Título original: LA PERIODISTA ESTRELLA Y LAS ESTRELLAS DEL CORONEL: HISTORIA DE UN JUICIO INÚTIL. Por Ángel Alberto Bellorín (Primera entrega).
Ni ofendo ni temo. Veinte años si es algo.
El 25 de Mayo del año 2024 se cumplen veinte años de una sentencia que dio por finalizado en primera instancia, un juicio penal iniciado contra la Lic. Ibeyice Pacheco por el delito de difamación contra mi persona. Ese fue un primer juicio y para mal o para bien, vaya que fue noticia.
Muchos venezolanos y extranjeros que opinaron en forma recurrente sobre el caso, entre otras muchas variables ocultas, desconocen que fueron dos juicios diferentes en un conflicto que duró casi cinco años consecutivos. Se inició en el 2001 y aún en efervescencia decidí en forma voluntaria darle fin en el año 2006.
De igual forma, mucho público ignoraba y posiblemente todavía desconoce, que esa abrupta finalización ocurrió antes de dar inicio a la primera audiencia pública de una segunda acusación ya admitida que decidí detener para finalizar con un agotador conflicto.
Aquí vale el refrán, «mano segura no se tranca», pero fui mas allá, ganando también el nuevo juego, me levanté de la mesa y dejé en ella hasta las fichas ya ganadas ¡Todo había sido inútil!
Al «Quinto poder» nunca le interesó las verdaderas causas y consecuencias de esa confrontación, mucho menos el por qué mi decisión de finalizar. Me atrevo a afirmar que no fueron capaces de revisar esa bien hilvanada sentencia de 107 páginas que hoy cumple veinte años.
Se limitaron a contar lo que quisieron o le ordenaron decir y publicar.
De haberse hecho verdadero periodismo, sólo era cuestión de interesarse un poco, investigar, analizar, preguntar y escribir. Hasta ahora no se ha hecho y alguien debe hacerlo.
A pesar de tener en resguardo enorme cantidad de material sobre el caso, que incluye copia certificada de todo el expediente, mas de 50 sentencias diferentes y en especial las seis últimas audiencias del juicio grabado con respectiva autorización judicial y transcripción certificada; no me había atrevido a escribir sobre la polémica confrontación.
Hoy no tengo excusas para seguirme negando a hacerlo y como expresó Artigas, con la verdad ni ofendo ni temo; mas en este caso, donde la verdad verdadera y la verdad procesal está grabada y muy bien documentada.
Valorar esos hechos 20 años después de ocurridos y hoy sepultados por una memoria colectiva selectiva, otorga otra perspectiva desde el punto de vista de quien no tuvo mas opción que ser protagonista de tales hechos. En esas circunstancias, dos décadas si es mucho tiempo.
Los recuerdos se presentan en forma automática; como en cámara lenta repite hechos vividos, evoca rostros pronunciando palabras, ejecutando sus acciones y nos coloca nuevamente frente a esos hechos.
Es humano comparar pasado con presenté, dudar y hasta comprender nuestros fallos y aciertos, pero lo que se hizo hecho está y lo que importa en este caso es que todo está grabado, reseñado y certificado. Es solo cuestión de comenzar a escribir esa historia, partiendo de hechos ciertos que se han ocultado por demasiado tiempo.

¿A quien se enjuició en verdad?
Toda la cadena de eventos e incidencias sucedidos en el contexto de ese juicio, analizadas en justa dimensión, sin lugar a dudas demostraron la evidente decadencia institucional puesta públicamente al desnudo, como un mal presagio de esos inicios del siglo XXI para nuestra querida Venezuela.
La entrada en escena del periodismo venezolano en un solo bloque en torno a su estrella del momento, enfrentando al poder judicial advertían la hecatombe. El cóctel de aquellos enemigos sociales que Cervantes calificó en su Quijote, también los vi reflejados en un sólo bloque, miedo, injusticia e ignorancia.
Es justo y necesario aceptar que esa decadencia observada, salpicaba también otras instituciones tangencialmente involucradas. En este inicio sólo me atrevo mencionar a mi querida Fuerza Armada, a la Universidad y a los partidos políticos por no abundar.

El certero relato de esos eventos con pruebas contundentes, otorgará al lector oportunidad de valorar e inferir una respuesta a la interrogante del subtítulo.
Si todavía queda algo de dignidad, hay suficiente evidencia e historia que debe hacer reflexionar a cualquier agudo e interesado lector.
Todo el conflicto fue un reflejo de como esas instituciones habían sucumbido a la política de albañal, a la mediocridad profesional, al oportunismo interesado y muchas otras taras sociales que hoy hicieron metástasis. La ética había muerto y la sociedad reía y bailaba.
Fue un juicio penal por un delito de instancia privada, y este detalle, mas allá de significar que ocurre sin intervención del Ministerio Público, es de mucha relevancia para entender el giro de los acontecimientos y los verdaderos poderes enfrentados. El juez no asume iniciativa, todo debe hacerlo el acusador
En teoría, se planteaba la confrontación entre dos derechos existentes dentro del contrato social de toda civilización hasta ahora conocida. El choque de dos visiones institucionales sobre tales derechos, posiblemente deformadas, probablemente sobrevaloradas por las partes en conflicto.
Algo así como una Cenicienta (reputación) contra su hermanastra mayor (libertad de expresión); pero con el hada madrina ayudando a la hermanastra.
¿Honor o expresión?
Por un lado, un desconocido profesional militar que se debe presumir formado dentro de estrictos códigos e imperativos categóricos de conducta.
Un Coronel del Ejército con sus tres estrellas doradas, parte activa pero en realidad sin representación tutelada (muy importante) de una institución que en ese tiempo, con muchas dudas, todavía pregonaba sostener su existencia en valores relativos a la verdad, dignidad y ese honor que invocaba el militar.

Por el lado opuesto, otra profesional, en este caso licenciada en comunicación social. Una conocida, y fulgurante estrella del periodismo, adscrita en sus labores a poderosos medios de comunicación.
También formada bajo un código deontológico previamente establecido para el ejercicio de su profesión, donde la verdad tiene valor esencial en esa libertad de expresión que exigía la periodista.
Ambos profesionales defendiendo sus trincheras de actuación, no cedieron en sus posiciones; cada uno con sus razones afirmaban que lo que expresaban era verdad y sabemos que en estos conflictos no hay dos verdades.
La fama de la periodista elevó el nivel del conflicto haciéndolo, sin ser necesario, de interés público. La prensa, naturalmente a favor de su representante, presumiendo un poder institucional del coronel, rápidamente provocó la escalada de un conflicto que en su momento generó toda clase de expectativa mediática, verdades ocultas y cantidad de hechos inverosímiles desde la lógica básica.
Todo esto provocó que quien se presumía con poder institucional, sin realmente ser así, se vio obligado a usar la facultad privada que otorgaba una ley que bien conocía, para acudir a una justicia que ya mostraba signos de decadencia. Esto no es un parcializado juicio de valor, en esta historia será demostrado por quien ganó ese juicio inútil.
Muchas personas desconocen que la decisión personal de acudir al tribunal penal en acusación privada no fue del agrado del alto mando militar de turno. Para esos militares solo cumple ordenes no era fácil de digerir.
A la opinión pública no le interesaba esos «pequeños detalles» y para los enemigos de Chávez de ese momento, todo militar era chavista a menos que se insubordinara públicamente a su mandato constitucional como presidente y comandante en jefe de los militares. Esos si eran chéveres y no los tontos útiles de siempre.
Si ambas partes del conflicto decían tener la razón, es al árbitro judicial a quien corresponde dirimir el conflicto.
Esa es la verdadera premisa institucional civilizada y era la única opción que para mi quedaba en la mesa.
Sin embargo, el juicio público tomó la delantera y ejecutó su sentencia adelantada casi dos años antes del juicio penal que un día como hoy dictó una penalidad de 9 meses de prisión que nunca se cumplió.

20 años después, vemos que en la Venezuela actual los juicios públicos sumarios y directos, ahora en mayor intensidad, preceden necesariamente a los judiciales y estos ya poco importan. Aquellos polvos, estos putrefactos pantanos
La sentencia condenatoria a la periodista estrella, antes de hacerse pública ya había sido desvirtuada así como la esencia del juicio. A pesar de ser un juicio público con periodistas presentes, poco importó lo que en realidad se discutió y quedó concluido en sus siete audiencias. Esos que vieron y escucharon el juicio salían de allí a engañar. O eran idiotas para no entender o eran inmorales tarifados.
Hoy, las escasas audiencias judiciales que se logran realizar son en su mayoría restringidas al público. Cuando se hacen, sólo son absurdos eventos para validar los juicios públicos previos.
Ese 25 de Mayo del año 2004 sin importar la sentencia condenatoria, la suerte estaba echada, producto de noticias manipuladas, alimentadas por opiniones sin verdadero sustento y desviadas de su naturaleza, bien por intereses particulares, ignorancia o ambas unificadas que es la mas dañina.
La sinergia de la sinrazón
Veinte años después, muchas reseñas de prensa aún circulan por las redes sociales a disposición del interesado.
Es un necesario ejercicio de honestidad intelectual y moral analizar esas reseñas con ojo crítico, leer y escuchar pruebas de lo que verdaderamente pasó antes del juicio, durante el juicio y el largo post juicio
Revisar lo que testigos de renombre expresaron en aquel banquillo bajo juramento de decir la verdad, y compararlo con lo que luego declaraban en los medios.
Para quien suscribe, fueron momentos de amargas experiencias pero también de mucho aprendizaje.
Espero que la honestidad intelectual y la humildad profesional guiadas por el supremo, orienten mi mente y espíritu para utilizar palabras acertadas, controlar la necesaria subjetividad y poder escribir en varias entregas sucesivas, mi historia de un conflicto sobre el que nada serio se ha publicado.
Como debe ser, cada quien tendrá la opción de atreverse a leer y mas aun de opinar lo que considere. Por mi parte y como es mi costumbre, trataré de apegarme a la racionalidad argumental conocida, siempre dispuesto al debate dialéctico que caracteriza al mundo civilizado.
Un tipo de debate que hace años, (mucho mas de veinte) dejó de existir en Venezuela, aunque siempre se ha tratado de ocultar.
Si en verdad existiera seriedad argumental, la mayoría de una sociedad con crítica racional, hubiese detallado qué en el año 2006 el argumento final de aquella «disculpa leída» en rueda de prensa por la persona sentenciada, fue su confesión al mundo de como la periodista de aquel 15 de Junio del 2001 incumplió su código de ética y nos hizo perder a todos cinco años.
Se requería sólo un poco de criterio para darse cuenta que al igual que en el 2001 cuando Miguel Otero la trató de ayudar, está vez, en su lamentable excusa del 2006, fue su abogado José Tamayo quien le hizo el favor para tratar de corregir su soberbia. La disculpa de ese abogado era la que tenía que oírse en la boca de la periodista estrella.
Este sencillo análisis no lo leí, no lo observé y tampoco escuché en ese momento en ninguno de aquellos agonizantes grandes medios que aun se sentían poderosos en el año 2006.
Todos ellos habían sido cómplices de la farsa y después de aquella mediática disculpa siguieron con la farsa.

Fuimos testigos que a pesar de esa confesión, la sociedad «profesional e intelectual», siguió utilizando el poder mediático para continuar con su pleno respaldo al engaño y a la mentira. No olvidar que poco antes el partido político Primero Justicia la premió al postularla como diputada.
Muy pocos periodistas, profesionales del derecho y otras personas, se atrevieron a decir o escribir sobre esa luminosa verdad. La «etérea opinión publica», nuevamente tejió su manto de oscuridad y por tal razón , también en este caso se debe culpar a ese acostumbrado responsable de los males de Venezuela.

La sentencia fue dictada en la audiencia final el día 25 de Mayo.
Momento en que las partes firman la sentencia frente al secretario del tribunal

Lo inútil de aquella sentencia es directamente proporcional a la inutilidad de las instituciones involucradas.
Instituciones que actuando con admirable sinergia, hicieron posible que la sinrazón se fortaleciera hasta hacerse patrimonio público.

Hoy, veinte años después, es la institución con mas poder en la nación.
Así, poco a poco, voy a contar la historia de ese juicio inútil y de un conflicto que muchos prefieren olvidar.
PROXIMA ENTREGA. ¿Que te hizo Ibeyice?
Caracas 25 de Mayo del 2024

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular
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General Bellorin, lamento mucho que tuvo que pasar por tantas molestias, soy una simple ciudadana venezolana Ahora. Después de más de 20 años, usted puede ayudar a recuperar las Fuerzas Armadas, las cuales están muy desacreditadas. Los periódicos siempre se recuperan solos, las Fuerzas Armadas, No.
Gracias por su comentario. No he dejado de trabajar en ese objetivo.