Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, Fase XXII, Entrega 230

Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo

(Continuación)

¿Bajo qué enfoque se manifestó a través del artículo anterior, que la situación actual sobre la recuperación integral del Estado Guyana Esequiba no era tan compleja como se le quería hacer ver al gentilicio nacional, tal como Sí lo han venido vaticinando algunos escritos provenientes de algunos analistas?

Esta interrogante fue la que más le llamó la atención al suscrito entre las distintas opiniones y sugerencias recibidas esta semana por distintos lectores, a quienes agradezco una vez más sus participaciones profesionales, aportes e interacciones, razón por la que se va a tratar de profundizar hasta abordar el centro neurálgico de la afirmación emitida, la cual se contextualizará en el vocabulario más adecuado posible, de manera que le permita alcanzar al lector la comprensión direccional que se ha pretendido transmitir.

Venezolanos todos: como antesala al presente escrito, es conveniente afirmar que se deben concentrar los esfuerzos necesarios en defender lo que es verdaderamente defendible, y no distraerse por intereses ajenos en lo indefendible. El carácter de la disputa territorial sobre el Estado Guayana Esequiba ha tendido inescrupulosamente en estos tiempos por usanzas de terceros, al intento oscuro cual Estado profundo, de establecer posiciones que han pretendido alterar, e incluso ocultar el curso de la historia única sobre este tema en su génesis. La arquitectura geohistórica del país es única con los fundamentos respectivos sobre los acontecimientos suscitados, en el que no puede obviarse ni modificarse, que América fue descubierta una sola vez en 1492 por Cristóbal Colón, bajo el mando del Reinado de España, y no de los holandeses ni de los ingleses, y ello no ocurrió ni dos ni tres veces.

La Capitanía General de Venezuela de 1777 fue creada una sola vez por la Cédula Real Española, y no fue alterada jamás, abarcando el espacio geográfico hasta el río Esequibo de acuerdo a los eventos suscitados con puño y letra por el Libertador Presidente Simón Bolívar, lo cual no puede asociarse bajo ningún concepto a las pretensiones de arrebatos, desasosiegos o choques en el marco jurídico, político, diplomático, cartográfico, geográfico o por el uso del poder militar, tal como lo implantó falseando la verdad la Corona británica en el siglo XIX, y hoy en día, nuevamente continúa actuando bajo el mismo esquema de engaño el Gobierno de la República de Guyana.

Venezolanos todos: los hechos ocurridos sobre la disputa territorial de Venezuela con el espacio geográfico arrebatado vilmente a espaldas del país, en un Tribunal que actuó abrupta y escabrosamente en el siglo XIX por iniciativas de los Gobiernos ruso y británico, arrastrando ineludiblemente en la decisión al Gobierno norteamericano como parte representante de los intereses de Venezuela, parecen encajar en un contexto que luce reversible, en el que no se visualiza diferencia alguna entre el pasado y el presente sobre lo que se tramó y ejecutó en contra del país y su gentilicio, dado que el esquema actual de la intervención guyanesa, tendiente al ocultamiento de la realidad que se pretende desviar, al no ostentar ese país fundamento alguno que respalde la titularidad jurídica del territorio despojado a Venezuela en 1899, viene ocupando la atención del Estado venezolano sobre la más paradójica de las afirmaciones hechas por el país vecino, en el que éste último continúa repitiendo una y otra vez, pero con grandes preocupaciones que desmoronan la realidad por sí solas, la gran mentira que ha buscado presentar cual falso positivo ante la comunidad internacional, a propósito de obtener la inclinación del sentimiento de solidaridad en su favor, incluyendo a la Corte Internacional de Justicia, apelando al único camino que le ha quedado, el cual se ha sustentado en alcanzar la validez del nulo e írrito Laudo Arbitral de París de 1899, intentando que éste sea avalado bajo el precepto jurídico de la cosa juzgada.

Si se analiza con objetividad la situación reinante hoy en día, resulta que el marco de actuación del Gobierno de Guyana ha venido apuntando hacia un devenir enmarcado con un manifiesto desequilibrio por haber decidido insertar a su favor la variable de la incertidumbre, para lo cual, el país vecino no esperaba que dicha variable formase también parte sustancial de la ecuación geopolítica y geoeconómica global, que se enerva actualmente como elemento primario sobre el tablero estratégico mundial, y que se reduce evidentemente a esfuerzos colaterales casi parásitos, obedeciendo a simples intereses de terceros, en el que se ha pretendido mostrar una fachada sustentada en complejas apariencias y no en claras y simples realidades, pero que más bien con los días transcurridos, el panorama se ha ido expandiendo y aclarando con ello la zaga real que ha pretendido ocultar el Gobierno de Guyana, al mostrarse ante los venezolanos, que se ha iniciado el vislumbrar nacional para la superación de esta incongruencia que ha venido incidiendo sobre el ejercicio de la soberanía y la integridad territorial de todos los connacionales.

Durante las últimas dos décadas, lejos de visualizar el tema en cuestión a través del “medio vaso vacío”, con las múltiples acciones que ha venido entretejiendo el Gobierno de Guyana, involucrando a la comunidad internacional y a la empresa Exxon Mobil en contra de Venezuela, se le ha generado más bien al gentilicio nacional, la apertura hacia caminos tendientes al alejamiento de la vacilación fluctuante guyanesa, cuya intención basada en una supuesta dinámica, ha ido coligada a la proyección internacional para crear un aparente caos en contra del país, y aunque ello se pudiese traducir en un supuesto desorden sin previsión alguna que afectaría el interés nacional, ha sido más bien todo lo contrario, dado que las probabilidades de recuperación del espacio geográfico integral del Estado Guayana Esequiba a favor de su legítimo dueño, Venezuela, ha conllevado a que cada vez más, se vaya incrementando la irreversibilidad a favor del país, al sumar la inserción de las diferentes pruebas jurídicas, a las que se les ha sumado los desesperados intereses internacionales que prevalecen hoy en día, eventos que han venido desmoronando las expectativas guyanesas, acompañadas con alejadas aspiraciones que han enarbolado más bien, la bandera de la zozobra y de la preocupación al Gobierno vecino. El problema que se exhibe frente a éste, es verdaderamente mayúsculo, y al alejarse del compromiso establecido en el Acuerdo de Ginebra de 1966, le ha venido aumentando cada día más y más, las diferentes trayectorias jurídicas internacionales que tendrá que afrontar en un futuro no muy lejano.

La supuesta asimetría que se le ha intentado presentar Venezuela sobre el tema en cuestión, tiende cada día más a romperse ante los elementos jurídicos disponibles que conforman la ecuación matriz de la disputa territorial, en el que ese supuesto caos que se ha querido implantar como punto neurálgico en contra del país, ha sido más bien el síndrome de una nueva coherencia en el que por un lado, la decisión de la Corte internacional de Justicia indistintamente de la decisión de fondo a sentenciar, y del Gobierno que conforme el Estado venezolano en ese entonces, no podrá desligarse del Acuerdo de Ginebra de 1966, y por el otro, el proceso de entendimiento mediante el acercamiento del Gobierno de Guyana hacia Venezuela para dirimir la disputa, pese a los factores internacionales que han intentado descalificar al país, prevalecerá como medio que no negará la necesidad de establecer bilateralmente en un futuro, nuevas formas de discernimiento para el arribo a una solución aceptable, práctica y satisfactoria para ambas partes, entendiendo que todo lo anterior (la apariencia de un caos tendí ente al desorden geopolítico y geoeconómico), se conformó en el andamiaje que articuló perversamente un sistema de inestabilidades, pero que nuevamente podría orientarse hacia un cúmulo de raigambres y reciedumbres.

Lo anteriormente señalado, debió ser el punto de partida de la reunión de Brasilia entre los Cancilleres de Venezuela y Guyana, sin embargo, ello no dio sus frutos al mantenerse prácticamente la disputa territorial manejándose con un doble discurso, cometiéndose violaciones y desfachateces continuas, una tras otra, y sin explicación alguna, tendencia a la que usualmente el Gobierno de Guyana ha estado acostumbrado mediante el uso de su poder estructural y táctico contra este país, razón por la que el Estado venezolano debió asumir en principio, que la actitud asumida pasivamente ante tales aberraciones, han conformado un error con sensibles repercusiones que pudieron haberse evitado inexcusablemente. Continuar bajo el mismo lineamiento con diferentes tonalidades políticas, generando medrosas o retraídas acciones, no hará más que permitir el abuso desmedido del Gobierno de Guyana, y multiplicar exponencialmente la situación actual tendiente al incremento de las tensiones.

De todo lo señalado hasta ahora, el suscrito comprende lo espinoso y enigmático que resulta el manejo de la situación actual, en la que por algunas perturbaciones provocadas en forma sibilina y en claro desafío a Venezuela, se ha pretendido generar determinadas inestabilidades que persiguen proteger al Gobierno de Guyana, pero en el fondo, la obstinación y supervivencia de ese gobierno, es lo que menos les interesa y preocupa a los demás países, sino más bien son los extraordinarios recursos que allí existen, y esos le pertenecen a Venezuela, NO a Guyana como lo han procurado exacerbar falsamente algunos actores y entes internacionales, en el que les interesa por ahora, crear el caos de manera de concebir una región geográfica, que funcione con elevada inestabilidad, a propósito de justificar la presencia y participación de éstos. No hay almuerzos gratuitos ni hay peor ciego que quien no quiera ver.

De hecho, la disputa territorial sobre el Estado venezolano Guayana Esequiba, se ha venido manejando acoplada a dos formas de exhibirse, en el que se ha intentado establecer claramente dos criterios como surtidores culturales, que a juicio del suscrito, ambos terminarán fusionados en un nuevo juego de variables.

Me explico. La dicotomía señalada, obedece a que el enfoque optimista de la recuperación del espacio geográfico usurpado, ha sido mediante la presentación en mesa, tal como lo hizo el Estado venezolano, de exponer y explicar el caso con las pruebas jurídicas convincentes, no como lo hizo Gran Bretaña en 1897, mediante la presentación de cuatro mapas con la línea fronteriza alterada, además del exceso de poder en la sentencia final y sin motivación jurídica que justificase tal decisión, por lo que el Gobierno de Guyana pretende una tóxica repetición de la historia, en la que sea validada la sentencia de aquel entonces. Prácticamente, dicho criterio cultural se enmarcaría en un razonamiento de carácter jurídico-matemático, dada la claridad expuesta con elementos probatorios por parte de Venezuela, tendencia que ha sido rechazada por Guyana al no poseer elementos de ninguna naturaleza que le permitan defender tal posición. Uno más uno sigue sumando dos, y he allí el por qué la disputa no reviste la complejidad que se le ha querido mostrar al mundo, dados los elementos que con claridad han sido expuestos y no ocultos o tergiversados como lo continúa realizando el Gobierno del país vecino.

En cambio, el surtidor opuesto al criterio cultural anterior, se ha enfocado en la divergencia sustentada sobre el razonamiento que dictamine el interés del ser humano, atendiendo al amplio campo geopolítico, geoeconómico, geoestratégico y socio-jurídico, lo cual le concede abiertamente, un espacio a la subjetividad e interpretación de cada quien, prevaleciendo la incertidumbre como factor fundamental, lo que se enlaza ineludiblemente a una complejidad creada adrede y perversamente sobre el resultado al que se aspira a ser alcanzado. En el caso que nos atañe, el Gobierno de Guyana se ha mantenido convenientemente a sus intereses en el marco de esta última complejidad e incertidumbre, dado que todo su esfuerzo se desmoronaría si tuviese que aceptar las pruebas existentes que anulan ineludiblemente el Laudo arbitral de París de 1899.

Complementariamente, lo que ella, Guyana no ha medido y ha preferido evadir, es el marco de su compromiso establecido y firmado en 1966, aunado a la sumatoria de ilícitos cometidos al otorgar licitaciones indebidas a empresas trasnacionales, que si ella por un lado ha considerado legítimos dichos actos, porque define al Estado venezolano Guayana Esequiba como parte de su territorio, se le desmoronaría su tesis por sí sola, al chocar frontalmente su absurda afirmación con lo establecido en el Artículo IV, aparte 2 del Acuerdo que ella misma firmó hace cincuenta y ocho años, por lo que su racionalidad subjetiva por una u otra lógica supuesta, continúa a flor de agua en el marco de lo ilegal. ¿O es que existe otra forma interpretativa?

El criterio cultural sustentado sobre la base jurídico-matemática antes señalado, ha permitido más bien, que el asunto sobre la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo se incline objetiva y “sencillamente” a favor de Venezuela, además de haber permitido, que se hayan descrito con facilidad y con un vocabulario adecuado todos los factores que forman parte de la ecuación matriz del litigio, dado que la mayoría de los soportes jurídicos han estado a la vista y han contribuido en el tiempo, a mantener una línea equilibrada de aceptación, adherencia y reconocimiento, mientras que la paradoja presentada de manera interpretativa por el Gobierno de Guyana, omitiendo las pruebas existentes, ha creado una inútil zozobra, intentando crear una inútil confusión y hacer que a costillas de su victimización, sobresalgan las apariencias de cambio con el apoyo de terceros, cuando la realidad es que hasta hoy en día, el pasado y el presente se mantienen en lo inmutable con carácter permanente a favor de Venezuela.

No se pretende con ello conformar un juego de palabras, sino que lo señalado es el despertar a la conciencia del Estado venezolano, en no seguir cayendo en las falsas ilaciones de Guyana, ni en las provocaciones geopolíticas basadas en supuestas intenciones de terceros, que buscan complicar una situación que grita una verdad única, además que inquieren en justificar su presencia regional con miras a otros fines de apropiación.

Por lo antes señalado, es importante que por lo pronto, el Estado venezolano le recuerde por todas las vías necesarias al Gobierno de Guyana y a la comunidad internacional, que mientras ese país no viole el Acuerdo de Ginebra de 1966 en su aparte 2, Venezuela también respetará lo allí acordado hasta tanto se arribe a una solución ajustada a lo establecido, o de lo contrario, si Guyana persiste en intentar tomar posesión arbitraria del territorio, aprovechándose de la administración recibida al momento de su independencia, para seguir explorando y explotando los recursos allí existentes para su único beneficio, lo cual se traduce en “Robo”, sin haber acordado con Venezuela una solución ajustada a lo establecido, continuará la escalada de tensiones entre las partes, hecho que solo ha conllevado por la ignominia de terceros ávidos de recursos y de poder, a la desestabilización regional, por lo que Guyana ante la permisividad venezolana concedida durante años, abusó de su posición para convertirse en la seta, que ha conllevado al enardecimiento de las tensiones actuales con el silencio complaciente de otros. He allí el juego de sus intenciones de reversibilidad.

El presente de Venezuela está contenido en su pasado y en el futuro. Haberse creado por parte de Gran Bretaña en el siglo XIX un caos tendiente a la implantación de un paradigma que según las presunciones de ese país, sería inalterable en el devenir del tiempo tras haberle despojado el Esequibo a los venezolanos mediante un fraudulento Laudo Arbitral, conlleva también al análisis de los escenarios que han estructurado sensibles cambios en el siglo XX con el nuevo paradigma si se quiere ver de ese modo, en el que la presentación del Memorándum escrito por Severo Mallet-Prevost acompañado con la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, sumado a las pruebas geohistóricas irrefutables, juntos han estructurado la ineludible arquitectura que fundamentada en consistentes puntales, obligan a Guyana en este siglo XXI a pesar de su insensatez, e incluso a la Corte internacional de Justicia en su pronunciamiento final, a tener que ajustar el marco jurídico de sus actuaciones a lo establecido en el citado Acuerdo de 1966, con miras a una solución práctica, aceptable y satisfactoria para ambas partes, pero debe entenderse que ello no puede quedar a merced subjetiva de un tercero, que decida lo que es práctico, aceptable y satisfactorio, sino que es lo que consideren ambas partes afectadas, con la diferencia que Guyana se enrumbó unilateralmente por un solo camino,…, y ello suscita una diferencia sustancial que encajona a ese país en su actuación, razón por la que la posible holgura interpretativa del Estado venezolano, deberá manejarse desde ya con mucha prudencia antes y después de la futura sentencia.

Venezolanos todos: el tiempo ha sido subutilizado hasta ahora con miras a fines netamente políticos, pero realmente hay mucho más que hacer sobre esta disputa territorial, en el que las relaciones internacionales están jugando un rol preponderante, a raíz de los conflictos actuales y de las limitaciones existentes en materia de recursos energéticos y mineros. Basta con tomar un mapa, y entender que la geometría y las matemáticas no mienten, y que geopolíticamente, la realidad venezolana sobre la disputa territorial aunado al contexto internacional fronterizo, regional y continental, están conformando un diseño que debe y tiene como reposar sobre el pilar del interés nacional, sustentando esta cimentación en la seguridad de la Nación venezolana, lo que merece indiscutiblemente una verdadera atención integral.

Aun cuando el tiempo pareciese conformar una variable manejada en forma lineal y en conjunción con los intereses particulares de los países, la realidad internacional ha venido apuntando a un enfoque un tanto distinto, en el que precisamente la irreversibilidad y no la reversibilidad, ha pasado a evaluarse como un factor esencial influyente en las decisiones de los gobiernos, y ello predomina cada vez más y con mayor fuerza, razón fundamental por la que el Estado venezolano no puede caer en el juego tóxico del Gobierno de Guyana, ni en las provocaciones generadas por terceros como burdas distracciones, sino más bien, debe ajustar sus acciones en franco aprovechamiento del interés nacional y de la articulación a las propensiones de terceros al interés nacional, considerando la dependencia de éstos a la disponibilidad de los recursos allí existentes.

En razón de lo anterior, se deben abrir campos de flexibilización y acercamientos internacionales, demostrando la importancia de Venezuela en el tablero estratégico mundial, situación que ameritaría una igualación progresiva y difundida sin pérdida de tiempo, por la que el factor de la irreversibilidad jugaría un rol geopolítico y geoeconómico fundamental a favor del país, al evitarse repeticiones tóxicas que tenderían a la germinación de un desorden, tal como lo ha venido intentando una y otra vez el Gobierno de Guyana, al verse sigilosamente acorralada, en el que cada vez más, se consolida a pesar de sus nefastas intenciones, la posición nacional a recuperarse por la que “el sol que brilla sobre Venezuela, nace en nuestro Estado Guayana Esequiba”.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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