Por los Rumbos Instantáneos del Entrevero: Las Historias del “Indio” Figueredo.
A 125 años de su nacimiento
El “Indio” será el poeta por excelencia de lo que grita y de lo que esconde la llanura, su intérprete de mayor clarividencia. “Haber mirado las antiguas estrellas, haber mirado esas luces dispersas, haber sentido el círculo del agua en el secreto aljibe, el olor del jazmín y la madreselva, el silencio del pájaro dormido, la humedad… -esas cosas acaso son el poema”, (J. L. Borges). Por todas sus inventivas sonoras menudean fehaciente su llanería. “Como un grato declive, como una música esperada y antigua”.
Partiendo del entrevero de palabras con gente cercana que lo frecuentó, planteamos un contrapunteo de memorias y añoranzas que nos llevan a este viaje por el Arpista del Arauca.

Conversaciones con Oswaldo Lares, Jesús R. Colmenares (qepd), Benito Irady, José Agustín Abreu, -en el “camino” se incorporará Ismael Querales-; nos pulieron las palabras y tomaron las suyas para trazar los variados cursos de aguas del Apure profundo.
Cinco baquianos de sus andanzas me asesoraron en este viaje que emprendí hace unas cuantas lunas a los predios del “Indio”. Experimentados guías pos caminos, trochas, atajos y cursos de agua de sus riberas. Sin orden prestablecido los pondré a “conversar”:
COLMENARES: María Luisa Figueredo, trajo al mundo un niño, en el fundo Algarrobito en Ejido de Cunaviche Edo. Apure, a quien Francisco “Pancho” López su padre, le puso por nombre: IGNACIO VENTURA FIGUEREDO.
“Para el año de 1937, ya el “Indio” Figueredo recorría los estados llaneros, por esa época conoció en Barinas a la mejor intérprete recia que tenía el llano; Doña Antonia Volcán. Por Camaguán duró una semana tocando en unas fiestas con un arpa que había bautizado “La Conseguidora”, porque con ella consiguió dinero, trabajo, amor y comida.

El “Indio” participó en vivo para audiciones en: Radio Nacional, Continente y Rumbos.
Acompañándole como cuatrista Antonio Ramos y como cantante Delfín Caruco, quienes habían venido acompañándolo en la gira.
En este periodo de trabajo el “Indio” inicia en el arpa a un grupo de jóvenes que hacían carrera en la ciudad, participa como músico invitado en el programa de la época. “Brindis a Venezuela” y viaja a Colombia donde obtiene un primer lugar como arpista en un Festival de Joropos.
Dedicándose también en la ciudad de San Fernando de Apure, donde estaba residenciado, a la fabricación de arpas para vender. Manteniendo su ritmo de grabaciones para los sellos Discomoda, Palacio, Fonodisco y otras empresas discográficas acreditadas en el país.
El “Indio” Figueredo tuvo participación como ejecutante en las películas “Séptimo Paralelo” y “María del Llano”.
LARES: “Ya graduado de arquitecto en el año 66, trabajaba yo en el ministerio y fui a San Fernando para hacer una obra y pregunté por el Indio y me dijeron: Quinta Mercedes calle tal, y me fui caminando, me asomo a la ventana y él estaba tocando un Gabán, yo le dije buenos días maestro le puedo tomar una foto, y así… cada año iba a San Fernando, una vez fui con Roberto Todd, estaban sus hijos: Elix, Elias, Marcelo, Aurora y los demás…

Roberto me dice hay q hacerle un disco al indio, y así se lo propuse: quiero que hagamos un disco donde toque los principales golpes, y usted con sus hijos y sin contrabajo.
El indio me contó que en unos carnavales un cohete le explotó en la mano derecha y se le gangrenó y le recomendaron un curioso, de ahí le sacaron una gusanera y lo curó el curioso, pero el anular le quedó inutilizado para tocar, por eso tocaba la mano derecha solo con tres dedos, por eso rellenaba más con la zurda al ejecutar los bajos y tenoretes, cosa que no hacían ninguno de los arpistas. Su reciedumbre y su gran calidad de artista le han permitido sobreponerse a la pérdida progresiva de la vista y a la inmovilidad del
anular de la mano derecha.
Grabamos en radio continente, en el estudio, y en un viaje venia Elix que lo acompañaba con el cuatro, aunque el “Indio” era tremendo cuatrista, Marcelo que era el menor también tocaba el arpa. Es un disco doble. Grabó con mi arpa y también con la suya que la traía desde San Fernando.
En una oportunidad para demostrar que también era compositor, improvisó de primer intento en el arpa, un pasaje que posteriormente tituló Combate”.
IRADY: “No creo que el “Indio” se haya presentado en “la Fiesta de la Tradición” del año 48 [Toma de posesión del Presidente Gallegos]. Al menos su nombre no se menciona en los documentos de la época. Por una parte los arpistas que escogieron venían todos del estado Guárico, y por la otra el “Indio” tenía fama de medio embustero, o cuentero, y pudo inventar que se presentó allí”.
COLMENARES: “Sus grabaciones, y así lo afirmé en 1978 en la Revista Viejo Almacén, nunca alcanzaron la sonoridad que el “Indio” solía producir en vivo a sus ejecuciones.
Excepto algunas de ellas. Debo puntualizar en este sentido, que cuando él comenzó a realizar sus primeras grabaciones eran hechas en estudios de Radio y por supuesto no contaban con la tecnología que más tarde tuvieron los estudios de grabación ya equipados y con recursos para tales efectos”.
LARES: “Aprendió de su papá la Chipola que era su sello su identidad. El Indio me enseñó a tocar el Seis por numeración, el Pajarillo… (Destacando el uso de la mano izquierda). Las clases del “Indio” eran así: tocaba y el alumno veía y después te ponía a tocar, te ayudaba a enriquecer. Su característica como arpista es que Canta con las dos manos. Las Ramas del Guayabo. Es un pasaje compuesto por el Indio Figueredo hacia 1920 en el Hato Los Guayabos, durante una estadía pasajera en el Cajón de Arauca.

Esta Chipola llanera [Señala el disco] tiene una curiosa historia; la aprendió el “Indio” de su padre, bandolista y cuatrista avezado, quien a su vez la aprendió en el siglo antepasado, de un cantador que se presentó en un baile deseando contrapuntear. La forma extraña de su llegada y su partida bastó para que el supersticioso llanero pensara que era “el Diablo”, por lo tanto bien podemos llamar a esta chipola “La Chipola del Diablo”.
En 1947, en Achaguas, es prácticamente descubierto, por Antonio Estévez, Fredy Reyna y Reynaldo Espinoza, quienes reconociendo su talento, deciden traerlo a la capital donde asombra a todos con su extraordinaria destreza. Aquí es bautizado con el apodo de “El Indio”, nombre artístico que ha utilizado desde entonces. Los cuentos del “Indio” son muchos…”
QUERALES: “A Oswaldo Lares yo lo conocí hace muchísimos años y era muy amigo del “Indio”, pero hay un personaje que casi nadie conoce, que perteneció al grupo Convenezuela, que era más que un grupo musical, era más que eso, este amigo de nosotros se llamaba Francisco Alonso, yo recuerdo claramente, antes de que nosotros empezáramos con “Un Solo Pueblo”, cuando nosotros andábamos con él, que era uno de los personajes que más conocía del joropo llanero y del joropo central y él era la persona que más traía al Indio Figueredo a Caracas, recuerdo tenía una pickup verde y lo recuerdo con el Indio montado en esa camioneta y cuando él traía al Indio por supuesto nosotros compartíamos con él.
Yo recuerdo que una vez estaba tocando el Indio, tendría yo 16 años y mi hermano Jesús18, yo tocaba maracas y él, el Cuatro, había un alumno de la escuela de Fredy Reyna que empezó a acompañar al Indio pero no cuadraba bien el cuatro con él, no “pegaba una”, yo estaba tocando las maracas, entonces el Indio le quitó el cuatro a este amigo y se lo dio a mi hermano Jesús. Entonces cuando él venía a Caracas muchas veces nosotros acompañábamos al Indio Figueredo.
Déjame seguirte hablando sobre el Indio Figueredo y esos bajos muy importantes que no era el arpa que … que era la verdadera pues… recuerdo que una vez estaba tocando Cándido Herrera en el Aula Magna y lo estaban acompañando con bajo y nosotros empezamos a gritarle que tocara algo sin bajo, entonces tocó sin el bajo y muy bien. Pero es que ese bordón del Indio era muy característico, tenía una fuerza y una originalidad y una naturalidad del verdadero joropo llanero, sobre todo apureño.
Otra cosa Alexander, si tú te pones a oír el bordoneo del Indio y el bordoneo de Alfredo Tenepe -el papá de los Tenepe-, que tenía otro estilo distinto al Indio, pero este era guariqueño, muy bueno también, pero ellos recordaban más esa herencia del joropo central en el bordoneo, que los arpista lleneros actuales, hay unos que la hacen, pero el arpa llanera se ha ido como separando del arpa central”.
ABREU: “El Indio siempre decía cuando estaba en esas “tenidas” de apureños, donde muchas veces estuvo mi papá y yo con él, que ‘María Laya’ se la había dedicado a mi abuela. Yo era un chamo y mi papá me lo decía también. El llanero fabula hasta que se muere, y músico es músico y el Indio no escapaba a eso. El propio Indio que era un bellaco lo decía por micrófono en las presentaciones. Y yo se lo escuché más de una vez que la “India” María Laya era mi abuela paterna María Rincones, (india de la etnia Otomaco)”.

QUERALES: “En Portuguesa, hay un arpista llamado Pedro Castro, que es amigo mío, que en esa época estaba de moda Anselmo con su “Jalao” y él lo que hizo fue empezar a imitar en el arpa ese “jalao” de la técnica de la bandola de Anselmo, que hacía Don Julián Arévalo Tapia también, eso lo llaman (los arpistas) “bandoleao”, que Pedro Castro fue el que inventó eso, que Eudes (Álvarez) lo grabó primero fue otra cosa, pero Pedro Castro lo dominaba más, tenía más variantes en ese “bandoleao” que hacía en el arpa, y además maneja también los bordones como el “Indio”, con ese bajo siempre presente, impresionante”.
Allí dejé que hablaran expansivos mis encaminadores. No he pretendido durante el decurso de este viaje encontrar verdades absolutas, ni siquiera certezas pasajeras, por el contario he preferido las bifurcaciones y caminos imprecisos que me llevaron a muchos lados. El abanico de recodos y afluentes impredecibles que se abren a diversos enfoques señalan mejores derroteros.
Las indagaciones de naturaleza oral que he emprendido no presagiaban cimas de conocimientos o atalayas no antes vistas. No aspiraba arribar a “tierra santa”, sino simplemente alcanzar a otear la diversidad del paisaje, por tanto cambié el camino real por la vereda. No temí enfrentarme a tantos vientos encontrados, a tantas brisas cruzadas. Por el contario, barrunto que los dispersos caminos que se me presentaron eran mi verdadero e incierto destino. Así que los dejé hablar; cuidadosamente, me abstuve de formular preguntas que sugirieran determinadas contestaciones. Sin embargo mis asesores concordaban en un hecho esencial: “Un retorno permanente a la tierra que fue abonada por una música de arpa”.
Este recuperado destino de aquel niño de Algarrobito, de Cunaviche, de San Juan de Payara, de Achaguas, de San Fernando, de la Venezuela espiritual que se encontró insólita con su herencia y su camino, perdura por siempre, y permanece en mí memoria; como cuando lo escuché una noche de mágicos embrujos, que son ahora más un sueño recurrente que un palpable instante que me envolvió, cuando un Arpa bajo las manos tenaces del “Indio”, dijo lo mismo que las palabras; y ellas decían:
Se oye un lamento en la noche / un rugido en la sabana
el lamento del carrao / y el rugío de la guacaba
se escucha tronar un arpa / a las tres de la mañana
las parejas bamboleaban / con sus parejos que cargan.
Vienen los claros del día / el quesero que me llama
para ordeñar a las vacas / y echarlas a la sabana.
Autor: Alexander Lugo Rodríguez
27 de julio de 2024
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