Me están robando y me quieren envenenar: los temores del abuelo

La desconfianza de los abuelos: sospechas de robos y venenos

«¡Me están robando!» ¡Pero qué casualidad! Otro viejito más con la misma sospecha

Si tienes la dicha de cuidar a un abuelo, o simplemente convives con un adulto mayor, seguro te suena esta historia.

Un día, de repente, tus orejas escuchan una frase que te deja helado: ¡Me están robando mis cosas!, o peor aún, ¡Me quieren envenenar la comida!

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Y tú, con el corazón en la mano, piensas: «Pero, ¿de qué habla mi abuela?».

Pues, amigo, no estás solo en este fascinante y a veces desternillante universo de la desconfianza senior.

Es un fenómeno tan común como las canas y los dolores de rodilla, y aunque a veces duele, también tiene su lado divertido.

La paranoia geriátrica de algunos adultos mayores que creen que alguien los quiere robar o envenenar es más común de lo que crees

A ver, seamos honestos. ¿Quién no ha vivido la escena? Llegas a casa del abuelo y te recibe con una mirada de C.I.A.

No te extrañes si te pregunta por qué su control remoto «desapareció» justo cuando tú llegaste, o si su mirada escudriña el tazón de sopa como si esperara ver una pócima mágica en lugar de consomé de pollo.

No es que tu abuelo haya desarrollado súperpoderes de detección de villanos. Es que su cerebro, ese órgano maravilloso y complejo, a veces se pone creativo con la realidad.

La ciencia, esa aguafiestas que todo lo explica, nos dice que esta desconfianza a menudo se debe a cambios cognitivos propios de la edad.

No es un invento del abuelo para fastidiarte, ni es que te tenga mala. Es una cuestión de cómo su cerebro procesa la información.

Piensa que la memoria, que antes era una biblioteca ordenada, ahora es un poco como un garaje con cajas revueltas.

Olvidar dónde dejó las llaves puede transformarse, en su mente, en la certeza de que «alguien las tomó». Y ese «alguien» puedes ser tú, el más cercano y, por ende, el sospechoso ideal.

Cuando te diga «Me están robando y me quieren envenenar» no te lo tomes personal

Además, el aislamiento es un compañero frecuente de la vejez.

Si los abuelos pasan mucho tiempo solos, su mundo se reduce y, a veces, la soledad puede alimentar la desconfianza.

Es como vivir en una isla desierta donde el único coco que ves es el que, sospechosamente, parece tener una cara. ¿Y si el coco también te quiere robar?

«Los que me quieren envenenar me están robando»

«Creo que me echaste algo en el sancocho»

El tema del envenenamiento es otro clásico del repertorio.

«¡No me des eso, tiene algo!», gritan, y tú, que con tanto amor preparaste esa gelatina de fresa, sientes que te clavan un puñal.

Este miedo, aunque parezca sacado de una película de espías, tiene su lógica (en el contexto de la paranoia, claro).

La pérdida de control es una constante en la vejez. Ya no manejas tu cuerpo como antes, quizás dependes de otros para tareas básicas, y esa sensación de vulnerabilidad puede llevar a creer que otros buscan hacerte daño, incluso a través de la comida.

Es una forma, muy distorsionada, de recuperar el control sobre lo que entra en su cuerpo. Y sí, la gelatina de fresa puede parecer una amenaza para ellos.

Las enfermedades también juegan un papel importante

Condiciones como el Alzheimer o el Parkinson, o incluso infecciones tan comunes como la de orina, pueden causar delirios y alucinaciones.

Es decir, el abuelo realmente «ve» o «cree» cosas que no son reales.

Así que, cuando te acuse de robarle el aire, quizá no sea una metáfora; de verdad piensa que te llevaste su oxígeno.

Y ni hablar de los medicamentos. Algunos fármacos tienen efectos secundarios que pueden alterar la percepción y el estado de ánimo.

De repente, el abuelo que solo se preocupaba por ver novelas, se convierte en un detective que sospecha hasta de la mosca que vuela.

Lo más importante es entender que, para ellos, esos miedos son absolutamente reales.

No son inventos para llamar la atención.

Para tu abuelo, ese «robo» de su peine o ese «veneno» en su agua es tan cierto como que el sol sale y se oculta.

Por eso, en lugar de molestarte o tomártelo a chiste, aunque a veces sea difícil no soltar una carcajada, lo mejor es armarse de paciencia y empatía.

De nuevo, no es personal. Recuérdalo siempre.

Trata de validar sus sentimientos. Puedes decir algo como: «Entiendo que te sientas así, abuelo. Vamos a buscarlo juntos».

O si te acusan del veneno, puedes decir «Mira, yo voy a tomar un poco para que veas que no tiene nada».

A veces, la tranquilidad viene de la acción, aunque la acción sea «buscar» algo que nunca se perdió o «probar» algo que no está envenenado.

Y ojo, si las acusaciones son muy frecuentes o muy intensas, lo más sano es hablar con un médico.

Un profesional podrá evaluar si hay alguna condición médica subyacente que necesite tratamiento.

Porque lo que queremos es que nuestros viejitos estén tranquilos y se sientan seguros, aunque de vez en cuando nos acusen de esconderles el cepillo de dientes o de robarles un boli.

Así que, la próxima vez que tu abuelo te mire con ojos de desconfianza, recuerda que no es un ataque personal.

Es solo un reflejo de los desafíos que enfrentan a medida que envejecen.

Y quién sabe, quizás en su mente eres el protagonista de su propia película de espías, y eso, admitámoslo, tiene su encanto.

Pero mosca porque «Me están robando y me quieren envenenar» puede ser cierto

¡Cuidado! Lamentablemente, no siempre es solo su imaginación.

Como el famoso cuento del lobo, nuestra abuelita o nuestro abuelo pueden estar en lo cierto.

Sabemos que hay gente malintencionada o enferma que sí puede estar robando a nuestros mayores, e incluso maltratándolos. También se sabe de casos de gente que les suministra medicamentos que no necesitan y que les pueden causar daños.

Así que, además de armarte de paciencia, dales siempre el beneficio de la duda, porque, nunca se sabe.

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