La periodista estrella y las estrellas del coronel (tercera entrega) – por Ángel Alberto Bellorín

Título original: LA PERIODISTA ESTRELLA Y LAS ESTRELLAS DEL CORONEL: HISTORIA DE UN JUICIO INÚTIL. Por Ángel Alberto Bellorín (3ra entrega).

¿Y tu que hiciste Bellorín?

Evaluada la nota publicada, tenía que justificar mi logro como abogado magna cum laude. En realidad percibí la situación como un nivel mas elevado del conflicto ocurrido en la Universidad.

El principio elemental para el diagnóstico inicial sobre los señalamientos, era la sagrada obligación ciudadana de presumir la inocencia del otro, en este caso la periodista.

Lógico pensar que algún o algunos militares conectados también con la universidad, la utilizaron bajo engaño para tratar de desacreditar mis logros y generar dudas sobre un existente y verdadero prestigio académico y profesional.

Aunque la periodista no respetó mi presunción de inocencia haciendo publica tal denuncia y olvidó que la ética le exigía investigar, confirmar y de ser posible contactarme antes de publicar; por el contrarió, en mi situación era necesario evaluar lo que sucedió y su verdadera intención con dicha publicación.

En cumplimiento de esa necesaria formalidad, solicité documentos oficiales y certificados suficientes para desmentir lo señalado. Era imperativo mostrarle los soportes que reflejaban la existencia de una consagrada reputación académica y profesional.

Obtenidos debidamente certificados en el Ejército y la universidad, los entregué tanto a la dirección del periódico como a la Lic Pacheco, enumerados, marcados como anexos y brevemente explicada su pertinencia dentro del escrito en el que solicité mi derecho a réplica.

Con esos documentos originales emanados de autoridades competentes se demostraba toda la realidad de mi actuación en los ámbitos militar y universitario.

Replico la soberbia del poder mediático

A pesar de entregarle a la periodista en forma inmediata, documentos originales y suficientes para demostrar la falta de veracidad de lo publicado, lejos de rectificar y disculparse, prefirió ignorar el valor de lo recibido.

Una nota publicada en su columna a la semana siguiente, 22 de Junio del 2001, la intentó calificar de réplica, como quien hace un favor en vez de cumplir un deber. Una replica debe tener contenido que otorgue satisfacción al que la solicita, debe hacer constar una rectificación nunca una imposición. Esto fue lo que escribió. Cito

«El estudiante de la Universidad Santa María y Coronel del Ejército Ángel Alberto Bellorín exigió su derecho a réplica por la información que lo involucra en haber modificado su nota en la materia de derecho tributario de 07 a 15 puntos. Aclara que en efecto la nota fue cambiada pero como producto de una declaratoria de apelación que él ejerció. Asegura además que en 24 años de servicio no ha sido objeto de averiguaciones administrativas por alterar sus calificaciones” Fin de la cita.

Con esta respuesta, era evidente y lo sigo viendo así, que la periodista acentuó las dudas sobre los hechos acusados. Al ignorar los documentos firmados por las máximas autoridades involucradas, tanto militares como el Decano de la Facultad de derecho de la universidad, despojó su respuesta de la credibilidad necesaria en este caso.

Manifestar con ligereza que era yo quien aclaraba y aseguraba, privó su nota de la firmeza categórica requerida y de una verdadera intención de rectificación. No hubo allí desmentido ni ofrecimiento de excusas, no fue una réplica.

Por tal razón, solicité una verdadera rectificación y para tal fin, le hice llegar otra carta motivada recordando el contenido de los documentos entregados.

A pesar de mi insatisfacción manifiesta y formalmente documentada, la periodista nunca quiso reconocer su equivocacion ni corregir su error.

De allí en adelante ese fue su eterno discurso » Le di el derecho a réplica». Cualquier persona que sepa leer bien y goce de elemental racionalidad sabría que eso no era una rectificación. Su actitud para no aceptarlo era únicamente la soberbia de considerarse poderosa e intocable.

Un pequeño párrafo y muchas alarmas

Aquí creo conveniente una opinión sobre dos variables no tratadas pero necesarias de analizar. Una primera variable de este problema desplazada en su verdadera esencia, es que antes de afirmar u opinar, tanto la prensa como muchos pretendidos profesionales y expertos, jamas se ocuparon de revisar con seriedad la pretendida réplica.

Estaba allí, a la vista. pero se limitaban a repetir como loros lo que expresaba la periodista estrella sin atreverse a pensar un poco. Esa sola variable lanzaba señales de alarma sobre el grado de alienación de esa «sociedad instruida».. No hubo un niño que gritara » El rey esta desnudo»

En esos momentos, desvirtuar la naturaleza de la replica era una práctica en ascenso y muy comun que luego con otros medios y diferentes periodistas lo aprendí en carne propia No pensar en forma acertada y sobre todo con honestidad también era otra práctica común.

Exigir una verdadera réplica, mas que un derecho legal, era mi obligación moral. Necesario fue requerir una satisfacción a la persona responsable quien prefirió estrechar más sus desconocidos lazos con los «militares indignados»..

La segunda variable en juego es más lamentable por ser generalizada y para ese momento también en vertiginoso ascenso en la sociedad venezolana; me refiero a la depreciación del honor y la reputación como su expresión visible. Quien no conoce la esencia y el valor del honor y la reputación jamás lo entenderá; menos aun podrá defender eso que no conoce.

¿Y que querías tu, que se arrodillara?

Antes de responder la interrogante del subtítulo, es necesario aclarar a todos los lectores, en especial a aquellos que en su momento apoyaron a ciegas a la periodista, que si se hubiera pensado con honestidad.el mínimo necesario que exige la basica racionalidad, no se pasaría por alto el siguiente hecho probado y bien documentado.

El día Viernes 03 de Agosto del 2001, el Director del Diario el Nacional, en la página D-3 de su matutino, publicó una muy generosa nota de prensa donde abordó mi insatisfacción por la acción de la periodista.

Insisto en el hecho que se publicó, era muy visible, y la compartí en la primera entrega pero nunca se mencionó por ningún otro periodista durante los cinco años del conflicto. Nadie se interesó en desenredar un caso de honor y reputación, lo que puede inferir que era considerado un bien jurídico sin valor y por tanto sin importancia social.

Aunque en realidad esa réplica no era obligación del director, para mi fue satisfactoria. Es necesario también hacer énfasis que la redactó y publicó una persona diferente a la verdaderamente responsable

Esa «olvidada» publicación del director del diario, en sus tres últimos párrafos numerados, reseñó en forma muy acertada los documentos entregados y el objetivo de cada uno de ellos. Solo hay que leerla.

Una replica que no necesitó presentar excusas a mi persona pues se redactó con tal precisión, que decidí dejar el asunto por terminado. Resaltar la fecha también es necesario, 03 de Agosto del 2001 pues ese día dejé el asunto por cerrado.

No le pedí a la periodista una rectificación como esa que publicó el director del diario, supongo lo hizo tratando de contrarrestar la soberbia de su empleada y posiblemente hasta de protegerla y protegerse. Un buen periodista de investigación se lo hubiera preguntado y seguido las migajas hasta llegar a la verdad.

Tampoco quise que la Lic. Ibeyice Pacheco se arrodillara o hiciera penitencia. En ese momento me hubiera conformado con una breve rectificación, dentro de las mismas ocho lineas, pero mencionando que eran pruebas contundentes las que demostraban que las acusaciones eran falsas.

Pudo haber agregado que al ser burlada en su buena fe, presentaba excusas. Algo así era suficiente y como puede apreciarse no pasaba de las 8 líneas que usó para agredirme. Era notorio que tenía todas las pruebas en sus manos pero no humildad para hacer lo correcto.

Lamentablemente para ambos, tuvo que esperar cinco años y estar a puertas de la prisión para verse obligada a leer algo muy parecido; con la misma soberbia de siempre. Solo hay que ver su expresión facial y el tono de voz en su declaración de Febrero del 2006 donde dicen que se disculpó. Sobran los vídeos y sean ustedes los jueces.

Otra verdad irrefutable es que el derecho positivo reafirma que la replica, así sea suficiente y satisfactoria, no sustituye ni exime las responsabilidades civiles o penales que surjan a partir de la expresión que daña.

Siempre será decisión de la víctima exigir esas responsabilidades y eso tampoco es del agrado de los que ejercen el poder mediático.

Próxima entrega: «La fuente militar siguió indignada».

Caracas, 5 de junio del 2024

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular

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