(Continuación)
Por: José Chachati Ata
En medio de la naciente situación que cumplió esta semana dos meses desde que se inició el conflicto entre Rusia y Ucrania, en el que no se ha vislumbrado aún la culminación del mismo a corto plazo, han surgido en el ámbito geopolítico y geoeconómico distintos factores que le han dado probables cambios a las variables que se insertan como apuntalamientos en la ecuación matriz del litigio territorial entre Guyana y Venezuela sobre el Esequibo, los cuales se conjugan como aparente epifanía, dada la serendipia que ha surgido bajo el hallazgo afortunado e inesperado de parte de algunos países de la OTAN sobre sus corresponsabilidades sobre la materia en cuestión, cuando en principio éstos buscaron la conformación de un escenario con resultados muy distintos a través de la actuación de la Corte Internacional de Justicia, mediante la demanda introducida contra Venezuela de parte del gobierno de Guyana, y por supuesto, el poder llevar en paralelo la legalización de las actividades económicas basadas en la exploración y explotación petrolera y minera que se realiza en el espacio geográfico integral el Esequibo, las cuales son totalmente ilegítimas hasta hoy en día, y contrarias al Acuerdo de Ginebra firmado desde 1966, lo cual ha sido explicado ampliamente por el suscrito en el libro recientemente
publicado, titulado “La Daga de la Corte Internacional de Justicia sobre el Esequibo”.
Con base a estos señalamientos, es obvia la necesidad de un cambio de estrategia en el tablero correspondiente al surgimiento de un nuevo orden mundial, en el que las incidencias a nivel regional e internacional que se han comenzado a vislumbrar, van más allá del marco geoestratégico (militar), obligando a la conformación de una nueva configuración con motivaciones que se han venido manejando a través de los medios informativos en el día a día, y así como Venezuela jugó un rol protagónico calificado de bajo calibre en la segunda guerra mundial con la exportación garantizada de un 3% del total de las necesidades petroleras de los países aliados, pero que al final de cuentas generó respuestas contundentes y confiables.
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Hoy en día entra nuevamente en el cuadro de bateo con mayor conocimiento de causa, con elevado compromiso y corresponsabilidad participativa, en el que la conjugación del binomio geopolítico y geoeconómico son variables de primer orden que ameritan su inserción en la ecuación matriz del litigio territorial. He aquí nuevamente el dilema entre el compromiso a manejarse mediante la cooperación confiable y la reciprocidad que se debe manejar de parte de Venezuela con los países requeridos de una respuesta contundente a sus necesidades vs. el compromiso en que éstos atiendan adecuadamente la obligación ética y moral sobre la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, entendiendo que NO se está mendigando el favor ni se está solicitando algo improcedente ni extemporáneo de parte de los venezolanos a dichos países, sino más bien, es concederles la oportunidad a los Gobiernos involucrados en resarcir como punto de honor el daño que geohistóricamente le hicieron a todo el gentilicio nacional, al despojarle un territorio que le pertenece a éste para otorgarlo por intereses propios de los gobiernos participantes a Gran Bretaña y Rusia, mediante la nefasta sentencia dictada en el Laudo Arbitral de parís de 1899, obligando con ello también al Gobierno norteamericano.
El hecho que la economía de Guyana subsista hoy en día gracias a las explotaciones petroleras y mineras que realiza ilegítimamente en los espacios acuáticos y continental del Esequibo, exportando parte de estos recursos a Europa, a costillas de la permisividad e insuficiente actuación del Estado venezolano, aunado al hecho de estar todos conscientes sobre la afectación del sentido de exclusividad que perturba la plataforma de la Defensa Integral de la Nación venezolana, siendo ello establecido claramente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, conlleva a reflexionar en el marco de las relaciones internacionales sobre lo sensato que ha sido el país en haberse mantenido bajo este perfil, dado que si es verdad que tecnológicamente Venezuela no está a la vanguardia, las realidades para el soporte sobre otros puntales a nivel mundial en el plano financiero y económico, sustentados precisamente en la tenencia de los recursos que Venezuela goza por excelencia, ocupando el primer puesto tanto en materia petrolera como aurífera, le conceden una herramienta extraordinaria para exigir entre otras variables, la atención colateral y obligatoria para la devolución de un territorio que fue obtenido perversamente atendiendo a otros intereses. Aun los venezolanos seguimos en la espera de una explicación sobre este particular.
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La Corte Internacional de Justicia sabe muy bien que la decisión final está acoplada ineludiblemente a la posición de la Organización de las Naciones unidas, y ésta se enlaza a la posición de los países más poderosos, que en este caso se corresponden con los Gobiernos de Gran Bretaña, los Estados Unidos de América y Rusia. Si se evalúa la situación actual, pueden evaluarse los impactos fluctuantes que se están generando en torno al debilitamiento no solo militar, sino fundamentalmente el económico entre las grandes potencias mundiales, quienes han entrado en la conformación de acciones contradictorias entre lo que aparentan y lo que realmente hacen, y Venezuela en este contexto tiene una extraordinaria oportunidad de reorganizar los pilares de desarrollo en el marco de sus relaciones internacionales, no solo con la aplicación de estrategias directas, sino también indirectas, y ello implica involucrar la intuición y la deducción como parte del análisis prospectivo que se lleva a diario en las salas situacionales, considerando la erosión de las bases mismas sobre las políticas manejadas por estos países, quienes están sustentando el trasfondo de los conflictos actuales, mediante la búsqueda de las ventajas económicas y la consolidación del poder político sobre la base de las diferencias económicas existentes, hecho que marca una sólida singladura de cambios propicios a los intereses del Estado venezolano, y que sale a relucir claramente sobre el tapete para el fortalecimiento del poder estructural agregado y situacional del país.
La realidad sobre el párrafo anterior estriba en que esta debe ser vista como se maneja hoy en día y no cómo se desearía que fuese, dado que si bien hay evidencias sobre los posibles cambios a suscitarse, unos reales y otros empíricos que pueden corroborarse de acuerdo a los factores actuales, también se
corresponden con evidencias en sentido contrario, dado que todo puede fluctuar, y sobre este particular es indudable que la cooperación internacional en un marco de reciprocidad tangible de similar intensidad, es un tanto dificultosa de alcanzar, más aun de mantener, y totalmente dependiente del poder del Estado; en este contexto, es obvio que la relación de oportunidades que se le presentan al país en un tiempo determinado, guardan una estrecha relación por lo que Venezuela, aun cuando está clara que todavía le queda tiempo a la Corte Internacional de Justicia para que se pronuncie sobre el caso en cuestión, se encuentra hoy en día ante grandes oportunidades que la República debería aprovechar para encamisar el litigio en cuestión, de manera que el camino hacia la recuperación del Esequibo no tenga marcha atrás, sino en favor de la Patria que con el Libertador Simón Bolívar y sus aguerridos Patriotas, obtuvo su independencia con sangre, sudor y lágrimas de todo un gentilicio, que además le dio la independencia a otros países, y no mediante la cesión conferida por otro país sin haber luchado por ella, que en el caso de Guyana, se acompañó mediante la recepción de una independencia cuyo territorio tuvo su origen bajo el velo de la usurpación y el despojo imperialista para con todos los venezolanos.
Y ampliando el marco actual de las relaciones internacionales, la posibilidad de utilizar las diferentes aristas que enmarcan la cooperación por parte del Estado venezolano ante las circunstancias ya señaladas, pudiesen generar desproporcionadas ventajas al hacer que Venezuela pueda convertirse en un país amigo con sólidas bases de influencia, mediante la puesta en práctica de una significativa actuación que satisfaga los intereses actuales, acompañando las acciones requeridas con una reciprocidad adecuada, y con miras a la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, entendiendo por
supuesto que en esta coyuntura, la seguridad y confiabilidad deben predominar bilateralmente entre los Gobiernos de cada país con el de Venezuela; adicionalmente, el manejo fundamental que no puede descuidarse, estriba en el rol de las instituciones internacionales como lo es en este caso la Organización de las Naciones Unidas, en el que cual trabajo de hormiga, ya Venezuela debiese ir consolidando de manera individual, en conjunto y combinadamente, el abordar intereses compartidos entre los Estados involucrados sobre el tema en cuestión, de manera que la cooperación se haga realmente posible y ajustada a las necesidades de cada una de las partes. Ello requiere de personal realmente muy calificado para ocupar y ejercer los roles diplomáticos del país a nivel mundial.
Esta coyuntura internacional no deseable en el marco del conflicto actual, tiene dos caras de la moneda: la negativa, representada por las propias circunstancias nefastas como consecuencias inevitables sobre distintas variables que tienen un sensible impacto sobre la situación mundial, y la positiva que es relativa para cada región y país, en el que Venezuela, indistintamente de la actuación y oportunidad de Guyana, tiene un as que enarbola hacia los cuatro puntos cardinales, la excelente oportunidad de incidir justa y éticamente en el proceso de toma de decisiones y actuaciones de los países que participaron en la
nefasta sentencia del Laudo de París de 1899, al igual que en la Organización de las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia, de manera que se haga justicia inequívoca sobre la realidad que apunta a que el sol de Venezuela geohistóricamente nació y sigue naciendo en el Esequibo.
Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata
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