Perfecto equilibrio – por Ángel Alberto Bellorín

Título original: NI AMBICIÓN NI MIEDO: Perfecto equilibrio. Por Ángel Alberto Bellorín.

Todos los seres humanos queremos vivir felizmente, pero al considerar que es lo que produce una vida feliz corremos el riesgo de caminar sin rumbo claro.

La felicidad, como cualquier concepto abstracto, puede ser objeto de múltiples interpretaciones y cantidad de definiciones.

Pudiera decirse, inclusive afirmarse, que la felicidad se encuentra dentro de ese inmenso grupo de conceptos que se sumergen en el profundo océano de las utopías.

Coincido con Mario Benedetti en que las utopías están en nuestro horizonte, sin embargo se alejan de nosotros en forma directamente proporcional en la medida que avanzamos hacia ellas.

En esa medida, pudiéramos inferir que la felicidad no es un fin, sino un medio, ya que no está en el final del camino sino en el camino mismo. Al ser así, parafraseo al citado poeta uruguayo, determinando que el objetivo de las utopías es hacernos avanzar hacia ellas para buscar nuestro ser, para seguir intentándolo a sabiendas que no la alcanzaremos.

Si todos los seres humanos nos planteamos la felicidad como meta o más aún como objetivo de vida, no debemos perder de vista el camino, no debemos olvidar que la felicidad es la propia vida y a pesar de tropiezos y errores,debemos retomar el rumbo, seguirlo.

El principio inmutable de individualidad biológica hace que la felicidad se perfile distinta según la preferencia del ser humano, y por ello, este tema ha sido tratado desde hace muchos siglos.

Al escribir sobre la vida feliz o “eudaimonía”, Aristóteles afirmó lo siguiente:

“Hay unos que piensan que el bien supremo es el placer, y entonces la vida feliz sería la voluptuosa. Otros piensan que el bien supremo son las riquezas y que la vida feliz sería la vida de negocios. Otros consideran que el bien supremo es la gloria y que la vida buena o feliz es la vida política. Pero todos ellos se equivocan”

En su obra Aristóteles explica con argumentos válidos para nuestros días el porqué se equivocan, y en tal sentido las obras del famoso filósofo son coherentes con su línea de pensamiento.

Si revisamos su “Ética para Nicómaco” el filósofo sustenta la base de la virtud en la mesura, en la proporcionalidad, es decir, todo en la justa medida. Los apetitos humanos buscando su felicidad como bien supremo pueden desproporcionar esa balanza.

A lo largo de la historia los bienes supremos de Aristóteles han sido ampliados y combinados, surgiendo numerosos autores con innumerables formas de percibir la felicidad valiendo la pena destacar todas aquellas relacionadas a la gloria, utilizando para alcanzarlo el camino del poder por ser fuente inagotable de historias, filmes, textos, sueños etc.

Escribió Lucio Anneo Séneca en su obra “Acerca de la Vida Feliz”, “Los senderos de la dicha son múltiples y uno puede divagar, dudar y perderse en el bosque de variados anhelos y seductores cantos de sirenas”

En la misma obra afirma «a pesar de que la humanidad desea ser feliz, las personas son ciegas para saber qué es lo que las hace felices y que cuanto más la buscan, más la alejan». (Qué parecido con la utopía de Benedetti) .

En una de sus tantas reflexiones, Séneca parece concluir con las siguientes y lapidarias frases: Cito

“Una vida feliz es solo aquella que sigue a su propia naturaleza, que se puede alcanzar con el alma sana y el cuerpo saludable, tiene que ser una vida sin angustias que se adapte a la época”

Continúa Séneca con la reflexión que motivó el título de mi escrito, ya que, modestia aparte, en lo particular resume mi lejana utopía:

“Es feliz el que es honesto y virtuoso, el que no se derrumba por los cambios desfavorables, el que tiene un alma libre, recta, audaz y estable, que no siente ni ambición ni miedo”

Cerca de cumplir mis 65 años, con el paso más lento pero también con más firmeza, sigo avanzando en ese norte que me impuse desde mi época de cadete en la Academia Militar, aquella que intentaba formar hombres dignos y útiles a la patria y de internalizarnos códigos de conducta para no cegarnos en el camino, para retomar el norte, no perder el rumbo.

Lástima que en el ocaso de nuestras vidas formada en esos valores, observo como la mayoría de la juventud militar y política venezolana encandilados de ambición o paralizados de miedos equivocan el rumbo a muy temprana edad.

De igual manera, muchos ancianos, algunos conocidos de toda la vida, continúan esclavos de sus eternas ambiciones entrelazadas con sus evidentes. miedos, aunque para disimularlos, los disfracen con otros términos.

Caracas 16 de Mayo del 2021

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular

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