La periodista estrella y las estrellas del coronel (segunda entrega) – por Ángel Alberto Bellorín

Título original: LA PERIODISTA ESTRELLA Y LAS ESTRELLAS DEL CORONEL: HISTORIA DE UN JUICIO INÚTIL. Por Ángel Alberto Bellorín (Segunda entrega).

¿Y QUÉ TE HIZO IBÉYICE?

El 15 de Junio del 2001, en la columna

“En Privado” que la periodista Ibeyice Pacheco publicaba en el diario “El Nacional”, fui señalado de hechos que consideré dañaban mi reputación y mi honor.

En ese momento, nadie más que yo tenía la facultad de apreciar si tal señalamiento me exponía al escarnio público. Hoy veinte y tres años después, veamos nuevamente que escribió, el contexto en que lo hizo, y si mi apreciación de entonces fue justificada. Cito.

”Un peculiar caso comentan indignados oficiales del Ejército. Se trata del Coronel Ángel Alberto Bellorín, estudiante de quinto año de derecho de la Universidad Santa María y quien en la última revista del Ejército aparece como ejemplo de excelencia académica. El problema es que este alto oficial es señalado por haber cambiado la nota en la materia de Derecho Tributario en la que había sacado 07 y apareció luego con 15 puntos. Ya una vez había sido investigado por alterar las calificaciones de servicio”. Fin de la cita.

Necesario revisar el contexto institucional cercano que abarcó el comentario.

El contexto netamente militar

Según se aprecia en la nota indignados oficiales del Ejército me acusaban de cambiar dolosamente una calificación en mi último año de la carrera de derecho,que cursé en la Universidad Santa María.

La verdad no explorada es que esos estudios en modalidad nocturna se efectuaron formando parte de un convenio institucional de dicha Universidad con el Ejército que se inició en 1996 y finalicé ese año 2001, egresando como abogado magna cum laude.

Necesario aclarar que tal distinción fue lograda con el más alto promedio académico de la Facultad de Derecho en la historia de la Universidad hasta ese momento. Eso sin duda que es excelencia académica

Tal hecho fue lo que motivó a las autoridades del Ejército a resaltar ese logro como ejemplo a seguir dentro de la institución; por tal razón lo hicieron publicar en la Revista del Ejército, un órgano divulgativo bajo control exclusivo del Comandante General.

Según afirma la nota, el que mi nombre apareciera como ejemplo fue la causa original para que «supuestos oficiales del Ejército» en vez de denunciar su indignación ante el comando de la Fuerza, le llevaron «el chisme» a Ibeyice Pacheco.

En la misma nota de prensa me acusan de haber alterado calificaciones de servicios en mi profesión militar.

Estas calificaciones son la evaluaciones semestrales que se hacen en función a los cargos ocupados y corresponde elaborarlas en forma exclusiva a los superiores directos del evaluado.

Ante ese otro señalamiento, otra verdad oculta es que para ese momento, el promedio ponderado acumulado de mis calificaciones de servicio como oficial del Ejército era el mas alto de mi grupo con la misma antigüedad.

Jamás alteré ninguna de mis calificaciones y nunca hubo duda en ninguna de ellas. La verdad comprobada y documentada es que fueron otros los que fraudulentamente modificaban mis calificaciones para bajarme de los primeros puestos.

Desde 1992 cuando por primera vez en el Ejército se hicieron públicas las notificaciones de ascensos, cada vez que me correspondía ser evaluado, mi promedio de calificaciones de servicio me ubicaba de numero uno en el orden de precedencia. Esto al parecer tampoco gustó a la «indignada fuente militar».

Además del elemento calificaciones de servicio, para ese momento con 24 años de actividad profesional, la realidad de los resultados obtenidos a lo largo de mi desempeño académico en los cinco cursos militares obligatorios del Ejército señala que los finalicé siempre en los primeros lugares y en tres de ellos con diploma de honor.

La simple sumatoria de ambos desempeños muestran resultados meritorios, medibles, diferenciadores indiscutibles e inmaculados. Esto nada tenía ver con que te asciendan o no; sin embargo los indignados se manifestaron un 15 de junio del 2001, época de ascensos militares.

Muchos diplomas por distinción académica, alimentan el honor de quien lo recibe, eleva su estima y activa su buena reputación académica. Así los últimos en todo no quieran reconocerlo, ignoren o descalifiquen, está allí y por lo tanto existe.

Ese era el contexto de mi situación militar en el momento de la publicación de la periodista. A lo anterior y producto de un convenio institucional, se le sumaba otro título académico ahora como abogado magna cum laude. ¿Era para indignarse?

El contexto universitario

Es totalmente cierto que la universidad (no yo) modificó una calificación que consideré arbitraria abusiva, mal intencionada y sobre todo ofensiva. Con la corrección quedo demostrada mi apreciación y la universidad me dió la razón.

Mi hipótesis sobre el conflicto de esa calificación surgió desde el momento que ese profesor llegó de imprevisto a mi aula en sustitucion del original. Esa es otra historia.

Era nuestro último año de derecho y en esa aula estaba el grupo de militares que aún quedábamos como parte del convenio Ejército Universidad iniciado en 1996. Todos con excelente promedio académico.

En esa época, al finalizar cada año, la universidad en acto público hacia entrega de un diploma de honor al alumno con mas alto promedio de cada año. Lo había obtenido en todos los años anteriores sin asistir al acto.

Ese año, recibí en persona el diploma y mi promedio de 19,69 de cuarto año se hizo público. Para ese momento mi promedio acumulado era superior a 19,40 con proyecciones positivas para el último año. El órgano de educación del Ejército también llevaba el control académico y hacia seguimiento.

Ya en el curso de la cátedra de derecho tributario, al entregar el resultado del primer examen parcial surgió el problema; el profesor evaluó mi prueba con 07 puntos, la calificación más baja de toda el aula. Solo le manifesté qué era muy difícil calificar con menos de veinte ese examen. Eso era enorme problema.

Para resolver un conflicto de esa magnitud, estaba el derecho y así lo hice. Era momento de poner en práctica lo aprendido y ningún pusilánime, cobarde o copión podía enfrentar ese tipo de abuso inmoral.

Era indiscutible en ese momento mi rol de estudiante, pero al mismo tiempo también era un Coronel de Ejército y Docente clasificado con títulos de postgrado en educación; uno de ellos en docencia universitaria obtenido en 1987 en la misma universidad. La ética no me dejaba otra opción.

Activé el proceso administrativo y luego que en segunda instancia la calificación inicial de 07 puntos fuera modificada por un jurado a 15 puntos, manifesté mi insatisfacción con la nueva nota y apelé nuevamente, ahora ante última instancia, el Consejo Universitario; donde solicité un nuevo jurado y nueva revisión

En vista del conflicto, para el segundo parcial solicité a la universidad nombrar otro evaluador diferente al profesor titular.

Información del Decano de la facultad de Derecho. Ratificada en juicio.

Luego de obtener 17 puntos en el segundo parcial en un examen tomado en la oficina del rector, y haber asegurado un promedio de 16, en esa materia, decidí dejar el reclamo hasta allí ya que había eximido todas las demás y quería graduarme a tiempo.

El contexto principal: Para que la reputación importe primero debe existir.

Es posible para muchos lectores calificar de arrogancia la lectura de una exaltación propia de quien la escribe; eso es comprensible y en especial viniendo de aquellos que nada tienen que mostrar.

Sin embargo, en esta situación era necesario escribirlo, manifestarlo y tenerlo presente para reafirmar que de hecho existía una reputación para dañar y era mi obligación demostrarlo a quien lo intentó.

Profesor Alberto Ramírez

La reputación es como los frutos del árbol, tiene que estar a la vista. Es la razón para que todo aquel que quiera derribarlos, tenga que lanzar piedras. La revista del Ejército con esa exaltación por el resultado del convenio, puso a la vista el fruto.

El mérito y reputación académica era en ese momento como hoy en la vejez, mi verdadero y único capital. No podía quedarme de brazos cruzados al verlo agredido a mansalva. Era necesario no dejar dudas

Como puede apreciarse, los hechos señalados en la primera nota de prensa son concretos, específicos y por si solos, exponen el honor y reputación de una persona que le otorga inmenso valor a su desempeño académico. Hoy sigo convencido que algo había que hacer.

Próxima entrega ¿Y tú qué hiciste Bellorín?

Caracas, 30 de mayo del 2024

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular

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