Billo Frómeta, el célebre y querido director de la orquesta Billo’ s Caracas Boys tiene historias y anécdotas que van más allá de su muy conocido rol.
Viajamos hasta su natal República Dominicana para descubrir algunas de sus facetas.
Si revisamos su biografía desde la juventud conseguiremos que uno de sus primeros trabajos en el ámbito musical fue fundar y dirigir la Banda del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo.
Esto ocurrió en 1930.
Al emplear la batuta de tal dependencia recibió el grado de capitán.
Billo Frómeta: Estudiante de Medicina
Luego, lo encontramos estudiando nada más y nada menos que Medicina en la Universidad de la capital quisqueyana.
Pero su incursión en el alma mater alcanzó solo hasta el tercer año de la carrera.
Resulta que a Luis María Frómeta Pereira, su nombre de pila, lo obligaron a usar el uniforme de guardia en el hospital militar.
Su oposición al régimen castrense que mandaba en la isla lo llevó a negarse a tal orden, por lo cual lo expulsaron de la institución académica.
En 1937 arriba a Venezuela, sin sospechar que se convertiría en hijo por adopción y cariño de este país y, en especial, de Caracas.
Lo hizo al frente de la para entonces Santo Domingo Jazz Band.
Billo Frómeta: El nombre y el hombre de la orquesta
Lo más irónico es que el nombre de la agrupación fue cambiado a Billo´s Happy Boys sin que el músico se enterara, tras decisión de los propietarios del local que lo contrataron, el Roof Garden.
El hecho casi se convierte en un conflicto diplomático pues nada le gustó a las autoridades dominicanas tal medida.
En la capital venezolana Billo se hizo amigo del genial compositor mexicano Agustín Lara, quien estuvo un tiempo residiendo en nuestra nación.
Una clausula del contrato de Lara le impedía producir temas que no fueran estrictamente románticos, y por eso le compuso varias piezas bailables a la Billo´s Happy Boys.
A la orquesta se le conoce como Billo´s Caracas Boys a partir de 1940.
Un año antes el maestro había sufrido gravemente de tifus, enfermedad de la cual pudo recuperarse.
No solo dirigió a sus muy conocidos cantantes solistas sino que también acompañó a célebres solistas de la talla de Alfredo Sadel, Vinicio Adames y Marco Tulio Maristany.
Complicaciones en el camino de la fama
Su protagonismo en el programa radial «A gozar, muchachos», en el aire desde 1946, amplificó su repercusión social, aunque tal etapa finalizara no de la manera más armónica al perder el apoyo de los patrocinantes del espacio.
Ello ocurrió luego de que en 1956 a Billo le fuera entablado juicio por un matrimonio no disuelto, lo cual le acarreó poco más de tres meses en prisión.
Y hasta un veto sufrió en 1958 el director de orquesta por parte de la Asociación Musical del Distrito Federal y Estado Miranda-
Al ente gremial no le cayó en gracia que Billo fuera contratado por funcionarios o adeptos a la administración castrense de la época.
Pero tales circunstancias no hicieron mella en el cariño y admiración que el público le profesaba a la orquesta más popular de Venezuela.
Billo también fue empresario disquero: su sello Fonograma le brindó la oportunidad a figuras de la nueva hornada como Rosalinda García y Trino Mora. Esta etapa la ubicamos entre 1963 y 1968.
Billo para la posteridad
Las décadas pasan y el maestro Billo se consolida cada vez más en el gusto del soberano, no solo de Venezuela sino de varios países.
Aún se recuerda el haber alcanzado en 1987 el récord Guinness, con el concierto para el momento más multitudinario al aire libre: unas 250 mil personas asistieron a un recital brindado en las Islas Canarias.
Un año luego, exactamente el 5 de mayo de 1988 se producía el deceso de Luis María Frómeta.
El destino quiso que el fallecimiento del querido Billo se produjera mientras hacía lo que mejor sabía, dirigir y componer.
Estaba ensayando con la Orquesta Sinfónica Venezuela cuando le sobrevino un fatal derrame cerebral.
Y así se fue Billo, con sus historias y sus vivencias, dejando todo un legado que es TODO UN PATRIMONIO.
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