Conversación entre Laureano Márquez y Jesús Peñalver

En esta conversación entre Laureano Márquez y Jesús Peñalver, el poeta y escritor entrevista a quien considera el mejor humorista del país.

Lo que Venezuela necesita es volver a la democracia, volver a votar. 

Venezuela, necesita que las leyes se respeten, que haya una constitución que cumplamos todos.

Venezuela necesita que pensar distinto sea una opción y que nadie sea encarcelado por pensar diferente.

Venezuela necesita universidades, culturas, saber, conocimiento.

Venezuela necesita que sus recursos se pongan al servicio de la gente. 

Venezuela necesita paz, comprensión. 

Venezuela necesita una nueva visión de sí misma.

Laureano Márquez

Conversar con Laureano –para mí, el mejor humorista venezolano- siempre ha sido y será, en serio y en broma, interesante, aleccionador, enriquecedor por su sapiencia y desde luego, divertido.

No para de entregarnos temas para la reflexión, entre los que provienen muchos de su propia formación académica y de su desempeño como actor, guionista y escritor.

Recordemos que es politólogo de la Universidad Central de Venezuela, con estudios de especialización de teología y diplomados vinculados a su desempeño profesional.

No fue en vano que Teodoro Petkoff le asignara la nada fácil tarea de redactar los editoriales de los viernes en el diario Tal Cual, “la cual aceptó”.

JP: ¿Laureano, algún secreto para escribir entre gira y gira, además de tus compromisos familiares, y en particular la importancia de tu interés por lo que ocurre en Venezuela, y plasmarlo en tus interesantes artículos que nos convocan al necesario ejercicio de ciudadanía, y nos tambalea la conciencia de país? ¿Cómo lo logras?

LM: Bueno, primeramente, Jesús, muchas gracias por la entrevista y por tus palabras de presentación que, fundamentalmente, alientan y comprometen.

Como escritor que eres, tú sabes que uno está trabajando permanentemente, observando la realidad y archivando situaciones, conceptos y opiniones, que luego inspiran la escritura.

Yo viajo siempre con mi computadora portátil, muchas veces toca escribir en la habitación del hotel o en la recepción si es mejor la conexión inalámbrica.

Yo mantengo, desde los tiempos de Teodoro, un compromiso semanal con TalCual. Algunas veces me ha sido imposible cumplirlo, pero muy pocas.

Cierto que las giras son agotadoras porque uno está muy poco tiempo en cada lugar.

Me gusta mucho leer las opiniones de la gente especializada y también de la gente por la que uno tiene respeto intelectual. Valorar argumentaciones contrapuestas para formar el juicio personal.

En lo que a nuestro país respecta, religiosamente, cada día me informo de lo que sucede.

Hoy día, tenemos muchas maneras de acceder a las informaciones en cualquier parte. El país es una angustia cotidiana para los venezolanos, también una anhelada esperanza por la que hay que seguir trabajando.

Quisiera que lo que escribo estuviese en esta línea, también para a veces decirnos descarnadamente, las fallas y errores.

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JP: La Radio Rochela, la gran escuela del humor de Venezuela. ¿Qué me dices?

LM: Sí, la Rochela fue una escuela de comicidad y humor. Sé que algunas personas despotrican de ella.

El programa era expresión del humor popular venezolano con sus vicios y virtudes. Tenía cosas chabacanas y ordinarias, es verdad, pero también se hicieron muchas cosas procurando elevar el nivel del humor y de la cultura del pueblo.

Esto no se puede desconocer.

Por otro lado, Radio Rochela era el espacio de la sátira política y en ese terreno también se hicieron muchas cosas interesantes.

Los grandes comediantes de la televisión pasaron todos por este programa.

Una particularidad de la Rochela era que era un programa de elenco, donde todos éramos protagonistas, pero también todos éramos segundos actores e incluso extras. Lo cual nos daba un toque de humildad, pues el verdadero protagonista era el programa.

La Rochela era una escuela de humor porque los comediantes principiantes trabábamos contacto con los grandes maestros, y convivir con ellos, trabajar junto a ellos y escuchar sus consejos, sus orientaciones, nos daba a la vez enseñanza práctica y teórica.

JP: Ya hemos dicho acerca de tus áreas de desempeño en las cuales te manejas con maestría y excelencia. ¿Alguna recomendación a los que piensan dedicarse al humor?

Yo milito en la idea de que el humor, como señalaba Aquiles Nazoa, «es una manera de pensar». Por tanto, la primera recomendación que haría a quien quiera dedicarse al humor es que su trabajo humorístico esté en sintonía con su pensamiento, para lo cual es imprescindible pensar las cosas, pensar la realidad, las consecuencias de lo que uno dice, aumentar conocimientos y perspectivas para la comprensión de mundo y el tiempo en el que vives.

Otra recomendación es estudiar. El humor no se puede enseñar, pero se puede aprender. Sobre el humorismo los grandes pensadores y filósofos de todos los tiempos han dicho algo. Estudiar la comedia, ver a los grandes maestros. Eso también es importante.

JP: El profesor Joaquín Ortega afirma: “Hacer humor en Venezuela es como hacerle el nudo a la corbata de la muerte todos los días»

Entre tus experiencias como humorista (escritor, actor, guionista etc.) ¿cuál ha sido la más desagradable o incómoda frente al poder?

Bueno, la verdad hemos tenido múltiples experiencias desagradables frente al poder, especialmente en este siglo.

Cuando alguien relevante del poder (ejercido como ya sabemos) te alude o cuestiona públicamente, te sientes en la corbatería de Joaquín Ortega.

Sin duda, la experiencia más dura fue cuando el diario TalCual fue llevado a juicio por un artículo mío, un juicio que terminó en una cuantiosa multa para el periódico y para mí.

JP: Insisto, en tus escritos vemos muchas veces verdaderos tratados socio-políticos, teñidos de historia, del consabido dominio del idioma, de imágenes impactantes, pero, sobre todo, de un dolor de país, sin abandonar la esperanza.

¿Sabes bien que nos hace falta, nos hace bien ese estremecimiento que generan tus letras?

LM: En mis escritos trato de expresar lo que siento en un determinado momento frente a lo que acontece.

Muchas veces, sobre temas relacionados con la política nacional, quizá por deformación profesional.

Por otra parte, los temas de nuestra historia me apasionan, allí está el origen de muchos de nuestros problemas de hoy.

Intento que lo que escribo sea la expresión de lo que pienso y que le sirva a otro para formar su propio criterio. Esto no quiere decir que mi manera de pensar sea la correcta o la más sensata. En oportunidades, la emoción de un acontecimiento priva sobre otros elementos de razonabilidad. Las opiniones son maneras de ver los asuntos y hay muchas y diversas.

Trato de documentarme lo mejor que puedo antes de escribir.

Escribo, a fin de cuentas, porque no pierdo la esperanza de que hallemos camino para construir el país que merecemos, de libertad, democracia, justicia y honestidad, en el que los bienes materiales estén al servicio del bienestar común con equidad.

Por último trato de ser responsable, como diría El principito, uno es responsable de aquello que domestica.

JP: En su poema La Renuncia, de nuestro grande Andrés Eloy Blanco, se lee un magnífico oxímoron: “una proximidad de lejanía”. 

Lo menciono porque te ha tocado vivir lo que pudiera resumirse así: De España a Venezuela y de Venezuela a España; un devolverse sin irse; un retorno perenne de la memoria; el país que no nos deja olvidarlo.

A veces quedarse es ir muy lejos. Es la memoria esa casa amoblada con todas sus cosas donde al llegar el recuerdo nos da la bienvenida. Melancolía, saudade…

¿Qué me dices sobre esta experiencia de vida que te ha tocado tan de cerca?

LM: Hay un texto de la obra Los hombros de América, de Fausto Verdial en el que dice más o menos esto:

«…a veces me pregunto si patria no es el barbero que te corta el pelo toda la vida, el portugués de la panadería, el mercado donde te conocen, tus vecinos de siempre»

En fin, tu casa, tus asuntos familiares, la gente a la que comprendes bien en el uso de tu lengua, que te es familiar.

Yo cada vez que vuelvo al país siento que regreso a casa. A los espacios que transito y me transitaron, que me hicieron. Al supermercado donde puedo quedar debiendo porque el dueño me conoce, a la panadería donde me bridan el café, al sonido familiar de la noche caraqueña, al espectáculo multicolor de las guacamayas alborotando nuestro cielo.

Yo, la verdad no me he ido, donde quiera que esté amanezco en Caracas con las noticias de Venezuela, con sus dolores y angustias y al volver mi alma se regocija en la plenitud del sentido de la palabra hogar.

JP: ¿Te imaginas una conversación con tus colegas humoristas que ya no están; tus profesores; tus poetas y escritores favoritos? Por ejemplo: ¿De qué hablarías con Aquiles Nazoa o con Andrés Eloy Blanco?

LM: Cuando la gente se ha ido, uno siempre lamenta las cosas que no preguntó. Muchas veces uno se entretiene pensando lo que nos dirían los que ya no están, qué pensaría aquel maestro de lo que uno hace hoy, etc.

Aquiles y Andrés Eloy son figuras que en mi percepción del país han tenido mucha influencia.

Sé que en algunos círculos se les desmerece por su condición de «poetas populares», como si eso fuese cosa mala.

A mi ellos me ayudaron a entender el país con gracia y con esas verdades sobre nuestra identidad, que quizá no se pueden entender con el rigor de la sociología o la psicología, pero que algo en tu experiencia vital te afirma que son verdades por ellos desentrañadas, bella y graciosamente expuestas.

Yo les preguntaría cómo afinaron esa sensibilidad para conectarse de manera tan profunda con los sentires, dolores y anhelos de nuestra gente. Conocer los detalles de sus vidas, sus angustias, sus juicios políticos, sus lecturas. Tantas cosas.

JP: ¿Qué estás leyendo ahora mismo? Tú que has dicho y has hablado tanto –con sobrada razón- acerca de la necesidad de leer para poder escribir. Y al propio tiempo pregunto ¿Estás escribiendo algún libro ahora mismo?

LM: Je, je… Bueno en este instante mismo tengo a mi lado unas biografías de Stefan Zweig, un escritor que cada día me impresiona más por su calidad.

Tengo también «El sentido religioso» de Luigi Giussani. Ayer abrí las leyendas históricas de Arístides Rojas.

Llevo a medias «El consuelo de la filosofía» de Boecio. Me interesa todo y me falta, debo confesarlo con espíritu autocrítico, disciplina de lectura. Estoy fallando en la literatura.

Inicié la escritura de una novela sobre la emperatriz Teodora, una señora que llevo estudiando algún tiempo. Es un personaje muy interesante del Imperio Romano de oriente y de Constantinopla, pero, honestamente, me falta dominio del género… y la tengo en descanso a ver si le hallo una vuelta diferente.

No estoy escribiendo mucho, más allá de lo habitual.

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Laureano Márquez y Jesús Peñalver

JP: Eres un intelectual, no tengo dudas. Te has convertido en un referente obligado de la opinión pública, con tus acertadísimos y muy leídos artículos, siempre o casi siempre en clave de humor y con un fino manejo de la ironía.

Lo sé porque me lo comentan, porque te leo con asiduidad y en las llamadas Redes Sociales se replican religiosamente. ¿Sabías eso?

LM: Bueno, querido Jesús, tu comentario nuevamente compromete. Sin ánimo de contradecirte, siento que me falta mucho para ser eso que con propiedad llamamos un intelectual.

Naturalmente trabajo con el intelecto. Pero yo veo a un intelectual como una persona sólida formación académica, con fundamento filosófico serio y profundo, con una cosmovisión del mundo solida y meditada, con obra escrita, etc. etc.

Yo soy, como decir, un aficionado. Me he asomado a los asuntos intelectuales y más que todo conozco la magnitud de mi ignorancia, lo cual es un avance.

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Digo esto sin falsa modestia, sino con sentido autocrítico. Sí me gustaría llegar a serlo, y que alguien como tú lo perciba a uno así, más que todo compromete a trabajar más y mejor.

Las redes sociales las manejo con mucho cuidado. Intento que tengan sentido didáctico, tener respeto por quien disiente, no responder agresión con agresión.

A veces, dejar pasar los comentarios hirientes. Pero, sobre todo, agradecer a los que creen en uno y tratar de no defraudar. Decir lo que uno piensa de la mejor forma posible, sin humillar ni agredir.

JP: Tu chispa humorística, tu ingenio son evidentes. Tienes buen humor y en eso coinciden prestigiosos y muy experimentados humoristas venezolanos. Una suerte de maestro muy respetado, pero sobre todo, reconocido por tu estilo.

Según Luis García Montero, Director del Instituto Cervantes

“Hay muchos motivos para reírse, hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato y hay muchos motivos para celebrar la inteligencia, la sonrisa, la imaginación y la sutileza de nuestras palabras”.

¿Qué es para ti el humor?

LM: Buena cita la de García Montero que nos invita a meditar el tema.

Para mí el humor, en primer término, es la manera que tenemos los seres humanos de ejercer autocrítica sin amargura.

Es una forma de estar conscientes de nuestro carácter efímero y a la vez trascendente, para comprometernos con el aquí y ahora.

El humor es un medio para mantener el cerebro atento a las contradicciones de la realidad e intentar superarlas, para transformar el mundo en un lugar mejor, para no dañar.

Es otra manera de pensar, de tomar conciencia. Es también una forma de amar aquello de lo cual uno ríe (sea uno o el prójimo, incluso si éste te cae mal), de tolerar, de comprender, de perdonar, sin negociar los principios.

El humor es también un modo de luchar por un mundo mejor, de hablar en nombre de los que no pueden hacerlo, de enfrentar los abusos y las arbitrariedades del poder.

Es una manera de decir verdades, que dichas de otra forma, serían sumamente dolorosas.

El humor es el dolor que ríe.

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JP: ¿Finalmente, crees que he dejado de preguntar algo en especial?  ¿Esperabas alguna pregunta que no he formulado y que quieras responder ahora?

Creo que las preguntas han sido muy buenas, que han tocado muchos asuntos, que cada una de ellas amerita un ensayo al menos.

Creo que en algunas se me fue la mano en la extensión de la respuesta, Si así lo consideras podemos acortar.

Gracias por la entrevista. Gracias por tus buenos conceptos sobre mi persona. Cuando estos vienen de alguien a quien uno estima y admira, como dije, comprometen a transitar mejor el camino.

Gracias por tu estimulante entrevista.

Un abrazo.

Laureano.

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