Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, Fase XXIV, Entrega 241

Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo

(Continuación)

A una semana de las turbulentas elecciones presidenciales realizadas en Venezuela, cuya proyección ha conformado indudablemente la mescolanza antagónica entre la paradoja envuelta en sofisticados señalamientos, y la sensible sensatez expuesta a la luz pública como un hecho trascendental para todos los connacionales, el país pasó al preludio de una etapa eminentemente impregnada de sinuosos acercamientos en el plano internacional, que exacerban entre los posibles escenarios, el surgimiento de una balanza geopolítica en el futuro cercano, cuyos factores neurálgicos lo conforman puntuales talones de Aquiles geoeconómicos y geoestratégicos, siendo uno de ellos el conexo nacional e internacional en el que sobresale la disputa territorial sobre el Esequibo y los recursos energéticos, mineros y forestales allí existentes, lo que incluye desde ya, la ruptura temporal de la simetría que se ha querido manejar a merced de intereses particulares tanto internos como externos, fundiendo sin miramiento alguno la emisión de interpretaciones malsanas provenientes silentes y tácitamente, de quienes han disfrutado colateralmente la situación actual venezolana, en la que se encuentran inmiscuidos factores primarios y singulares que no se corresponden ni se hilan bajo ningún concepto con la toma de decisiones arbitrarias.

En el marco del contexto anterior, se ha exacerbado una efigie espectral compleja que ha implicado desde ya, el acercamiento hacia un tentativo equilibrio en el futuro, en el que se han generado potenciales y tácitas alineaciones que permanecen aún como variables sujetas a interpretaciones, pero es obvio, que ello ha socavado el trasfondo de una realidad que venía luciendo cual simetría rota con las sinuosas posiciones de los gobiernos fronterizos y adyacentes de Venezuela, razón por la que habría que evaluar esta tendencia como “grafía” de la paradoja señalada en el tiempo. En efecto, los venezolanos han obtenido con las realidades presentadas desde el 28 de julio del 2024, una posible formulación de la dinámica que se podría manejar sobre la disputa territorial del Esequibo una vez solucionado todo.

De este modo, se podrían plantear correctamente los problemas surgidos a raíz de la ruptura sobre la simetría temporal enmarcada precisamente en el Acuerdo de Ginebra de 1966 y la actuación vigente de la Corte Internacional de Justicia.

De manera paralela, y a pesar de no estar inmiscuido el mar en la fase de entendimiento original, dicho factor ha sido causante de elevadas inestabilidades y caos, incorporando desequilibrios y vacilaciones por parte del Gobierno de Guyana, lo que ha tendido en el tiempo a debilitar las relaciones entre ambos países. Hoy en día, el mundo es testigo del aumento del nivel del mar, el cual alcanza cinco veces más al promedio mundial, con eventos de lluvias extremos que han culminado en inundaciones. Las áreas costeras de baja altitud en el Esequibo, siguen a merced de los fenómenos que se han ido generando en el océano Atlántico, sin embargo, no puede descartarse en paralelo, el potencial allí existente en los espacios acuáticos derivados del territorio en disputa, y que merecen la atención y participación de la mano del hombre, cuyo aprovechamiento contribuiría aún más a la acción contra el cambio climático como parte del desarrollo nacional e internacional.

Bajo este enfoque, el Estado venezolano debería encaminar sus políticas de desarrollo marítimo en forma integral, lo que incluiría el enfoque multifacético sobre la preparación y el uso de los recursos marinos, mediante una economía oceánica, cuyo concepto debe incorporar desde ya, además de las acciones
bilaterales enmarcadas en el Acuerdo de Ginebra de 1966, el uso efectivo de los recursos con el mayor nivel de eficiencia que permitan las bajas emisiones de carbono, combinatoria de factores que necesitaría ineludiblemente incluir la mano responsable del ser humano, traducido ello en la inclusión social de la
población venezolana en el Esequibo. Es importante entender que los espacios acuáticos del Atlántico son tan importantes como lo es la amplia zona forestal existente en el área geográfica del territorio venezolano en disputa.

La afirmación anterior estriba en que hoy en día, con las acciones de desarrollo que ha venido generando el Gobierno de Guyana unilateralmente, mediante las explotaciones petroleras, mineras y forestales, ambos espacios, tanto acuático como continental, son acequias inevitables de carbono que han ido creciendo como acción irresponsable e ilegítima, manejada por algunas instituciones del Gobierno de Guyana, contrarias a su compromiso establecido en 1966, y expuestas contrariamente a la extraña política exterior de Venezuela. Es necesario que las instituciones venezolanas, se aboquen a la búsqueda conjunta y combinada, de otras vías económicas sostenibles que permitan el aprovechamiento del potencial que ofrece el océano Atlántico, al igual que los espacios fluviales para producir energía renovable, como lo es la energía mareomotriz y la energía hidroeléctrica. Es en el océano donde residen hoy en día, las mejores alternativas para atender el desarrollo humano, en aras de elevar la calidad de vida de las personas.

“Es pues llegado el momento en que salgamos al mar…”, Simón Bolívar.

Esta frase emitida por el Libertador Presidente venezolano, fue a propósito de llevar la guerra contra los españoles, y despojarlos de la isla de Puerto Rico, en el contexto de sus esfuerzos por liberar a las colonias españolas en América, a la que agregó posteriormente por la vía diplomática a la Corona británica, exigiendo
el retiro de los colonos ingleses que habían usurpado el Esequibo, o que se ajustasen inmediatamente a la normativa legal establecida en ese entonces. Ya Inglaterra tenía desde el siglo XIX en la mira, a Punta Barima como la entrada por el mar al continente suramericano para fortalecer el comercio marítimo.

La economía oceánica del ayer, comparada con los avances tecnológicos de hoy en día, aunado a los descubrimientos existentes en el suelo y subsuelo marino, dan una muestra clara de la importancia de este componente fundamental que ha venido incidiendo en el desarrollo de las naciones, el cual abarca áreas múltiples como lo son las industrias atlánticas, el transporte marítimo, la pesca en diferentes modalidades, el turismo, el uso tecnológico de la ósmosis inversa para la obtención de agua potable, la energía renovable en alta mar, la acuicultura, la biotecnología marina, la exploración y explotación energética petrolera y gasífera, así como la extracción de la minería proveniente de los fondos.

Con estos señalamientos, Venezuela debe entender que mientras la disputa territorial del Esequibo se mantenga en la Corte Internacional de Justicia, atendiendo la demanda de Guyana contra el país, cuyo margen de actuación se limita al espacio continental únicamente, dado que el vocablo “mar” no fue mencionado en el viciado y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, la participación en el desarrollo oceánico integral de Venezuela en el Atlántico, abarcando incluso los espacios acuáticos generados hasta la medianía del río Esequibo, que no solo comprenden las aguas interiores, mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva y plataforma continental, sino también el suelo y subsuelo marino en la zona de alta mar como continuidad privilegiada de la plataforma continental venezolana, en gratitud a la continua sedimentación generada por el río Orinoco hacia el mar, deben ser atendidos con una participación activa y continua, sin menoscabo del proceso de entendimiento diplomático con el Gobierno de Guyana, a fin de establecer mecanismos de actuación que generen el beneficio equilibrado a las partes, y no unilateralmente, en el marco del Acuerdo de Ginebra de 1966.

La participación combinada dependerá de las circunstancias, en especial de la dificultosa voluntad del Gobierno guyanés, pero es necesario a como dé lugar, la presencia venezolana en dichos espacios acuáticos, entendiendo que se proporcionarán beneficios económicos y sociales para las generaciones actuales y futuras, además de la restauración y protección de la diversidad marina, la capacidad de productividad y la resiliencia combinada con el capital natural de los ecosistemas marinos.

Emprendida la presencia y actuación de Venezuela en los mencionados espacios acuáticos, el desarrollo de los planes enfocados hacia una verdadera economía marítima, se ejecutaría mediante la inserción obligatoria de equidad y de sostenibilidad en el tiempo. Particularmente en este caso, lo señalado estaría enlazado por un espacio acuático común entre Venezuela y Guyana, y separado por una disputa jurídico territorial entre estos países, en el que las interacciones apuntaladas sobre diversos intereses económicos, sociales, ecológicos y geográficos, que abarcan tanto el espacio continental como el marítimo, serían inevitablemente simbióticas y algo difíciles de separar, en especial cuando se aborda el marco de actuación ilegal que emprendió Guyana sin el consentimiento de Venezuela, en el que éste último en la mayoría de sus acciones, se ha limitado a la emisión de notas diplomáticas de protesta, que han mantenido inalterable el statu quo actual. Es por ello, que el desarrollo por un lado de la interfaz entre mar y tierra, afecta al otro. Verbo y gracia, como ejemplo de lo anterior, se pueden corroborar las actividades realizadas actualmente por países como China y Canadá, cuyos desarrollos abarcan ambos espacios.

La economía marítima que ofrece ampliamente el océano Atlántico, se adhiere al desarrollo sostenible, hecho que abre las puertas a la transición de nuevas prácticas acompañadas del cuidado integral de ese medio que ha sido explotado indiscriminadamente, con bajos niveles de controles y presencia de las autoridades, por lo que Venezuela debería iniciar multifacéticamente su presencia en dichos espacios acuáticos, implementando servicios ecosistémicos y capital natural que ofrece el medio marino, del que se desprenden varios sectores y actividades económicas.

Ejecutar una actividad de esta envergadura, además de coadyuvar a la soberanía del Estado venezolano, permitiría que se enlace la geoeconomía oceánica con la planificación estratégica en macro como proceso, hecho que ha presentado severas deficiencias en el tiempo, considerando la necesidad que se tiene de aumentar la eficiencia y evitar la realización de actividades infructíferas con los objetivos establecidos. Son muchos los vacíos que deben llenarse sobre este particular, comenzando por la propia funcionalidad y operatividad de las organizaciones afines para su desempaño en el mar.

Venezuela necesita realizar profundos cambios y ruptura de diferentes paradigmas, que no han contribuido sensatamente en el tiempo a generar valor agregado a esta disputa territorial, por lo que la actividad marítima a pesar de ser uno de los factores primordiales en la que se desenvuelve la economía de este país, la realidad es que se han suscitado hechos que alejan el deber ser de la entelequia actual, y aún cuando el vocablo “mar” no estuvo en la sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, lo que ha venido haciendo ilegítimamente el Gobierno de Guyana desde hace aproximadamente una década en los espacios acuáticos del Esequibo, ha tenido sensibles repercusiones sobre los diferentes ámbitos del interés nacional que se circunscriben a la Seguridad, Defensa y Desarrollo Integral de la Nación, por lo que se requiere con carácter inmediato y obligatorio, que el Estado venezolano genere una respuesta firme, categórica y contundente sobre su presencia en dichos espacios acuáticos, por supuesto, todo ello alineado con el Acuerdo de Ginebra de 1966, de manera que se fortalezca cada vez más antes de la Dúplica del 9 de agosto del 2025, el sentido de integridad territorial de los connacionales, refirmando que “el sol que brilla sobre Venezuela, nace en nuestro Estado Guyana Esequiba”.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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