Título original: LA PERIODISTA ESTRELLA Y LAS ESTRELLAS DEL CORONEL: HISTORIA DE UN JUICIO INÚTIL. Por Ángel Alberto Bellorín (5ta. entrega).
Y me dejaron solito con mis estrellas
En la entrega anterior señalamos que el día 17 de febrero del 2002 la periodista Ibéyice Pacheco volvió al ataque. En el Diario el Nacional, cuerpo C (Política) ocupando toda la pág. 3 de dicho cuerpo y bajo su responsabilidad fue publicada una carta que ocultando los nombres de los autores, atribuye su realización a un autodenominado “GRUPO DE OFICIALES Y SUB OFICIALES INSTITUCIONALES DE LAS FUERZAS ARMADAS”. Sin duda que eran sus militares indignados que de institucionales poco tenían.
Allí nuevamente expone mi nombre al escarnio público expresando que «La política de ascensos de este período presidencial no responde a la meritocracia”, dando como ejemplo a mi persona, afirmando que fui ascendido a Coronel a pesar de tener un «Prontuario Disciplinario».
Con esta nueva afirmación se rompe la calma de seis meses surgida luego de la réplica otorgada por el director del diario El Nacional el 03 de Agosto del año anterior.
Ante esta nueva agresión no insistí en escribir a la periodista y está vez opté dirigirme a través de mi comando al alto mando militar para solicitar con debido respeto que se hiciera un desmentido público suficiente para hacer respetar mi grado de Coronel y por supuesto mi reputación.
Es obvio que no existe el auto ascenso y el grado de Coronel, como todos los anteriores en mi carrera, fue por decisión superior. Ellos me ascendieron y a mi parecer, era su obligación desmentir el comunicado.
Así mismo, informé que si en 72 horas el desmentido no se hacía público, procedería personalmente a defender mi honor con las herramientas que me otorga la ley. Eso quedó por escrito y así fue tramitado en ese momento por mi jefe militar directo el 19 de Febrero del 2002.

¡Que casualidad!
Por supuesto que tal solicitud generó mucho conflicto en un alto mando militar pusilánime y timorato que en aquel momento tenía como Ministro de la Defensa al periodista José Vicente Rangel.
Un periodista con ganada reputación de palangrista, colocado como ministro de los militares para desmoralizar a una institución marchita en dignidad y pisoteada en su honor.
Era ese ministro quien tenía en sus manos la facultad de ordenar un desmentido para exigir a su colega periodista el respeto a la reputación y el honor de un militar activo He allí un didáctico ejemplo de oxímoron.

Mi petición fue tomada como un irrespeto, no era aceptable que un coronel emplace al alto mando militar, algo así como un sacrilegio. Con esas discusiones bizantinas ocupando los días siguientes, lo único claro era que estaba sólo en mi cruzada. Con otro probable frente de batalla, comencé a preparar mi propio remitido.
Pasada esa semana sin decisión del alto mando hacia mi solicitud, tomé la mía y llamé por tlf a las oficinas de «El Nacional» manifestando mi interés de una reunión personal con el director.
A los pocos minutos me llamó el Sr Miguel Otero y aceptó reunirnos esa misma tarde del 26 de Febrero del 2002 en el restaurante El Fornaretto en Santa Mónica.

Con puntualidad nos encontramos en el sitio.
No lo conocía y en ese momento deduje que su rápida aceptación se debía a la posibilidad de haber pensado que sería algún manifiesto político contra Chávez. Ellos andaban en eso.
Le hablé sobre el caso, agradecí su réplica del 03 de Agosto del año anterior y mostré mi escrito para el remitido. Luego de leerlo expresó que era una página completa y costaba un dineral, pero lo publicaría sin cobrar nada.
Por supuesto pensé que al leer su extenso contenido supo que le sacaría provecho político; sin embargo le respondí que vivía de mi sueldo pero no quería regalo, para mi era necesario pagar algo.
Allí mismo autorizó el pago de un monto simbólico para él; para mí algo más de la mitad del salario de un coronel. Pactado el acuerdo, al día siguiente 27 de Febrero, mediante un cheque postdatado cargado a mi salario de marzo, pagué el monto acordado en las oficinas del diario y entregué el remitido.
Dos días después recibí un oficio del despacho del Ministerio de la Defensa, por coincidencia fechado 27 de Febrero del 2002 informando que el ministro negaba mi derecho a publicar o ejercer acciones personales. Es decir, me ordenaron en forma tardía dejar eso así. Ni lavaban ni prestaban la batea.
La conducta de una persona digna, que conoce el significado del honor, es un imperativo categórico que no deja muchas libertades. Necesariamente debe dirigirse a vivir según la razón y no al contrario.
El remitido ya estaba pago y no era discutible retirarlo, las batallas de mañana se lucharán mañana. Al coronel lo dejaron solito con sus tres estrellas doradas, pero como nunca antes, eran unas insignias doradas con ese titilante y luminoso brillo que únicamente otorga la dignidad.

Indisciplina y meritocracia. No hay vuelta atrás
El día Domingo O3 de Marzo del 2002, fué publicado a pagina completa el remitido titulado «Indisciplina y meritocracia militar». El impacto mediático fue tal que el mismo día y al siguiente la mayoría de la prensa lo comentó según su interés político y El Nacional lo publicó nuevamente.
En el remitido compuesto por 12 numerales, aproveché para hacer público algunas observaciones personales sobre el ser militar usando muchas citas, cuidando mis afirmaciones con mucha precaución para hacer difícil un juicio militar por parte de mis colegas indignados o no.
En ese sentido inicié mi remitido con los siguientes dos numerales. Cito
«1. Mi inicio en la “indisciplina” comenzó, en 1977 cuando egresé de la Academia Militar ocupando el Nro. 17 entre 80 Oficiales de mi Promoción y comencé a poner en práctica los valores teóricos previstos en el Código de Honor, Principios de Mando y Conducción y muchos otros ideales que me inculcaron en las aulas de esa Casa de Estudio.
Me di cuenta muy pronto que para cuidar la carrera y los cargos, muchas veces, tenía que alejarme de esos valores, si por mala suerte correspondía llevar la contraria a superiores que no internalizaron esos mismos valores.
Ejemplo de ello fue que mis primeras 24 horas de arresto como oficial, en el grado de Subteniente, fueron en 1978 motivadas a que en una segunda oportunidad, obligado a pagar parte de otra cuenta producto de reuniones etílicas propiciadas por un “Superior” en el grado de mayor y segundo comandante de la unidad, me opuse en forma respetuosa a hacerlo ya que ni entonces ni ahora se me ha conocido ni por ingerir licor ni por fumar:
Cualquier oposición genera roces con “superiores” que se creen y se sienten dueños de nuestro destino.
2.- Soy un Oficial “Indisciplinado” porque dentro de la Institución siempre he dado la cara para emitir en forma verbal o por escrito mis opiniones ante mis superiores.

Al respecto, en la revista TIERRA, MAR Y AIRE, (órgano informativo de las Fuerzas Armadas Nacionales), del año 1994 en la Pág. 33 como inicio de un Artículo que denominé “Los Jefes y los Líderes en la Profesión Militar“, expresé por escrito la siguiente opinión.
La moral militar se ha definido de muchas maneras; considero que la mayor expresión de moral en un militar es la importancia que le otorgue al ejemplo y a la vergüenza profesional.
Ejemplo que debe materializarse con el esfuerzo continuo para mejorar sus capacidades físicas e intelectuales y por la imparcialidad y honestidad en sus actuaciones.
Vergüenza profesional para entender que la proyección de su actuación es el espejo de sus subalternos y esa opinión debe estar muy por encima de la que sobre él puedan tener sus superiores de turno y por tal razón no confundir disciplina con servilismo y obediencia con sumisión.» Fin de la cita
¿No les parece dos párrafos con contenidos pertinente para lo que queda de Fuerzas Armadas en esta Venezuela del año 2024?
Sobre dicho comunicado, la Sra. Ibéyice Pacheco lejos de entender el mensaje y percibir el remitido como otra oportunidad de rectificar; en su soberbia actitud no perdió oportunidad de seguir difamando durante todo el mes de Marzo del 2002.

Esta vez afirmó que el remitido era parte del plan Chavista para acabar con la libertad de expresión, que tenía información de como pagaron ese remitido y que lo publicado era prueba que ella decía la verdad sobre mi prontuario disciplinario. ¡El coronel Bellorín publicó su prontuario!, fue lo que expresó.
Debió preguntarle a su jefe que le confiara el nombre de quien pagó el remitido, pues el recibo y copia del cheque pasaron a ser pruebas de nueva difamación.
Esto fue la gota que derramó el vaso y fueron estas afirmaciones las que no me dejaron mas alternativa que tomar la decisión de ir a juicio.
Próxima entrega. » Vamos a Juicio».
Caracas, 14 de junio del 2024

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular
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