El hombre por naturaleza es un ser interdependiente
La familia comprueba la necesidad de complementación que tiene el ser humano
“Sé amable con las personas, y exigente con el tiempo.” Alan Leiken
Somos interdependientes.
El hombre por naturaleza es un ser interdependiente, se ha desarrollado para vivir en comunidad, en sociedad.
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Es en compañía de otros como el hombre es capaz de lograr la plenitud de su vida. Y también el cumplimiento de sus grandes o pequeños proyectos.
La familia es la más evidente comprobación de la necesidad de complementación del hombre.
Las comunidades, las ciudades, las naciones y también las empresas son formas de organización social construidas por el hombre para sinergizar sus esfuerzos.
Actualmente la complejidad creciente de los sistemas sociales hace indispensable tener presente la interdependencia en la cual actuamos.
Aunque somos interdependientes, a veces pasamos por alto muchas relaciones de dependencia recíproca que nos vinculan con personas que quizás no conocemos.
Todo nuestro sistema económico y los subsistemas industriales, comerciales y de servicio son una infinita y compleja red de relaciones que hace que cualquier acción en uno de sus elementos tenga alguna reacción, respuesta o efecto en otros.
Nuestro sistema social es también muy complejo y formado por innumerables relaciones.
En el marco más pequeño de nuestro ambiente laboral, profesional o de negocios es más visible la red de interconexiones presente.
Cuando miramos el ámbito pequeño de lo familiar se hacen aún más visibles las relaciones de dependencia entre los miembros de una familia.
Somos interdependientes: Yo los necesito, ellos me necesitan.
Esta parece ser la matriz que define la interdependencia. La familia me necesita y yo necesito a la familia.
Mis colegas o compañeros de trabajo como me necesitan y yo los necesito.
Mis clientes me necesitan y yo los necesito.
Y así sucesivamente puede extenderse infinitamente esta matriz de la interdependencia.
En nuestra contemporaneidad resulta poco menos que inconcebible el desenvolvimiento aislado, autónomo y totalmente independiente.
No sólo es absolutamente necesaria la relación con los demás, sino que es conveniente y gratamente enriquecedora.
Los grandes logros, así sean de carácter personal o de nivel público, siempre requieren del trabajo, de la cooperación de varias personas, de un equipo.
En el campo de la ciencia y de la tecnología, los grandes y espectaculares avances son el resultado del esfuerzo coordinado de largas listas de científicos.
La industria, la agricultura, el comercio, los servicios, son actividades económicas donde el trabajo de los grupos genera el éxito.
Entender y asimilar que somos interdependientes es un avance bien importante en la cadena de la eficacia personal
Por un lado nos impulsa a favorecer el trabajo en equipo, a buscar la participación de los más idóneos, a dar la oportunidad de incorporarse a quien lo necesita y en general a fomentar la sinergia creativa de los grupos humanos.
Por otro lado, nos recuerda que no debemos procurar construir nuestra eficacia sobre los demás, desconociendo su valor humano. Además de contrario a la ética, es también contraproducente.
Aunque esta ley natural pudiera parecer sin relación inmediata con la administración del tiempo, tiene gran importancia en la determinación del deber ser de un plan y de un propósito personal para mejorar nuestra eficacia.
La idea básica es no despreciar o ignorar el tiempo de los otros con los cuales nos relacionamos
Ni tampoco construir nuestro tiempo bueno sobre la base del irrespeto de los derechos de los demás o siendo rudos y descorteses con ellos.
Es primordial que la construcción y ejecución de nuestro plan de eficacia se haga conservando el equilibrio de las relaciones humanas cotidianas.
De nada valdría un plan de actividades diarias muy completo y cumplirlo totalmente si durante ese día generamos varias molestias a colegas, empleados, amigos o familiares.
Si controlar bien nuestro tiempo implica generar resentimientos en nuestro entorno social, entonces estamos pagando un precio muy alto por ello.
Debemos entender la ley de la interdependencia
Nosotros dependemos de otros y otros dependen de nosotros, y esto es cada día más cierto y valedero.
Son muy pocas las actividades profesionales o de negocios que no requieren de muchas y frecuentes interacciones con las otras personas que forman el grupo definido dentro del cual se desarrolla nuestra actividad.
Somos interdependientes. Hoy ellos me necesitan; mañana yo los necesitaré, y así sucesivamente.
Ignorar a los demás en nuestro esfuerzo de eficacia personal es un costoso error
Este error conduce a una progresiva pérdida de apoyo solidario que pueda venir de aquellos a quienes, casi sin darnos cuenta, hemos atropellado o maltratado en nuestro afán de ser muy eficientes en el uso de nuestro día.
Ser “amable con las personas y exigente con el tiempo” es un concepto de Alan Leiken que expresa maravillosamente estas ideas.
Lo contrario, es decir, ser amables con el tiempo y exigente con las personas, carece de sentido.
Una de las varias aplicaciones prácticas que se desprende de esta ley natural es la necesidad de reservar en nuestros planes o listas diarias algo de tiempo para los demás.
A veces no se puede identificar el tiempo que ellos requerirán de nosotros, pero si analizamos los imprevistos ocurridos en un día cualquiera de actividad veremos cuánto correspondía a necesidades de colegas, empleados o familiares, pues ellos pensaron en nosotros como la persona adecuada para orientarlos o resolverles un asunto.
Así podremos visualizar que en nuestro tiempo está escondido una parte del tiempo para las soluciones de los demás.
Sin embargo, debe tenerse claro que el respeto a los demás implica previamente el respeto a nosotros mismos.
No podemos dedicar todo nuestro tiempo a los demás, a menos que nuestra profesión o misión así lo determine.
Para un maestro, médico, político, profesor, sacerdote y otras profesiones similares, la actividad básica es atender a los demás, y su eficacia estará ligada a la cantidad y calidad de esa atención. Igualmente, el rol de padre o madre, exige dedicación importante a la familia, propio de la naturaleza de esa condición.
Somos interdependientes es un fragmento del capítulo 2 del libro «Más tiempo bueno, menos tiempo malo» de Arquimedes Román.
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