LE TEMO A LA GUERRA por Jeanette Ortega Carvajal
Como muchos, le temo a la guerra, a las que ocurrieron, a las que están ocurriendo y a las que podrían iniciarse. Pero ese miedo no es por mí. Es por los más indefensos, por todos aquellos que son y serán víctimas inocentes.
Le temo a la guerra por los niños y jóvenes que nunca podrán crecer, jugar, estudiar, enamorarse y ser felices, porque no tendrán la oportunidad de vivir; le temo a la guerra por los adultos y viejos que podrían resultar heridos, mutilados o muertos. Por todos aquellos que injustamente han sido condenados a perderlo todo: casas, padres, hermanos, amigos y abuelos, ¡la vida entera!, la salud mental e incluso partes de sus cuerpos.

Le temo a la guerra porque toda guerra implica miedo, migración, escasez, contaminación, violación de los derechos humanos, destrucción y, además, una injusta condena a muerte cuando aún no ha llegado el momento.
Quienes sobrevivieron a las guerras mundiales o a cualquier guerra, quedaron huérfanos de esperanzas, exentos de sueños, sonrisas, abrazos y besos. A veces, muchos no lo saben, pero sobre sus hombros cargan pesadas mochilas con traumas, desconfianza y miedos ancestrales, quizás también una carga extra de sed de justicia, que hace de la guerra algo interminable.
Henry Miller, decía: “cada guerra es una destrucción del espíritu humano”, y tenía razón. Las guerras destruyen al hombre por fuera y por dentro. Acaba con la parte más hermosa que poseemos.

Cada etapa de la historia ha sido difícil, es cierto. Pero la incertidumbre que en este momento sentimos, es distinta. La diferencia radica en que el peligro inminente de una Tercera Guerra Mundial, no la estamos leyendo en las páginas de un libro de historia, ni la escuchamos de labios de los abuelos, la estamos mirando a través de las redes sociales en tiempo real. Por primera vez estamos en el frente de batalla, en primera fila, justo en el momento en el que todo está ocurriendo y, la verdad, eso da miedo.
No se puede negar que, en este instante, la espada de Damocles oscila sobre el mundo entero, y la ráfaga de viento al desplazarse de un lado a otro, produce insomnio en la humanidad.
No hay que sufrir por adelantado ni concentrarnos en el peor de los escenarios. Debemos tener fe y rezar sin importar la religión que profesamos. Debemos estar unidos, continuar apoyando las negociaciones para lograr un acuerdo adecuado que evitaría más muerte y destrucción.

Hay que tener esperanza, y el optimismo que deriva de ella, debemos internalizarlo en el ser humano para formar un escudo gigante de protección universal … sin embargo, no podemos cerrar los ojos ante la realidad. En caso de que ocurra lo que muchos tememos, sin importar raza, edad, condición social o creencias, debemos permitir que dentro de cada uno de nosotros, se acreciente la solidaridad, la compasión, la empatía, la fortaleza y la generosidad para, entre todos, ayudarnos.
Sí, le temo a la guerra … y mucho. Ese miedo es más grande de lo que yo misma podría haber imaginado pero, como ustedes, estoy segura que, desde lo más profundo de todos los hombres, mujeres y niños del mundo, aflorarán las virtudes más hermosas que posee la humanidad y saldremos adelante.
Reconstruiremos para nuestros hijos un mundo que cada día será mejor. Mientras tanto, oremos por la paz mundial.
@jortegac15
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