REFLEXIÓN
Venezuela en un suspiro eterno, lo que somos y que a veces olvidamos. Llevamos las cifras de inseguridad y hambre, pero también sus costas, sus esteros, sus arenas falconianas, sus nieves, cada rincón y cada canción en las riberas del alma vibrador, llevamos su espuma en las pupilas, los sueños los ponemos en nuestras manos para tocarlos, para escribirlos y construirlos a pulso.
A un día de finalizar cada día, cada momento, cada esperanza, un testimonio que nos resuma de manera poética, sensible y solidaria, el noble país que pudimos haber sido, de lo que nos queda y somos y lo que podemos llegar a hacer para ser mejores. Por eso insisto en mi anhelo y terco afán de querer mudarme a un mejor país, pero en el mismo sitio.

Quizá Venezuela necesite una salida poética: La renuncia y Vuelta a la Patria. Hoy Venezuela es una gran sala de espera con muchas esperanzas. Por Venezuela vale la pena también esperanzarse. Evitemos caer víctima de la desmoralización, lo que es un riesgo que hay que conjurar en lo inmediato.
Insisto, en estos tiempos difíciles y sombríos, coloreados de un rojo alarmante, vale la pena esperanzarse. Que nadie diga que estuvimos al margen y en silencio. Mantengamos los ojos bien abiertos, miremos a todos lados, oteemos el horizonte, aspiremos los olores de la República con nariz sensible, para no ver al país como al tango llorón «cuesta abajo en su rodada» y ayudemos en su recuperación, más allá de unos ojitos siniestros que pretender ocupar todos los espacios, recordándonos esa pesadilla instaurada desde aquel mismo infausto 4 de febrero.

Que nadie diga que nos mantuvimos en silencio, que pusimos vendas o persianas a nuestros ojos, que nos hicimos los locos, o que vimos con indiferencia la tragedia que hoy padece Venezuela. Que podamos mirar sin vergüenza alguna, sin miedo ni odio y de frente a los ojos de nuestros hijos, de nuestra familia toda y de nuestras amistades.
En Venezuela, adecos y copeyanos, y los que eran de izquierda, luchaban para que no se implantase un gobierno militarista y autoritario que copara todos los espacios como ocurría en Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina, países donde habían llegado al poder militares de derecha que se comportaban igualito a los de la izquierda de hoy.

¿Acaso eso es lo que queremos que continúe? Por supuesto que no. Serán las instituciones democráticas lo que nos permitirá acabar con ese cordón umbilical infernal que nos ata a la satrapía cubana y a su ignominioso régimen parasitario.
Confío en que se esté apagando la vela en su cabecera. Mi país no merece seguir viviendo esta tragedia, esta desgracia, mala hora que al parecer, hace feliz a los responsables de la peste que la propicia y a su hatajo de cómplices conmilitones

Sea la participación el instrumento para reinstaurar el régimen democrático, la inclusión de todos los ciudadanos, la separación de poderes en la estructura del Estado y en fin, los valores y principios propios de la democracia. Procuremos entenderla como la rectitud de conciencia como base del sistema, la honestidad como norma permanente, la pulcritud en las ideas y en las formas de comportamiento.
Quiero volver al país donde se asuma, sin pena ni vergüenza, que ser pobre es malo y sepamos y ojalá nos demos cuenta de lo felices que siempre somos y hemos sido a pesar de las circunstancias.

El hombre al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.
Si se reivindica la justicia y la libertad, se reivindica al propio tiempo la vida misma y la humanidad.
Yo quiero mudarme a un mejor país, pero en el mismo sitio.
Un país de certezas, seguridades y dicha posible que podamos alcanzar con el esfuerzo de todos. Quizá luzca iluso, soñador o quijotesco, pero no más incertidumbre, angustias y desencantos. No más esta forma de morir a diario, este mudarnos sin irnos, la eterna oración, el sempiterno dolor, este hartazgo, esta ruina, este vacío.
Jesús Peñalver
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