EL DÍA QUE LA VIRGEN DE COROMOTO SALVÓ A LA CATEDRAL DE NOTRE DAME por Jeanette Ortega Carvajal
Quasimodo, la deforme y jorobada creación de un brillante escritor y dramaturgo francés, escapó de las páginas de una novela que durante siglos lo torturó con su trágico desenlace para, por venganza o justicia, atravesar el portal de la ficción y presenciar como en la ciudad de París, su ciudad, ardía la Catedral de Notre Dame, testigo silencioso de su frustrado y trágico amor.
Y es que este personaje de alma pura y atormentada, se transformó en un ser lleno de dolor con un desenlace por demás injusto, ya que Quasimodo murió abrazado al cadáver de la hermosa gitana de la cual se enamoró, quien fue ahorcada, acusada injustamente de asesinato y brujería.

Durante siglos, cada vez que alguien leía las antiguas páginas de la novela Nuestra Señora de París, escrita por Víctor Hugo, Quasimodo sufría, ya que revivía su historia. Sin embargo, cuenta una leyenda reciente, que Quasimodo intentó vengarse y fue esa la razón de que el 15 de abril del año 2019, la catedral de París ardiera.
A continuación, estas son las descripciones que Quasimodo le escribió a su autor. Lo terrible, es que no lo tomó de la ficción.
Llamaradas irreverentes, soberbias, casi ateas, devoraban con voracidad irrefrenable la añejada madera que por siglos cubrió el techo de la antigua Catedral de Notre Dame. París lloraba. Víctor Hugo también lloraba. Qué ironía, el Día Mundial del Arte, un Lunes Santo y al parecer por una restauración, la maligna chispa de un soplete poseída por un azar diabólico del destino, inició el fuego que paralizó y consternó al mundo.
Notre Dame no es solo una catedral, es un ícono, una joya de la humanidad y no pertenece a París, sino al sublime rincón del corazón de quienes amamos la vida y el arte. Allí, en tiempos distintos, Enrique VI de Inglaterra fue entronizado, Napoleón Bonaparte se coronó emperador de Francia, Juana de Arco fue beatificada y el 15 de abril de 2019, el dolor que la doncella de Orleans sintió al ser quemada en la hoguera, renació ante el fuego que simbólicamente arde eterno sobre la inexistente piel de esta niña santa.
El incendio continúa. El humo gris, encanecido por consumir siglos de historia, con orgullo depredador y teniendo plena conciencia de su poder, intenta destruir en pocas horas una de las más extraordinarias obras arquitectónicas del arte gótico.
El cielo de un París enlutado presenció con asombro cómo detrás de las torres centrales, erguida y sumisa, se desmoronaba la estilizada aguja de 93 metros de altura, incapaz de luchar contra el fuego que aprovechaba su vahído para avivar la llama y continuar ardiendo.

De fondo, el alarmante ulular de los camiones de bomberos, el doloroso crujir de la madera ardiendo, los gritos de miedo y de asombro. El calor, las briznas de cenizas que golpean el rostro, el olor a historia quemada ya sacrilegio, se unen a las voces de un grupo de fervientes franceses quienes, al unísono y con fe, entonan el adolorido himno de Francia y la afligida letra del Ave María. Al escucharla, a más de uno se nos erizó la vida mientras, impávidos, otros contemplaban la luctuosa escena a orillas del río Sena.
A lo lejos y casi indiferente, la Torre Eiffel parecía disfrutar de una tragedia que no llegó a consumirse porque Dios sintió piedad.
Emisarios salvadores, un audaz capellán y valientes bomberos, formaron parte de un ejército de ángeles que apagaron el fuego y rescataron tesoros invaluables de la historia religiosa y del arte. Salvaron un fragmento de la cruz, uno de los clavos que atravesó la piel de Cristo y lo que queda de su corona de espinas. Salvaron también una parte importante de Venezuela que desde el año 2018 se hospedaba en la catedral: una pintura acrílica de la imagen de la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela.
Sí, el cuadro no se quemó. El milagro fue dibujado en la mirada de la Virgen. Ismael Mundaray, el pintor, el gran artista venezolano, permitió que Dios dirigiera su mano y en los ojos de Nuestra Señora de Coromoto, con colores celestiales, dibujó el alma de cada familia obligada a emigrar de Venezuela; al hacerlo, Dios bendijo el peregrinar de cada una de ellas… por los siglos de los siglos.
Sí, la virgen salió incólume del fuego. La cruz y el altar de la Catedral de Notre Dame también quedaron intactos y el 7 de diciembre de 2024, el sagrado templo reabrió sus puertas después de su restauración.

El milagro de la Virgen de Coromoto no solo salvó a la catedral Notre Dame, sino que le enseñó a Quasimodo que no hay justicia en la venganza, que hay que aferrarse al amor e intentar ser feliz a pesar de las adversidades.
Sí, es cierto, hay historias que no podemos cambiar… pero hay otras, que podemos comenzar a escribir.
Jeanette Ortega Carvajal
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