La clasificación al Mundial FIBA 2023 es solo la última entrega en la historia de una selección inolvidable
Venezuela clasificó a su quinto Mundial FIBA, justo una década después de la última vez que se perdió amargamente el bus mundialista, pero se ganó el coraje necesario para encadenar los triunfos por venir.
El camino ha sido largo, pero memorable. El repaso de la historia entregó el domingo un capítulo más, Venezuela aseguró su boleto al Mundial 2023 por mérito propio. Triunfos claves durante la eliminatoria de dos años dejaron a los de Fernando Duró en una situación ventajosa frente al escenario más fatalista.
Y esto no fue más que la última entrega de la historia de una selección que ya nos permitió:
- Asistir a unos JJOO
- Clasificar a dos mundiles
- Ganar un título de América en 2015
- Titularse en dos suramericanos (2014 y 2016)
- Participar en dos Panamericanos
Desde 2013, con aquel equipo del Che García, hasta la selección de hoy de de Fernando Duró, Venezuela jugó 86 juegos en 14 eventos, con 54 triunfos y 32 reveses. En ese curso, el cuadro promedió 70 puntos a favor y 68 en contra.
El golpe de realidad y la sacudida
En 2013, Venezuela se alistaba para organizar el Premundial. (Si, el que muchos consideran que nos quitó Barea con aquel C3, pero que en realidad se nos escapó en el juego vs Argentina). Año duro, de aprendizaje y conformación de las bases de la identidad del presente.
Veníamos entonces de dos eventos claves en esta historia: el preolímpico de Mar del Plata, donde debutaron jugadores esenciales, y el repechaje del Poliedro, según entendidos el mejor evento FIBA realizado en América. Un torneo que, por lo demás, fue catalizador del proceso posterior.
Curadas las heridas del revés 2013, la base de jugadores que se formó bajo las órdenes del estadounidense Eric Musselman comenzó su proceso de adaptación a un baloncesto defensivo, de extra pase, y una unidad interna que terminó de galvanizar en 2015 con el Preolímpico.
Quedaban atrás la apatía y el desgano que minó a la selección hacia el fin de la década anterior, y que forzó la incorporación de nuevos jugadores desde 2007 hasta el aterrizaje de Musselman en 2011. Época necesaria que delineó lo que vendría después.
La renovación
Desde 2013, se incorporaron a la selección 33 jugadores, varios de los cuales transitaron buena parte del camino de éxitos de Venezuela en estos años. De ellos, ocho lo hicieron en el proceso del Che, 25 lo hicieron hasta el domingo con Fernando Duró.
Antes de la llegada de los argentinos, Venezuela tuvo ocho debutantes con Eric Musselman entre 2011 y 2012. Con Nelson Solórzano debutaron tres jugadores en 2008, mientras que con Néstor Salazar se estrenaron 22 nombres desde 2003.
Por orden federativa, en la “administración” de Salazar surgieron en 2007 un muy jóven Greivis Vásquez, Luis Bethelmí y José Vargas, por mencionar algunos de los jugadores que tendrían repercusión en la última década.
En 2009 aparecería en escena Gregory Echenique y en 2010 Gregory Vargas y David Cubillán. Con esa base trabajó Musselman, que añadió a Heissler Guillent, Dwigth Lewis, Néstor Colmenares y Windi Graterol, quien rescató para el básquet aquel 2011 con su pick and roll con GV.
El gran aporte de este período fue a disciplina y el rigor del estadounidense.
Lo que vino después arrancó ahí. Con una orientación distinta, porque diferente es la visión del norte respecto del sur. Pero sembrada la disciplina, resultó fértil el proceso posterior. De eses tiempos de 2010-2011, sobreviven hoy Gregory Vargas y Cubillán, los más antiguos.
La era Duró
Nada pues, comenzó de cero, en este continuo histórico que no admite vacío (ni pandemia), avanzó otro proceso. Con Fernado Duró se produciría una ampliación masiva.
Se incorporaron 25 jugadores, quizás los de mayor impacto fueron: Michael Carrera, Garly Sojo, Yohanner Sifontes, José Materán y José Ascanio.
Esa cantidad de debutantes bajo un mismo entrenador, supera cualquier cantidad antes registrada. Además la estadistica habla sola, Duró tiene récord de 29-16, un Mundial con avance a segunda ronda, repechaje olímpico, un panamericano y el próximo Mundial.
Meritorio lo anterior, pues Duró aterrizó en Venezuela en tiempos de derrumbe de la LPB, lucha intestina y cambios de mando en la FVB, suspensión de ligas, pandemia, es decir, sin un marco competitivo que ofreciera mejores condiciones para el surgimiento de jugadores.
Relevante es el hecho de que pese a muchas condiciones adversas del último tiempo, Venezuela evitó caer en el valle que siempre sobrevino al éxito. Ocurrió luego de la Hazaña de Portland 1992, también tras Indianápolis, haciendo crisis en el Mundial de 2006.
Luego de los Olímpicos de Río y el fin del ciclo del Che García, la Venezuela de Duró se mantuvo en el concierto internacional, conquistando un espacio cada vez que pudo, pasando del puesto 20 al 17 del mundo (la década anterior venía del lugar 27).
Un Mundial más que merecido
Con el mejor material disponible y con poco margen de maniobra al que obliga el sistema de clasificación, Venezuela ha mantenido el curso, sin ser el más veloz en cancha, ni el más alto, ni el de mejor ofensiva, pero sí conformando un estilo, un carácter, una personalidad.
Y eso no se define en un partido ni lo hace una sola persona. Es la sumatoria de condiciones, factores, experiencias, conocimientos, dolores, satisfacciones y capacidades d los involucrados, que confluyen en un tiempo y espacio, y que se manifiestan en medio de las circunstancias.
Con el mejor material disponible y no otro, clasificó Venezuela a la cita mundialista. Y con el mejor material disponible y no otro, asistirá al Mundial FIBA e intentará mantenerse en la ruta olímpica.
Vía: Líder
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