Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo
(Continuación)
El marco de actuación e intervención del Estado venezolano sobre la disputa territorial esequibense, ha venido centrándose cada vez más, sobre la deontológica necesidad de evaluar multifacéticamente, la dinámica propugnada en torno a los diferentes eventos que se han ido suscitando interna y externamente en el país, sumatoria de hechos y acciones que requieren la aguda visión nacional, casi microscópica, a propósito de introducir, modificar y/o mantener en la ecuación matriz estratégica respectiva, cada una de las variables que la conforman con los valores específicos de acuerdo a sus incidencias, en el que por un lado, la confrontación entre la aspiración hacia la irreversibilidad que ha pretendido Guyana ante la Corte Internacional de Justicia vs. la reversibilidad jurídica-matemática introducida con las pruebas irrefutables a favor de Venezuela, se encuentra afectada silente pero con sensible perceptibilidad por el factor tiempo, cuyo efecto calculado con base a que la posición guyanesa en el corto o mediano plazo, no podrá sostenerse más sobre perversas acusaciones y falsos positivos como lo ha venido haciendo consuetudinariamente, repitiendo una vez más, sus versiones sin sustento demostrativo alguno ante la comunidad internacional, tal como ocurrió esta semana ante la Organización de las Naciones Unidas, lo cual fue desmentido categóricamente, y por otro lado, el peso de las múltiples variables geopolíticas que se han venido conjugando a nivel global y regional, abriendo silentes y tácitos surcos tendientes a posibles escaladas de tensiones ante las apetencias sobre los recursos que dispone el país, incluyendo la parte del territorio nacional usurpada en 1899, han propiciado cual Caja de Pandora, una miscelánea amalgamada de elementos singulares, que pudiesen tender al cometimiento de acciones erróneas o estériles, por lo que se requiere una interpretación muy objetiva y equilibrada, sustentada sobre el interés nacional como tema de Estado y no por factores que se correspondan con el de una tolda política en particular.

El enfoque anterior conlleva a que los venezolanos debemos entender y concebir de una vez por todas, que como país soberano y sociedad sustentada sobre una historia particular que incidió en la independencia de otros países, obteniendo las adalides sobre la región caribeña y atlántica, estamos confrontando una situación que nos ubica cada vez más en el sector estrecho del embudo geopolítico, por lo que la ineludible afirmación sustentada ante las apetencias y necesidades existentes de parte de algunos países del primer mundo y de otros clasificados como en vías de desarrollo, nos lleva a preguntarnos a que si realmente el asunto del Esequibo está centrado sobre una disputa territorial entre Venezuela y Guyana, en el que la comunidad internacional está velando porque ello se maneje en los mejores términos y de manera pacífica, o es que ¿el Esequibo es simplemente un instrumento geopolítico utilizado por la comunidad internacional, a propósito de desviar la atención, mientras que todos los esfuerzos y atenciones intentan socavar los recursos que existen NO en el continente suramericano, sino especialmente sobre los disponibles en todo el territorio venezolano, ratificado hoy en día como el verdadero Dorado ansiado por las potencias colonialistas del pasado, y hoy en día por las superpotencias y algunos países del primer mundo?
Con base al contexto anterior, y bajo el enfoque analítico del novedoso pensamiento lateral, la escalada de tensiones encaminadas a la crisis, y de allí al conflicto, en caso de no llegarse a un entendimiento entre las partes, a pesar de los esfuerzos realizados a partir de la Reunión de Argyles en diciembre del 2023, debería llevar al Estado venezolano hacia una profunda reflexión y evaluación sobre lo perjudicial que resultaría para el país y esta región de Suramérica, el darle paso a lo que ha sido una constante en la historia de la humanidad, en la que desembocaría al lado más oscuro del ser humano, manejado nada más que en el ámbito político, pero dando la cara otros, como lo son quienes constituyen el poder militar diseñado como parte de la política pero por otros medios, en la que se exacerbaría la capacidad de la violencia como fragmento drenante de una mescolanza de bajos sentimientos, cuyas incidencias no recaerían solo en el ámbito militar, sino también en el modelo de actuación de todo un país, razón por la que en caso de un conflicto bilateral, que terminaría siendo un enfrentamiento combinado de terceros países inmiscuidos ineludiblemente sobre sus propios intereses, ambas partes (Venezuela y Guyana) tendrían mucho que perder. Sun tzu lo decía: “La mejor victoria es vencer sin combatir”.

También Sun Tzu manifestó: “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”, es decir, saber enemistar a terceros, puede hacer alcanzar la victoria sin mover ni un solo dedo, razón de base para reorientar la tendencia con la que se desplaza la geopolítica actual sobre el tablero estratégico global y regional. Con la experiencia cognoscitiva, y manejada hoy en día sobre los conflictos en Asia y el Medio Oriente, los sangrientos campos de batalla continuos y prolonga dos en el tiempo, han sido testigos de las brutales atrocidades cometidas, cuyas consecuencias siguen dejando rastros imborrables con grandes áreas destruidas e innecesarios sufrimientos, como parte de las adversidades y tribulaciones emergidas. De allí, surge la pregunta conveniente que hace el suscrito, dirigida a la conciencia del Estado venezolano, la cual se centra en conocer si ¿es necesario siquiera pensar en manejar o ejecutar este fenómeno envuelto en violencia a grandes distancias, o más bien los esfuerzos de Venezuela deberían encaminarse en asumir el liderazgo como se ha indicado en artículos anteriores, manteniendo enarbolado el firme proceso de entendimiento, mas No de negociación, sustentado fundamentalmente en el Acuerdo de Ginebra de 1966, acomodando desde ya, la actuación nacional en el marco de un definitivo y no ficticio “alto” a las atrocidades delictivas que se han venido cometiendo con el silencio complaciente y divergente a unos, y con protestas a otros, manteniéndose aún el statu quo en beneficio de Guyana?
Mientras se mantenga la situación actual ya señalada, cuyos cambios no se han dado porque es el Estado venezolano quien debe dar los pasos necesarios, podría pensarse de veras en que el Gobierno de Guyana, recibiendo de empresas trasnacionales las utilidades financieras que no le pertenecen, y beneficiándose abiertamente a costillas de todo el gentilicio nacional, aunado a que el país vecino continúa administrando un territorio que no le pertenece, mientras manipula los falsos positivos repetidos continuamente ante la comunidad internacional, y se victimiza apoyándose con terceros como lo ha pretendido ante la instancia jurídica internacional, ¿buscará la manera de participar en la mesa de entendimiento con Venezuela? La racionalidad conlleva a que ello por ahora no se visualiza, sin embargo, las inclinaciones demostrativas sobre la base de la reversibilidad jurídica-matemática a favor de Venezuela, constituyen hasta los momentos, el punto pivote que obligaría a Guyana a retomar el diálogo bilateral en aras de alcanzar una solución aceptable, práctica y satisfactoria para ambas partes, antes que le sea demasiado tarde.
Bajo un enfoque multifocal, los riesgos que actualmente se vienen perfilando como variables incidentes sobre la ecuación matriz señalada a inicios del presente artículo, que requieren el manejo prioritario del Estado venezolano, apuntan a que en efecto, el marco funcional de la geopolítica global y regional se encuentra ante un punto de divergencia y posibles inclinaciones adversas, en el que los procesos de toma de decisiones se vienen caracterizando por ser más violentos y vehementes, menos previsibles y efervescentes, abriendo las puertas a conciencia, sobre posibles condiciones tendientes a un exponencial desorden, y en el caso que atañe a esta investigación, al igual que otras actuaciones similares en otras latitudes enmascaradas en hipócritas actuaciones, se le ha venido dando cancha silente con mayor dependencia a determinados actores que no forman parte siquiera de los entes gubernamentales en los Estados.
Tal es el caso de Guyana, con la participación y aceptación de los manejos que ha venido propiciando la empresa Exon Mobil, inmiscuida en los procesos internos del país vecino, con la erogación financiera y colateral ante la Corte Internacional de Justicia, por supuesto, a favor de Guyana, aunado a las actuaciones impulsivas de varios gobiernos, que conociendo algunos la realidad sobre el Esequibo a favor de Venezuela, y otros que pecan por ignorancia, se han inclinado en favorecer intereses personales y gubernamentales, manejándose con base a la obtención de los recursos energéticos existentes en la Venezuela ramificada, que por un lado atiende con relativas sanciones económicas y financieras, a las negociaciones concernientes a la Faja del Orinoco y el Arco Minero, pero por otro lado, se le permite acceder ilícita y exclusivamente al Gobierno de Guyana para la explotación y comercialización sin sanciones de ningún tipo de los recursos energéticos petroleros correspondientes al bloque Stabroek, ubicado en los espacios acuáticos venezolanos del océano Atlántico, a pesar de contravenir dichas acciones con lo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966. Ello demuestra la ironía que reina sobre este panorama y aún se mantiene hoy en día a flor de agua.
En el marco del citado contexto, las aparentes tensiones bilaterales cual punta del iceberg que se exacerban regionalmente hoy en día, impulsadas por intereses ajenos al país, al igual que en diferentes regiones geográficas a nivel mundial, además de los conflictos armados regulares, han desatado una serie de confrontaciones que obligan a una mayor dinámica y ajuste de las actuaciones de los gobiernos expuestos a frontales influencias, con sensibles niveles de riesgos y amenazas que se traducen en un mayor número de disputas, mayor polarización social, menos consensos y más decisiones unilaterales de las que se han presenciado en el presente siglo. Una de las principales tendencias ocurridas a medida que ha pasado el tiempo, es que se le ha dado paso contundente al mundo unipolar, para albergar la disposición orientada a un mundo mucho más multipolar, lo cual se impulsó desde el inicio de la crisis financiera mundial en el año 2008, y nuevamente a partir del 2024, soplan vientos repetitivos tendientes a posibles dinámicas adicionales.
Desde aquel entonces, en el año 2009, el poder mundial del Gobierno de los Estados Unidos de América se había venido rivalizando por la economía y diversificación de China, recordándole al lector, que en ese entonces se le había exigido al país asiático por parte del Gobierno norteamericano, la devaluación del yuan (moneda de China), lo cual fue negado, realizándose en cambio por parte de China, la venta de los bonos norteamericanos a precios de gallina flaca en el mercado financiero internacional, motivando con ello en paralelo, un cambio en la balanza mundial del poder tanto por el rápido crecimiento del país asiático, como por las capacidades económicas, demográficas, militares o culturales que ha ido adquiriendo éste con los años.
Adicionalmente, el hecho de haberse impactado el poder hegemónico de los Estados Unidos de América, abrió las puertas a una competición entre potencias mundiales, cuyas consecuencias aumentaron nuevamente el riesgo de las escaladas militares, enlazadas al uso del poder nuclear y otras tecnologías armamentistas de destrucción masiva. Un efecto dominó que ha ido fluctuando, involucrando incluso a países del tercer mundo, dado que es allí donde se encuentra el 80% de los recursos energéticos, mineros, hídricos y forestales. Más claro, imposible.

El contexto anterior le permite al suscrito hacer varios señalamientos generales y particulares. En lo general, varios países se vinieron conformando como centros de poder regionales, tales como Rusia y Turquía en la zona euroasiática, India e Indonesia en la región de Asia-Pacífico; Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente, entre otros. En lo particular, Brasil, Argentina y México se han venido estructurando como centros de poder en América Latina, sin dejar de lado la nueva estructuración del grupo BRICS, dándole ingreso a seis países adicionales a partir de enero del 2024, dejando de lado a Venezuela, y a raíz de las sanciones económicas internacionales contra el Gobierno Nacional, Brasil se aprovechó del mercado petrolero que Venezuela se vio limitado en atender, mientras que en paralelo a su crecimiento energético, ha venido creando alianzas con el Gobierno de Guyana, construyendo la carretera a lo largo del Esequibo para facilitar el transporte de sus productos al océano Atlántico, aspiración estratégica que se había venido buscando desde hacía años por el coloso del sur, mientras que actualmente interviene diplomáticamente, en son de buscar la paz de Venezuela con Guyana sobre el Esequibo, pese a que éste había reconocido en el Tratado firmado y vigente aún desde el 5 de mayo de 1859, que el territorio de Venezuela llegaba hasta el río Esequibo. Y a todas estas, ¿por qué sigue reinando el absurdo silencio del Estado venezolano sobre este hipócrita señalamiento? ¿Cuál es la verdadera relación de Venezuela con Brasil ante las actuaciones antagónicas que ese país ha venido apuntando?
A pesar de las insistencias demostradas por el Estado venezolano, el suscrito presentó en artículos anteriores el análisis respectivo mediante el cual, se explicaron las razones por las que Venezuela no debía ingresar aún al Grupo BRICS, considerando la realidad geoeconómica en la que se encuentra inmersa, lo cual haría cuesta arriba la capacidad de respuesta que requiere indiscutiblemente, un proceso de restauración integral en diferentes áreas, para lo cual, el país no se encuentra hoy en día, en las condiciones más óptimas para adoptar el reto requerido, incluyendo la funcionalidad y capacidad del ámbito petrolero, sin dejar de lado la competitividad que se ha generado en el mercado energético regional.
Adicionalmente, China y Rusia, quienes actúan como países aliados de Venezuela, también han tenido intereses marcados con Guyana, explotando recursos energéticos y mineros que le pertenecen a Venezuela en la región del Esequibo, así como también, han desplegado el desarrollo de proyectos en distintas áreas geográficas, sin haberse pronunciado adecuadamente en favor de Venezuela sobre la disputa territorial. Bajo estas circunstancias, los venezolanos podrían preguntarse: ¿Cómo podrían describirse estas supuestas alianzas que se debían estructurar en una dinámica laminar y no fluctuante como se ha venido observando, en la que existe una frontal corresponsabilidad geohistórica del Gobierno de Rusia por el daño que se le perpetró a Venezuela desde 1899 a través del viciado e írrito Laudo Arbitral de París de 1899, y que aún hoy en día, se sigue evadiendo y actuando con insensatez deontológica derivada del silencio otorgado por el Estado venezolano, incluyendo la extracción ilícita del petróleo que realiza off shore China en los espacios acuáticos del Esequibo, con la ampliada explotación minera que se realiza en el área geográfica de la disputa territorial? ¿Por qué este silencio ensordecedor sin respuesta alguna del Estado venezolano, acompaña inadvertidamente el daño que se le ha venido haciendo al país?

En el caso del Gobierno norteamericano, actuando éste como líder de la OTAN y del Consejo de seguridad de la ONU, ha estado involucrado en los dos conflictos primarios a nivel global, siendo estos el de Ucrania contra Rusia, y el de Israel contra el grupo Hamas, aunado a las amenazas que ha venido representando China con la presencia militar en las cercanías de Taiwán y Filipinas, sin dejar de lado el poder nuclear que ha ido conformando tanto Irán como Corea del Norte, países que apoyan abiertamente a Rusia, y por supuesto, contrarios a los intereses norteamericanos.
A raíz de los citados conflictos en ejecución, se le han sumado a dicho país las deficiencias económicas provenientes del suministro petrolero y el costo que ello ha representado sobre la inflación del país, particularmente en esta coyuntura que coincide con las elecciones presidenciales a celebrarse el próximo mes de noviembre del año 2024. Ante las vicisitudes acaecidas, la empresa Exon Mobil ha representado una relativa válvula de alivio con el petróleo extraído de los espacios acuáticos del Esequibo, comercializados como si estos perteneciesen a Guyana, cuando el Gobierno de los Estados Unidos sabe muy bien que los mismos, son recursos petroleros venezolanos. Al igual que con China, el Estado venezolano ha evadido esta situación, o simplemente se ha enfocado en la transmisión de discursos políticos y someras protestas, que no han desembocado tampoco en cambio alguno, manteniéndose el statu quo del pasado y del presente.
Pero también, el Gobierno norteamericano franqueó hace poco una brecha muy importante con Venezuela en cuanto al tema de las sanciones con el Gobierno Nacional, permitiendo que la empresa Chevron reanudase las actividades geoeconómicas en el país, por lo que hoy en día, el país ha ido superando las capacidades de explotación y comercialización petrolera, por encima de las exportaciones de Guyana a los Estados Unidos, hecho que debió manejarse frontalmente y con antelación por el Estado venezolano ante las oportunidades existentes en el pasado reciente, colocando la disputa territorial del Esequibo en la mesa de negociaciones como variable fundamental con el país del norte, por ser ello un tema del interés nacional como asunto de Estado y no de gobierno únicamente, al igual como debió hacerlo en la reunión secreta manejada entre el ex Primer Ministro británico Boris Johnson con el Gobierno venezolano, ante el interés de comercializar gas natural para el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, cuyos términos de entendimiento debieron circunscribirse en el marco de la cooperación y la reciprocidad; sin embargo, hasta hoy en día se desconocen las pautas relevantes sobre este particular.
Lo anterior constituye una variable más que queda inmersa en una sumatoria de interrogantes que los venezolanos aún carecen de respuestas. Un verdadero dilema que genera el sabor muy amargo en el paladar del gentilicio nacional, al saber que se presentó la oportunidad de negociar en positivo, y nuevamente con el país que tuvo la mayor corresponsabilidad sobre el viciado y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, en el que se le usurpó a los venezolanos del 159.542 kilómetros cuadrados de territorio, equivalentes a la séptima parte de la superficie geográfica, y sin conocer las incidencias de dicha negociación sobre la disputa territorial.
En materia geoestratégica, el Gobierno de los Estados Unidos de América, en su pretendido rol hegemónico sobre el continente latinoamericano, inició hace algunos años, un posicionamiento sólido en la República de Colombia, cuyas bases y puestos militares destinados al control y exterminio del narcotráfico, han generado los asentamientos geográficos en áreas que tienen mayor cercanía a la frontera occidental venezolana, lo cual permite visualizar que se ha conformado un andamiaje escalonado, tendiente a la necesidad de fecundar sistemática y multiplicadamente un efecto sándwich, cuyos bordes externos lo estructuran precisamente las acciones foráneas realizadas de manera autóctona, en el Esequibo venezolano y en las cercanías de la región occidental del país, cuya forja de saciamiento cual argamasa, lo constituyen precisamente los recursos disponibles en el territorio venezolano.
De allí, que el Esequibo constituye desde ya, un talón de Aquiles fundamental como soporte de observación y control del centro de gravedad que representa hoy en día el espacio geográfico integral venezolano para los países del primer mundo, al igual que lo que significó Eurasia en el pasado para estos. Prácticamente, el concepto de espacio vital conceptualizado por Ratzel el siglo pasado en aras de satisfacer y justificar las ambiciones de Alemania, pareciese cobrar vida de nuevo, desplazando el núcleo conceptual del mismo al territorio que aúpa el norte de la América del Sur, cuya naturaleza política vista como mar y tierra, es totalmente similar.

Complementariamente, el ámbito geopolítico actual ha incentivado también, el surgimiento de diferentes actores que no son parte regular del Estado, distribuidos en una manipulada gama de legalidad, como lo son los grupos terroristas, lo que ha incluido también el acceso de éstos a los usuarios involucrados en el uso de la tecnología, que a través de las redes sociales y de la inteligencia artificial (IA), han diseminado informaciones y datos primarios de gran valor, por el que han utilizado dichos datos como meros captadores que luego son revendidos para cometerse actos ilícitos aplicables a instituciones públicas, privadas y organismos internacionales.
De hecho, esta tendencia ha sido utilizada en las campañas políticas de algunos países occidentales, que han venido utilizando la información disponible en las redes sociales o App, para enviar mensajes e intentar influir en la agenda política. Verbo y gracia, el Gobierno de Guyana en combinación de sus allegados colaterales no gubernamentales, además de las muy insuficientes acciones generadas para contrarrestar los actos criminales en la región, ha utilizado informaciones sustentadas en falsos positivos e ignorancia, para generar un efecto exponencial traducido en contra de Venezuela, buscando que una mentira repetida tantas veces, se transforme en una verdad.
Es importante tomar en consideración también, que con base a los avances y manipulaciones sustentadas en la tecnología manejada multifacéticamente, frente al uso de las acciones armadas por parte de algunos países, cuya estrategia había sido puesta en práctica con mucha frecuencia en el pasado, se hayan generado hoy en día transiciones que han venido apuntando a otras acciones en paralelo, centradas en el desequilibrio político y/o el quiebre de la plataforma económica manejada por el gobierno de un país determinado, incluyendo algunos actores políticos claves que forman parte de ese país, en el que se han exacerbado tácticas que inciden sobre el poder situacional y estructural del Estado. De allí puede entenderse cómo los conflictos económicos, incluso comerciales, se han vuelto cada vez más frecuentes, afectando incluso a empresas transnacionales y actores no estatales.

En el caso que nos concierne sobre la disputa territorial del Esequibo, aun cuando faltaría incluir varios eventos adicionales, es necesario considerar en la ecuación matriz objeto de estudio, el arribo en esta semana de varias unidades navales de la Armada rusa a las aguas del Caribe, incluyendo también el dilema actual sobre la pendiente licitación en la subasta de Citgo, la diplomacia cañonera utilizada con mayor frecuencia sobre la región Atlántica al norte de la América del Sur, los intereses foráneos existentes sobre los recursos correspondientes al Pulmón de la humanidad en el Amazonas, la presencia de las superpotencias mundiales en el área de la Antártida y en el continente suramericano, la reorientación del mercado petrolero a través de la OPEP, la cual ha concentrado el 80% del recurso energético mundial con el Grupo BRICS, la presencia del Gobierno de Francia en desarrollo de proyectos con Guyana, las elecciones de Venezuela a celebrarse este próximo 28 de julio del 2024, las elecciones del Presidente de los Estados Unidos de América para este próximo mes de noviembre del 2024, entre otros muchos otros factores.
Por todo ello es importante resaltar, que el panorama geopolítico multidireccional existente en el interés sobre el citado espacio geográfico integral, viene afrontando desafíos que a pesar de la fragilidad sustantiva presente, requiere el manejo prudente del Estado venezolano por todo cuanto acontece en el tablero estratégico global y regional, cuyos pilares neurálgicos apuntan a lo que ha sido imposible de ocultar, sustentado en las desigualdades y focos de violencia presentes en las sociedades tanto venezolana como guyanesa y su entorno, aunado a la crisis de los modelos políticos y económicos encontrados, alineados y antagónicos a la vez con otros intereses regionales, creándose divisiones ideológicas de derecha e izquierda que han dificultado la concertación de arribar a la labor conjunta para la resolución de los problemas económicos y sociales que aquejan a esta región, cuyas razones de sobra permiten entender que el conflicto armado bajo ningún concepto, es la vía más expedita para resolver esta disputa territorial, y ampliando la comprensión del lector sobre este señalamiento, el suscrito le agregaría que la geopolítica regional actual está pasando por un proceso apuntalado en una situación de multipluralidad y complejidad política creciente, con sensibles incertidumbres y continuos cambios, que de por sí, denotan confusiones sobre el futuro de la sociedad venezolana y de las acciones nacionales e internacionales a integrarse en cuanto a los eventos que se vienen suscitando en la región.
La trayectoria que Venezuela necesita transitar, apunta desde cualquier arista que se quiera enfocar, a la necesidad de generar las aproximaciones necesarias para la consolidación de un verdadero liderazgo regional que se sustente a la altura de un asunto de Estado y no de un color o tolda política en particular, alejando los factores que pretendan generar un posible desorden en perjuicio del país, lo que concibe manejarse racionalmente con estrategias indirectas ante la Corte Internacional de Justicia y la Secretaría de la Organización de las Naciones Unidas, y en forma directa con el Gobierno de Guyana, de manera de emerger una y otra vez a flor de agua, la necesidad ineludible de llegar a un entendimiento apegado a lo establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, cuya solución aceptable, práctica y satisfactoria para ambas partes se dará muy probablemente una sola vez, con las inequívocas alteraciones geoeconómicas y geoestratégicas de la región, en la que el país ocupará el verdadero sitial que le corresponde, ejerciendo su soberanía desde el oriente en el que “el sol que brilla sobre Venezuela, nace en nuestro Estado Guayana Esequiba”.
Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata
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