Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, XII Fase – Centésima vigésima sexta entrega

(Continuación)

Por: José Chachati Ata

En medio de este sórdido silencio que requiere enlazar el ruido emitido por el binomio conformado por el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas y el Gobierno de Guyana ante la inserción ingrata, alevosa y desleal de la demanda contra Venezuela en la Corte Internacional de Justicia, con las posiciones que han ido adoptando hoy en día los países ante el conflicto actual ruso-ucraniano, han resaltado una vez más a flor de agua tanto el peso que representa el uso de los medios geopolíticos y geoeconómicos como el de instituciones de dominación internacional, quienes en el ámbito de sus
competencias, han incluido la interacción de las relaciones internacionales y la cooperación como instrumentos de primera línea en este nuevo orden mundial.

Este señalamiento en el que he venido insistiendo una vez más, a propósito de incluirlo como variable fundamental en la compleja ecuación matriz sobre la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, sirve de fundamento a las posibles propuestas engranadas en favor del Estado venezolano, que en este nuevo orden internacional, le abren las puertas al país para la formulación de estrategias de desarrollo con países del primer mundo, en especial con quienes participaron en la nefasta sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, al igual que con los países colaterales que han jugado política e hipócritamente en contra y a favor de Venezuela dependiendo de las circunstancias que más les convenga, y con ello se estarían condiciones confiables de dependencia, pero que por supuesto requieren de las atenciones necesarias y capacidades de respuestas idóneas que deben manejarse sobre realidades y no sobre escenarios ficticios.

No es sencillo pormenorizar la dinámica de la dominación internacional por parte de los Estados Unidos de América, cuyo Gobierno en la actualidad en conjunto con organismos internacionales y las élites de algunos países pertenecientes a la OTAN, se han visto obligados a sentar bases sustentadas en la cooperación internacional, hecho que atiende exclusivamente a sus intereses, y que lógicamente buscarán la implementación de estrategias de desarrollo que conduzcan en el menor plazo posible a reducir las posibles dependencias, hecho que ha significado la conformación de cambios estructurales en el sistema de sus relaciones internacionales, y es allí donde entra como una de las variables fundamentales la presencia de la empresa norteamericana Exxon Mobil, quien viene ejerciendo actividades económicas de exploración y explotación petrolera en los espacios acuáticos del Atlántico, correspondientes a la plataforma continental venezolana derivada del Territorio Esequibo mediante concesiones ilegítimas otorgadas por el actual Gobierno de Guyana, al igual que en las áreas marinas y
submarinas provenientes de este último país, correspondientes al espacio continental ubicado a la derecha del río Esequibo.

Pero también es obvio, que esta acción en el mediano plazo es insuficiente para las actividades económicas que desarrolla el Gobierno de los Estados Unidos, a pesar de las grandes reservas allí existentes (que son indiscutiblemente venezolanas), hecho que ha obligado por múltiples razones estratégicas, a la revisión del caso venezolano, aunado a la visualización sobre la probable participación de la empresa trasnacional Chevron, de manera de elevar las capacidades de extracción y productividad diaria, en sectores que son mucho más promisorios, en un territorio que no está sujeto a reclamación y con posibilidades de obtener diferentes tipos de crudos, sin dejar de lado el impacto geoestratégico que ello implicaría ante otras potencias como Rusia, China e Irán. Pero todo esto NO puede ser manejado bajo una visión unilateral, sino que requiere obligatoriamente una bidireccionalidad entre los actores participantes.

En este contexto, al concebir el marco de la cooperación internacional como instrumento fundamental para reducir los lazos de dependencia a raíz del conflicto actual, los países del primer mundo han incursionado en la exploración de vías alternativas de desarrollo, supeditando forzosamente sus políticas internas a las externas, destacando la necesidad de revisiones y cambios, y es aquí donde Venezuela tiene una extraordinaria oportunidad que requiere además del sentido de la oportunidad y la prudencia, reaccionar por todo lo alto pero no para obtener migajas, sino para exigir respuestas NO a medias ni promisorias, sino contundentes, y una de estas es la aspiración de todo el gentilicio venezolano en
recuperar el Territorio que le fue arrebatado mediante la farsa manejada a través de la sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, en el que no se le permitió a Venezuela participar, y prácticamente se le obligó a tener que aceptar que el Gobierno de los Estados Unidos de América representase a Venezuela, y hoy por hoy el Gobierno de Guyana, pretende que dicha sentencia sea legítimamente reconocida por un Tribunal internacional, intentando manipular el verdadero espíritu por el que se firmó el Acuerdo de Ginebra de 1966, como que si la comunidad internacional fuese torpe, anodina e insulsa en no entender que la única razón de esta actuación obedece al vacío en cuanto a la carencia de soporte histórico alguno del Gobierno de Guyana para sustentar la pertenencia de un territorio que no ha tenido base alguna, siendo ello además otorgado por Gran Bretaña.

Con base a lo anteriormente señalado, y sabiendo muy bien que hoy en día las relaciones internacionales resaltan cual sistema en que los países del primer mundo conforman un orden mundial adecuado a sus intereses con instituciones internacionales controladas por estas, y dirigidas a conservar las formas de dominación internacional, es clara la influencia de los Estados Unidos de América, de Gran Bretaña y Rusia – una más que otra -, sobre la Organización de las Naciones Unidas y por ende, sobre la Corte Internacional de Justicia.

Este contexto constituye la base fundamental para que el Estado venezolano por la vía diplomática, acorde al espíritu del Acuerdo de Ginebra de 1966, busque la aceptación del compromiso ineludible de estos países, de la O.N.U. y de la propia Corte Internacional de La Haya, para que de una vez por todas se le devuelva al gentilicio venezolano la tierra que le pertenece por derecho legítimo, sustentado históricamente con bases irrefutables, y con alto sentido de corresponsabilidad que yace en la conciencia de todos estos países participantes que bregaron por una sentencia nefasta en contra de Venezuela hace ya más de un siglo.

Preparar un terreno adecuado y de esta naturaleza, requiere tiempo y estrategias directas e indirectas en forma integral. Todo ello es posible, siempre y cuando los principios éticos prevalezcan por encima del juego de intereses que se manejaron grisáceamente desde la firma del Tratado de Washington de 1897, y en el caso de Venezuela, una acción fundamental que promueva la interacción requerida sobre la dinámica del tema en sí frente a Naciones del primer mundo, conlleva a la propuesta de políticas de desarrollo que fortalezcan el marco de la cooperación internacional, entendiendo que para estos países del primer mundo, ellos son el centro en el sistema de relaciones internacionales, y Venezuela a pesar de todo cuanto tiene en recursos apetecibles para todos ellos, es en materia de Seguridad y Desarrollo parte cercana a la periferia, entendiendo que si en la antigüedad los bárbaros ocuparon esa posición extrema, hoy lo son los países tercer mundistas, considerados como atrasados, y en razón de establecer claras diferencias entre los países que están en el centro o tendientes a la citada periferia, fue que establecieron clasificaciones como industrializados, de industrialización tardía, emergentes, en vía de desarrollo, menos desarrollados, no desarrollados.

Aun cuando Venezuela ocupó hasta hace poco una privilegiada posición como país en vía de desarrollo, el tema en cuestión no debe centrarse sobre este señalamiento en el que han venido ocurriendo sensibles cambios para el país, sino en el aprovechamiento adecuado, justo y equilibrado en cuanto a reciprocidad se refiere con los países del primer mundo, en el que el norte a pesar de jugarse prioritariamente la producción y comercialización de diferentes tipos de recursos de primer orden en el ámbito internacional, debe apuntarse a la estructuración de acciones que permitan obtener la recuperación indiscutible del espacio geográfico integral del Esequibo. Debemos entender que actuar ajustados al Acuerdo de Ginebra de 1966, no implica adoptar una actitud pasiva, dado que ello por lo visto no ha sido la mejor vía que se ha utilizado.

Es hora de amoldar la comprensión realista del inmenso privilegio que realza nuevamente las circunstancias actuales a favor de Venezuela, en el que la balanza recuperativa del Territorio que se le
despojó al gentilicio nacional, se inclina a pesar de todas las intenciones oscuras manejadas en diferentes estratos internacionales, en abrir nuevamente las puertas a una oportunidad atribuible sin duda alguna a la Divina Providencia y a las circunstancias actuales del mundo, para reafirmar lo que por derecho le pertenece a todos los venezolanos cuando se reafirma que el sol de Venezuela nace en el Esequibo.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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