» Pero lo más grave, lo que nadie se atreve a diagnosticar en su justa dimensión, es la cantidad de títulos regulares que son entregados por muchas universidades tanto públicas como privadas sin cumplir mínimos requisitos de exigencias intelectuales y comprobado conocimiento del área que garantizan verdadera profesionalización.»
El escándalo mediático originado por el Doctorado Honoris causa otorgado por una Universidad privada al policía Bernal, es contundente evidencia pública y notoria del desmoronamiento moral del último bastión institucional venezolano.

Era nuestra última muralla dónde se pretendía sostener y preservar la racionalidad como elemento principal del pensamiento útil y necesario para la justa interacción social.
Esa justicia basada en la primacía del mérito intelectual, creativo, independiente y diferenciador en la obligatoria convivencia.
Ese bastión tomado por el enemigo no es otro que la universidad y esa verdad no es reciente.
En realidad, el problema de fondo va mucho más allá de los Doctorados Honoris Causas otorgados ahora a Freddy Bernal , o antes a Pedro Carreño, ( por nombrar solo dos) de quien sabe cuántos más que incluyen empresarios y gente con cierta fama.
Todos ellos, con la necesidad motivacional de mostrar su pretendido logro, tienen que hacer público su lauro, con fotos «entogadas y chapeadas», publicidad, aplausos y muchas felicitaciones.
De no ser así, el acto no tendría ningún sentido para la ansiosa vanidad de los » nuevos doctores» y sus esmerados aduladores, dónde ocupan sitio de honor las autoridades universitarias involucradas .Esos trueques, además de publicidad barata, siempre generan algún «Favor Administrativo» debajo de la mesa. Algo así como el mercado de «Verdades Amargas» del poeta Ramón Ortega.
El verdadero problema, el más grave es la verdad oculta que como un cáncer actúa y corroe.
En primer lugar la cantidad de títulos falsos y personas que sin pudor se presentan y hasta ejercen profesiones que nunca estudiaron bajo la mirada complaciente del igualitaraje social auspiciado desde las propias instituciones.
Pero el más grave, lo que nadie se atreve a diagnosticar en su justa dimensión, es la cantidad de títulos regulares que son entregados por muchas universidades tanto públicas como privadas sin cumplir mínimos requisitos de exigencias intelectuales y comprobado conocimiento del área que garantizan verdadera profesionalización.
En ellos se incluyen tanto pregrados como postgrados y para percatarse de la metástasis, solo hay que curucutear un poco en internet.

Con respecto a los postgrados, hago énfasis especial en la cantidad de doctorados formales autorizados para realizarse en forma express, con graduados a granel.
«Sin entrar en detalles de contenido curricular, me consta que muchos estudios doctorales llegan al descaro de no solicitar para su realización, la madurez intelectual que significaba el requisito previo de tener aprobados los títulos de especialidad y de maestría, como lo requieren la mayoría de universidades de prestigio en el mundo».
Ahora más que nunca, en Venezuela «cualquier idiota con palanca o dinero» es doctor.
Cuando no lo son en la sencilla formalidad, aceptan sonrientes que lo nombren con esos títulos que no tienen. Eso ocurre a cada momento con una cantidad de abogados,especialmente aquellos que sin ser doctores,una vez nombrados jueces, magistrados o cualquier carguito burocrático otorgado a dedo,se colocan el doctor delante del nombre.
A inicios del año 2000, siendo cursante de un Doctorado en Educación, comencé a escribir sobre la materia y hasta llegué a publicar un artículo que titulé «¿Cual calidad educativa?» A los fines de colorear este artículo, me permitiré compartir el párrafo de un ensayo que con el sugestivo título de «El mito de las Mayorías», publiqué por el año 2010.
Inicio de la cita: «La historia está llena de personajes que se adueñan de ideas ajenas sin entender su esencia, para manipular a las mayorías y obtener un pasaporte de ascenso al poder como una necesidad de satisfacción de sus instintos y de sus ansiedades, sin más mérito que la apariencia, la imitación y el discurso falaz.
Estas nulidades son hábiles en la simulación e intentan parecer preparadas y virtuosas. En su afán de sacudirse de su dura realidad de inferioridad, aspiran a ser considerados por sus cargos, rangos, grados o títulos, haciendo lo necesario para conseguirlos.
Tratan así de sustituir el respeto cualitativo que genera la APTITUD propia de los excelentes, por el culto cuantitativo a la ACTITUD desarrollada hábilmente por los comunes. Es aleccionador lo que expresa Ingenieros en su obra “Las Fuerzas Morales”
“El hábito de ver tasar a los demás por los títulos que ostentan, despierta en todos un obsesivo anhelo de poseerlos y hace olvidar que el Estado puede usar en su provecho la competencia individual, pero no puede conferirla a quien carece de ella.” Fin de la cita
Lamentablemente, las mayorías democráticas no logran diferenciar un imitador de un original, perdiendo la oportunidad de que sus élites intelectuales y morales generen utilidad pública a sus naciones, o lo que es peor, estas élites, tal como lo señaló Tocqueville en 1835, pierden el interés en formar parte de los gobiernos en esas democracias enfermas.
Es de honda preocupación ver como en Venezuela, las mayorías comunes han logrado a través de muchos años de “trabajo”, reducir a la mínima expresión las exigencias intelectuales, morales, físicas y diferenciadores de aptitudes para optar a los cargos del poder, grados y hasta a los títulos universitarios, creyendo erróneamente que mediante nombramientos y ascensos por decretos, resoluciones, diplomas, etc., conferidos por sus pares en funciones de poder institucional, logran el respeto moral que por sus méritos obtienen los originales y los virtuosos.
Se olvidan de que “lo que natura non da, Salamanca non presta” y que aptitud y criterio no se compran en bodega. Sentencia Ingenieros: “áspero es todo sendero que se asciende sin cómplices; los que no pueden seguirlo conspiran contra el que avanza, como si el mérito ofendiera por el simple hecho de existir, el mérito vive rodeado de adversarios; la falta de éstos es inapelable testimonio de insignificancia”.

Fin de la cita.
En Venezuela, se ha flexibilizado hasta la nada los requisitos de exigencia, para crear una falsa excelencia, auspiciada por los medios y las propias instituciones en una alarmante y cada vez más creciente simbiosis social entre la vanidad del poderoso y la adulación del servil, que en el fondo aspira a sustituirlo.
Es el triunfo del igualitaraje sobre el verdadero mérito.
Caracas 21 de febrero del año 2022
Ángel Alberto Bellorín
Coronel del Ejército, Abogado, Doctor en Derecho Constitucional
Te puede interesar:
Para los interesados el documento original y otros pueden leerse en la siguiente dirección:
Somos Curadas.com Tu compañía en información
Únete a Curadas en tus redes sociales y aplicaciones favoritas
Nos alegra que te guste Curadas y quieras unirte a nosotros. Tienes varias formas de ser parte de Curadas:
- Síguenos en las redes sociales
- Entra a un grupo de Telegram o WhatsApp
- Recibe nuestro boletín en tu correo electrónico
Aquí tienes los enlaces a las redes sociales de Curadas
Recibe nuestro boletín por correo
Si quieres decirnos algo:
- Comenta al final de cualquiera de nuestras publicaciones
- Menciónanos en las redes sociales
- Escríbenos a info@curadas.com