El deseo de liberarse de los límites de la experiencia humana es tan antiguo como nuestras primeras historias
Existimos en un universo infinito, sólo limitado por las leyes de la física y, sin embargo, nuestra conciencia está atrapada en máquinas mortales hechas de carne. ¿Podemos transferir la mente y vivir para siempre?
Con la impresionante explosión de innovación y progreso, por primera vez parece posible el concepto de dejar atrás nuestros montones de carne y cargar nuestras mentes en una utopía digital. Incluso como el siguiente paso lógico en nuestra escala evolutiva.
El deseo de liberarse de los límites de la experiencia humana es tan antiguo como los primeros cuentos. Existimos en un universo infinito, solo constreñido por las leyes de la física, pero nuestra consciencia está atrapada en máquinas mortales hechas de carne. Con la vertiginosa explosión de la innovación y el progreso, parece que por primera vez sería posible el concepto de abandonar los trozos de carne y transferir la mente a una utopía digital. Incluso parece lógico considerarlo el siguiente paso de la evolución. ¿Qué transferir exactamente?
Mente es una de esas palabras verdaderamente difíciles de definir. Se cree que son las habilidades colectivas de la consciencia y la inteligencia, ese algo que nos permite imaginar, reconocer y soñar. Transferir la mente se refiere al concepto hipotético de crear una copia de este mundo interior y cargarla en un ordenador para ejecutar una simulación de esa consciencia. Pero incluso la definición de las premisas enseguida se vuelve superdifícil. La posibilidad de transferir la mente se basa en tres supuestos:
Supuesto 1:
La mente reside en la estructura, disposición y bioquímica del cerebro. La idea de que todo lo de la mente se encuentra en el cerebro se denomina fisicalismo y mantiene el análisis dentro del dominio de la ley natural.
Supuesto 2:
En algún momento comprenderemos el cerebro suficientemente y poseeremos la tecnología para simular todos sus aspectos y fabricar una copia digital de la mente.
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