”.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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