A manera de una entretenida entrevista que un periodista hace a un cochino, Claudio Nazoa nos comparte una deliciosa receta para preparar pernil.
Si quieres la receta sin la divertida historia, baja hasta el final.
Twitter / X: @claudionazoa
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Lo que ahora leerá podría cambiar el curso de su vida
Razón por la que le recomiendo que invierta un poco de su tiempo e intente llegar hasta el final.
Comprendo lo difícil que podría ser esto en un mundo tan rápido en el que doscientos caracteres es mucho texto.
Sin embargo, le aseguro que valdrá la pena.
El señor Olegario Márquez, padre de mi amigo Laureano Márquez, tenía una máxima:
«Del cochino a mí me gusta hasta su conversación»
Traigo a colación esta frase porque este artículo trata de cómo preparar el mejor pernil de su vida
Así que, en homenaje al señor Olegario, hoy le haremos una entrevista a la pierna de un cochino para que nos revele sus más íntimos secretos.
—Señor Pernil, ¿cómo se encuentra?
—Realmente emocionado de poder disfrutar de mi independencia del resto del cochino y de compartir, por primera vez, desde que soy el señor Pernil, el secreto que logró convertirme en esta pierna tan codiciada y sabrosa para los seres humanos.
—Un poco egocéntrico de su parte, ¿no lo cree?
—No, para nada egocéntrico. Míreme bien. Estoy divino y doradito. Además, estoy bañado con una salsita que ni le cuento.
—Cierto, usted se ve … atractivo y realmente apetitoso, ¿cómo lo logra?
—Le contaré el secreto.
Agarre esta piernota y sóbela con mucha sal. Luego, en una licuadora, agregue cebolla, pimentón, ajo, cilantro, orégano, ají dulce por coñazo y…
—¡Por favor! —interrumpe el periodista— ¡sin groserías!
—Disculpe usted, es que me emocioné mucho. Pero prosigamos…
Decía que hay que licuar bastante ají dulce, cebollín, pimienta, aceite, vinagre, ciruelas pasas sin semillas, papelón rallado y vino tinto.
Si es mucha cantidad, hágalo en dos partes.
—Con todo respeto, señor Pernil, ¿eso no es mucho y muy caro?
—Amigo, disculpe, hoy no quiero hablar ni de dinero, ni de política. Lo mío hoy es el sabor.
—Lo entiendo… prosiga.
—Agarre mi preciosa piernota y con un cuchillo puntiagudo, haga en ella varias hendiduras para que penetre el líquido.
A mí me encanta esa sensación de oler divino cuando estoy crudito. Si es posible, déjeme reposar de un día para otro dentro de la nevera, eso sí, sumergido en ese líquido maravilloso.
De esa forma, yo, en la noche, quedaré impregnando con esa salsa tan deliciosa. Hmmm… De sólo hablar de esto se me paran los pelos del chicharrón.
—Caramba, señor Pernil, no sabía que usted tuviera costumbres tan exquisitas.
—Es que yo no soy un pernil chusma, de esos que son duros, que están quemados y sin sabor. ¡No! Yo soy un caballero de la Corte Marrana y este aroma, sólo lo tenemos los perniles de alta alcurnia.
—Después de dormir en la nevera —acotó el periodista— ¿qué debemos hacer con usted?
—Envuélvame completico, con juguito y todo, en papel aluminio. Luego, recuésteme sobre una bandeja y ahora viene lo bueno.
Durante doce horas colóqueme en el horno con la temperatura más bajita que pueda, muy bajita, bajitica diría yo.
Le recomiendo, por poner un ejemplo, que me coloque en el horno a las nueve de la noche y me saque a las nueve de la mañana del día siguiente.
Esto es una gran ventaja incluso para quien cocina porque mientras me someten a esa ridícula temperatura, usted, tranquilamente, puede echarse palos, hacer el amor, o en su defecto, ver televisión.
—Aja, ¿y luego qué?
—A eso iba.
Como a las tres de la mañana empiezo a oler divino. Ese olor delicioso invadirá primero su casa, saldrá por las ventanas y se colará en los apartamentos vecinos.
A partir de ese momento nadie podrá dormir por aquel delicioso aroma y se escucharán gritos de vecinos desesperados: «¡Apaguen ese cochino! ¡Ese olor no deja dormir a nadie!»
Pasadas las doce horas, sáqueme del horno y quíteme el papel aluminio con cuidado.
Coloque aparte todo el líquido que he sudado y que se ligó con el juguito.
Ese líquido maravilloso, deberá guardarlo en la nevera para que el exceso de grasa flote y sea fácil retirarla.
Luego póngala al fuego con un poquito de maicena para espesarla. Rectifique el papelón, el vinagre y la sal (debe quedar agridulce).
Reserve esta salsa para cuando sirva el pernil.
—Y a todas estas, ¿qué ocurrirá con usted?
—Bueno, ya yo salí de esas doce horas de cocción y estoy blandiiitiiico como mantequilla.
Lo malo es que estoy muy blanco y desteñido, pero eso tiene fácil solución.
Mezcle en la licuadora un huevo entero, papelón, aceite y ciruelas pasas. Luego, pínteme con eso, antes y durante mi última cocción, a fuego intenso, con todo lo que dé el horno hasta que me dore.
—Y, ¿cómo sabré que usted ya está listo para triunfar?
—Fácil, amigo periodista. Cuando por la pintada que me ha echado y el candelero que he llevado, me vea doradito.
Por cierto, ¿me permite un último detalle?
—Claro, señor Pernil.
—Aconsejo que para esta última cocción me ponga sobre una cama de lechuga para verme más elegante y no quedar pegado a la bandeja.
—¡Muchas grasas!, perdón, señor Pernil, ¡muchas gracias!
—Para mí ha sido un delicioso placer. Nos veremos en Navidad o si, usted lo desea, nos veremos antes.
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Déjanos tus preguntas y comentarios respecto a la receta de pernil de Claudio Nazoa más abajo.
Receta de Pernil de Cochino de Claudio Nazoa
Masajear el pernil con mucha sal.
Luego, en una licuadora, licuar cebolla, cebollín, pimienta, pimentón, ajo, cilantro, orégano, aceite, vinagre, ciruelas pasas sin semillas, papelón rallado, vino tinto y bastante ají dulce.
Si es mucha cantidad, hazlo en dos partes.
Haz varias hendiduras en el pernil con un cuchillo puntiagudo para que penetre el líquido.
Déjalo reposar de un día para otro dentro de la nevera sumergido en la salsa. Así el pernil de cochino pasará la noche impregnando en la salsa..
Al día siguiente, envuelve el pernil, salsa incluida, en papel aluminio. Luego, recuésteme sobre una bandeja y ahora viene lo bueno.
Pon el pernil al horno por doce (12) horas a la temperatura más baja que puedas.
Por ejemplo, si pones el pernil en el horno a las nueve de la noche, lo sacas a las nueve de la mañana del día siguiente.
Pasadas las doce horas, saca el pernil del horno y quítale el papel aluminio con cuidado.
Reserva aparte todo el líquido que sudó el pernil y que se ligó con la salsa.
Guarda ese líquido en la nevera para que el exceso de grasa flote y sea fácil retirarlo.
Luego, pon el líquido a fuego lento con un poquito de maicena para espesarlo.
Rectifica el papelón, el vinagre y la sal. Debe quedar agridulce.
Reserva esta salsa para cuando sirva el pernil.
Luego de las doce horas de cocción, el pernil estará blando.
Para darle color al pernil
Mezcla en la licuadora un huevo entero, papelón, aceite y ciruelas pasas.
Luego, pinta el pernil con eso, antes y durante la última cocción, a fuego intenso, con todo lo que dé el horno, hasta que se dore.
Sabrás que está listo cuando esté dorado.
Para esta última cocción, pon el pernil sobre una cama de lechuga para que se vea más elegante y no quede pegado a la bandeja.