La NASA financia proyectos que exploran las conexiones entre las medidas de confinamiento y el medio ambiente. Además, investigan cómo el medio ambiente puede influir en la propagación del virus
Durante los meses en los que se decretó un aislamiento estricto en casi todo el mundo debido a la pandemia del coronavirus, los estudios científicos quedaron paralizados, pero los satélites continuaron observando la Tierra en órbita y enviaron imágenes y datos que podrían revelar muchas conexiones entre la pandemia y el medio ambiente.
“Los satélites recopilan datos todo el tiempo y no requieren que vayamos a ningún lado”, dijo Hannah Kerner, profesora asistente de investigación de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos.
Por ello la NASA decidió financiar a ocho investigadores para conseguir un proyecto de respuesta rápida y determinar, mientras exploran sus campos, cómo las medidas de confinamiento del Covid-19 están afectando el medio ambiente y cómo el medio ambiente puede afectar la forma en que se propaga el virus.
Un grupo de seis proyectos buscan imágenes de satélite para ayudar a revelar cómo las medidas de confinamiento han afectado la seguridad alimentaria, la ecología del fuego, el calor de la superficie urbana, las nubes y el calentamiento, la contaminación y las precipitaciones del aire, y la calidad del agua y los ecosistemas acuáticos.
Por otro lado, dos proyectos están explorando cómo el medio ambiente podría afectar la forma en que se propaga el virus al monitorear el polvo y el clima.
La División de Ciencias de la Tierra de la NASA gestiona estos proyectos que encuentran nuevas formas de utilizar los datos de observación de la Tierra para comprender mejor los impactos ambientales, económicos y sociales de la pandemia del coronavirus a nivel regional y mundial.
Tormentas de polvo, sociedad y coronavirus
Pablo Méndez Lázaro, profesor de la Universidad de Puerto Rico en San Juan, está examinando cómo el medio ambiente podría afectar la propagación del coronavirus.
Más específicamente, quiere saber si el polvo africano estacional que viaja al Caribe entre mayo y agosto cada año tendrá un impacto significativo en la salud y la mortalidad asociadas con el virus.
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