Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo, XI Fase – Centésima vigésima primera entrega

(Continuación)

Por: José Chachati Ata

En las relaciones internacionales, el tema de la cooperación va de la mano con el marco de la reciprocidad, entendiendo que en una ecuación de esta dimensión entre los países, son múltiples las variables que entran en juego para atender a estos dos pilares. Esta disciplina dada su naturaleza multidimensional y multidisciplinaria, da cabida a distintas actividades que pueden manejarse en áreas sensibles que inciden sobre las fronteras de los países, así como en el ámbito geopolítico, geoeconómico, geohistórico, socioeconómico, jurídico a través del Derecho internacional, entre otros.

En este contexto, al trasladar los distintos indicadores inmersos en el tema sobre la controversia del espacio geográfico integral del Esequibo entre Venezuela y Guyana, es necesario conformar una interconexión desde la post-modernidad como perspectiva actual, dadas las complejas situaciones que se han presentado, comenzando por la propia actuación del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien en el manejo de la política internacional, ha conducido el litigio manejado bilateralmente desde 1966 entre los países afectados (Venezuela y Guyana), a una fuerte irrupción jurídica que atendió únicamente los intereses del Gobierno de Guyana, y que a pesar de la negativa razonada por parte de Venezuela, éste personaje decidió unilateralmente darle un vuelco al mecanismo utilizado mediante la figura de los Buenos Oficios, con la inserción de otro organismo jurídico internacional como lo es la Corte de La Haya, la cual ya admitió su competencia jurídica para dirimir la validez o no del Laudo Arbitral de París de 1899, además de establecer la línea limítrofe entre ambos países.

Esta acción manejada por aceptación de las partes entre el Secretario General de la ONU con el Gobierno de Guyana en contra de Venezuela, además de empobrecer el marco de las relaciones internacionales en una interconexión que debió estar ajustada a lo establecido en el Acuerdo firmado en Ginebra desde 1966, incorporó una situación que ha hecho más difusas las relaciones tendientes a la cooperación y mucho menos a la reciprocidad, aunque para el Estado venezolano esto último no ha sido una variable sorpresiva, dado que desde la independencia de la República Cooperativa de Guyana en 1966, el marco de la cooperación venezolana con el Gobierno guyanés fue unidireccional, sin obtener nunca reciprocidad de ninguna naturaleza en beneficio del gentilicio nacional, además de las evasivas continuas que demostraron claramente el deseo de no llegar a ningún entendimiento con Venezuela sobre la devolución del territorio despojado por el Gobierno de Gran Bretaña en 1899.

El hecho de haberse involucrado la Corte Internacional de Justicia como organismo jurídico que ha tendido en sus pronunciamientos a favorecer a los países con mayor fortaleza en el campo geopolítico, geoeconómico y geoestratégico, podría haberse encaminado hasta hace poco a la inclinación de la balanza de la justicia con la influencia del Gobierno norteamericano y de algunos países de la OTAN en favor de Guyana, o mejor dicho, buscando que la sentencia pudiese desfavorecer lo menos posible al país vecino, dado que éste no tiene los basamentos geohistóricos que sustenten la tenencia legal del territorio usurpado a Venezuela y heredado al momento de su independencia. Una verdadera complejidad para que el organismo jurídico Internacional logre llegar a un pronunciamiento, sin olvidar que Venezuela decidió desde el principio No comparecer ante el citado Tribunal, además de estar de por medio el compromiso jurídico obligante y firmado en Ginebra desde 1966.

Considerando el poder estructural agregado de Guyana, éste ha sustentado su política exterior tendiente al debilitamiento del citado Acuerdo, mediante la decisión adoptada en cuanto al desarrollo unilateral del Territorio Esequibo y de los espacios acuáticos derivados del mismo, otorgando concesiones ilegítimas en el campo petrolero y minero a empresas transnacionales de Estados Unidos, China y Canadá. Con estas concesiones ilegítimas de Guyana y la aceptación a conciencia de los países que están explorando, explotando y comercializando los recursos sabiendo que le pertenecen a Venezuela, se ha logrado visualizar hoy en día, que la formulación y aceptación de las relaciones internacionales, están tendiendo cada vez más a vincularse como parte de la preocupación y angustia de los países del primer mundo, ante el vacío o escasez existente de los recursos que necesitan obtener de manera segura, continua y confiable, por lo que los problemas y percepciones propios de las grandes potencias, conforman paradigmas que obligan a romper esquemas y a la adopción de determinados comportamientos.

Verbo y gracia el conflicto actual entre Rusia y Ucrania, llevado a cabo a miles de kilómetros desde Venezuela, conlleva a que el argumento anterior se valida por el hecho de haberse enrumbado las relaciones internacionales en un nuevo orden mundial, y que estas no se circunscriben únicamente a la actuación de los Estados Unidos, de los países de la OTAN o de Japón, aun cuando una buena parte de lo que ocurre en dichos países, conforma las bases de las tendencias y constructos que inciden en las relaciones internacionales. En el caso de Venezuela, las políticas de intervención de grandes potencias sobre países de la periferia o del tercer mundo, vastos por cierto en grandes recursos requeridos por todos los países en la actualidad, se han visto un tanto racionalizadas sobre el campo de las relaciones internacionales, intentando buscar una mayor interacción e influencia de los eventos que están ocurriendo hoy en día en diferentes países, lo que supone nuevas condiciones y realidades en el proceso de entendimiento que se lleva a cabo con Venezuela.

Esta coyuntura actual si el Estado venezolano se lo propone, abre una extraordinaria puerta como probable solución que interconectada con el tema sobre la recuperación del espacio geográfico integral del Esequibo, ofrece una estrecha correlación dado que los Gobiernos de grandes potencias actuales, como lo son de los Estados Unidos de América, Rusia y Gran Bretaña e Irlanda del Norte, tienen una frontal corresponsabilidad en el tema objeto de estudio y con el gentilicio venezolano, dado que los jueces que participaron y decidieron sobre la nefasta sentencia del Laudo Arbitral de París de 1899, pertenecían a los Gobiernos de esos países. Una excelente oportunidad para el fortalecimiento de las relaciones internacionales, de conformar una oportunidad de acercamiento para estrechar lazos de cooperación, pero con la clara reciprocidad sin dualidades de interpretación ni de manipulación sobre el despojo sufrido que ha lacerado la salvaguarda de la integridad territorial de todos los venezolanos.

Recuperado el espacio geográfico integral del Esequibo en favor de Venezuela, la continuidad de actividades de exploración, explotación y comercialización tanto petrolera como minera por parte de las empresas transnacionales que se encuentran ilegítimamente hoy en día realizando actividades económicas por concesiones ilegales otorgadas por el Gobierno de Guyana (y ellos lo saben muy bien), serían retomadas en un inmediato proceso de renegociación con las mismas empresas, si ello atiende lógicamente los intereses del Estado venezolano, aunado a las posibilidades de una mayor apertura tanto conjunta como combinada en caso de ser necesario, considerando que el manejo del medio ambiente tendría una connotación especial, y no el papel secundario que maneja hoy en día el Gobierno guyanés sobre el tema, afectando la biodiversidad y el medio ambiente allí reinante, particularmente en el área continental donde se desarrolla la minería.

Es necesario entender que en el campo de las relaciones internacionales, estas se construyen prioritariamente en torno al manejo del poder, por lo que los gobiernos de los países se constituyen como únicos actores participativos y decisores sobre temas de esta envergadura, utilizando con los altibajos del momento, tanto el poder estructural agregado como situacional en la medida en que estos le conceden a dichos actores el poder de ejercer la soberanía, siendo los puntales de dicha plataforma estratégica el balance del poder en sí y el interés nacional.

En este contexto, Venezuela tiene la excelente oportunidad de manejarse en este tablero actual concerniente al nuevo orden mundial, si se lo propone, de enlazar diversos factores sobre la situación reinante de hoy en día, buscando incrementar su productividad petrolera, aumentando con ello el PIB que tanto le hace falta a los venezolanos, hecho que disminuiría las tensiones internas y externas, además de abrir ineludiblemente las puertas ante la Corte Internacional de Justicia a través de estos países del primer mundo que tienen una intangible pero muy sensible influencia sobre la Organización de las Naciones Unidas y del organismo jurídico que se declaró competente sobre el litigio territorial de Venezuela con Guyana, haciéndoles ver que precisamente es Venezuela quien NO está mendigando la devolución jurídica de un territorio despojado vilmente en 1899, sino la devolución de un espacio geográfico integral que le pertenece legítimamente a todos los venezolanos, cuyo límite permite ratificar sin lugar a dudas que “el sol de Venezuela nace en el Esequibo”.

Por: C/A (r) Dr. José Chachati Ata

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