Una esclavitud que nace de la pobreza, la trata

Los menores migrantes están en un grave peligro que los tratantes disfrazan de aventura

La semana pasada hablamos sobre la trata de personas, del negocio millonario que se esconde detrás de las ofertas de empleos soñados, la vida de los influencers o un futuro soleado.

Una ilusión que oculta miles de burdeles malolientes, explotación, violaciones, palizas y asesinatos. Un mundo donde la gente no es más que una mercancía que puede ser desincorporada… y enterrada.

Ahora nos acercaremos a otra parte de esa realidad, la de miles de niños y adolescentes que emigraron, muchos en compañía de sus padres, pero también otros que se lanzaron a la aventura de correr ellos mismos detrás de sus sueños.

El problema es que la trata es un negocio internacional que, como la droga, está oculto a plena vista y que por la cantidad de dinero que maneja genera complicidades en los distintos estratos del poder.

Recordemos que, según estimaciones de la Oficina de la ONU para las Drogas y el Crimen, maneja más de $32 mil millones anualmente. Esa misma fuente señala que existen 2,5 millones de personas víctimas de la trata y se calcula que por cada víctima identificada existen 20 más sin identificar. De esta cruda manera nos muestra a lo que se exponen las víctimas de este delito.

Ahora imaginemos que esa mercancía son niños, niñas y adolescentes.

Operación Natus: Comprando bebés en el vientre

La periodista Yasmín Velasco, radicada en Colombia y dedicada a temas relacionados con la migración venezolana, recordó que la policía colombiana desarticuló una banda de tratantes radicada en Cúcuta, con ramificaciones en Bucaramanga, Bogotá, Ipiales y que llegaba hasta Ecuador.

“La Operación Natus desarticuló una banda muy especializada en la trata. La policía había detectado que esta organización tenía interés en un tipo muy particular de migrantes: mujeres embarazadas”.

“Captaban a mujeres embarazadas -prosigue-, las convencían de su necesidad de salir de Venezuela en plena crisis humanitaria, y lograban que vendieran sus hijos recién nacidos por entre dos y cuatro millones de pesos” (entre 500 y mil dólares).

A las mujeres les daban alojamiento, comidas y atención médica. Parían en clínicas y, tras un plazo de uno a dos meses, entregaban los bebés a sus “nuevos padres”, con documentación en regla y que salían con el bebé por lo general a Europa.

El problema es que no siempre los niños eran entregados a familias buscando hijos, sino que también eran vendidos a redes para prostituirlos o usarlos para mendigar o extraerle los órganos.

Los niños migrantes

Ya lo hemos dicho. Uno de los grandes problemas con la delincuencia en Venezuela es la falta de cifras oficiales, que impide hacer diagnósticos ajustados a la realidad. Esa situación se extendió a Colombia a raíz del cambio de gobierno de 2022.

Durante el gobierno de Iván Duque, la migración venezolana fue una gran fuente de información, había un monitoreo constante por parte de las autoridades que difundían los hallazgos. Al producirse el cambio de mando, la información se detuvo. Los últimos datos sobre niños migrantes corresponden a finales del gobierno de Duque, en 2022, cuando se reportó el paso de 650 niños “solos” a tierras neogranadinas, 45% de ellos menores de 14 años.

“Muchos de estos niños son utilizados por bandas para ir o venir de Colombia a Venezuela captando a otros menores que terminan en manos de mafias que los explotarán sexual o laboralmente, muchos de ellos puestos en situación de mendicidad en semáforos y en los sistemas de transporte urbano de Colombia”, agrega Velasco.

Alquiler de mendigos

El problema con la explotación es que no se ve abiertamente. Se cree que estamos frente a casos de gente floja o necesitada, de mujeres y hombres desesperados; no se entiende que más allá de esa supuesta “flojera” o “necesidad” existe alguien ganando dinero.

Una investigación periodística detectó que los niños eran alquilados por entre 30.000 y 40.000 pesos (entre ocho y 10 dólares) diarios a hombres y mujeres que los usan para mendigar en líneas de transporte público. “Vi hombres con niños de brazos y de hasta cinco años en esa situación”.

La mano oscura 

Más allá de las redes criminales en la trata, hay casos en que las instituciones del Estado son las encargadas de quitarle los niños a los migrantes… Para venderlos.

Velasco presentó el caso de una venezolana, Sabrina Padrón, a quien el Instituto de Bienestar Familiar de Colombia (IBFC) intentó quitarle sus hijos.

Sabrina Padrón, madre, abogada, defensora de los derechos humanos y estudiante de Comunicación Social, fue separada de sus hijas bajo el falso alegato de que las había abandonado.

Contó que el IBFC se llevó a las niñas alegando abandono, a pesar de que estaban bajo el cuidado de una niñera. Le dijeron que las tenían en un lugar y las habían trasladado a otro. Durante tres meses solo pudo verlas por separado una vez por semana.

Los funcionarios ignoraron los documentos que presentó, ignoraron pruebas y exigieron otras. A pesar de cumplir lo exigido, continuaron retrasando la entrega de las niñas, por lo que denunció el caso ante Fiscalía, Defensoría, la OEA, la ONU y otros organismos, hasta que finalmente el presidente Duque ordenó la entrega.

“Durante ese período las niñas fueron presentadas, por separado, a dos familias, una italiana y una norteamericana; las iban a dar en adopción a extranjeros, ignorando que yo estaba luchando por recuperarlas, resulta que no cuidan a los niños, los negocian”.

“La situación de Sabrina se repite con cientos de migrantes a quienes el IBFC les arrebata sus hijos y los entrega en adopción a extranjeros”, concluyó Velasco.

El problema es que la trata es un negocio internacional que, como la droga, está oculto a plena vista y que por la cantidad de dinero que maneja genera complicidades en los distintos estratos del poder.

Curadas / Vía El Nacional

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