La periodista estrella y las estrellas del coronel (Trigésima cuarta entrega) – por Ángel Alberto Bellorín

Título original: LA PERIODISTA ESTRELLA Y LAS ESTRELLAS DEL CORONEL: HISTORIA DE UN JUICIO INÚTIL. Por Ángel Alberto Bellorín (34ta. entrega).

DISCULPAS LEÍDAS NUNCA OFRECIDAS

Como sinopsis debemos recordar que el día jueves 9 de febrero de 2006, previsto para iniciarse la primera audiencia del segundo juicio, solicité diferirla una vez que Ibéyice Pacheco, con inusitado desgano y como obligada por una fuerza desconocida, cumplió con la lectura del escrito acordado con el «negociador Tamayo».

Ese mismo día el tribunal ordenó como nueva fecha para iniciar juicio el jueves 23 de febrero de 2006. Acto seguido me comprometí con la prensa que al día siguiente informaría sobre mi decisión ante las «excusas» leídas por Ibéyice.

La tarde y noche de ese 9 de febrero luego de ver varias veces el video de las «disculpas» de Ibéyice Pacheco y leer las reseñas de prensa con la noticia, decidí actuar definitivamente para cerrar ese capítulo.

El día viernes 10 de febrero a primera hora asistí nuevamente al tribunal con la única finalidad de cumplir mi palabra de informar sobre mi decisión de finalizar el proceso. Así lo hice y anuncié que utilizaría la facultad procesal prevista en el Código Penal conocida como perdón del ofendido. No fijé fecha ni tiempo alguno, sólo mi compromiso público.

SIN CRITERIO NI VOLUNTAD POR LA VERACIDAD

Al salir de tribunal pude verificar que los grandes medios transmitían la noticia sin los acostumbrados sesudos análisis de los eternos expertos que tantas veces opinaron sobre las irregularidades del juicio y sobre su carácter político.

Como lección de vida sobre la ignorancia pública, aprendí que para quien no quiere ceder, no hay razón alguna que lo haga cambiar de parecer y no se puede argumentar con quién renuncia a la racionalidad conocida.

Era un elemento común en las reseñas mediáticas, que a pesar del reconocimiento público del delito y de los años de engaño mediático, la mayoría de periodistas y opinadores continuaban refiriéndose a una «presunta difamación».

Y aquí tiene validez recordar que en la primera entrega de esta historia dejé constancia de lo que sentí en esa fecha luego de la lectura hecha por Ibéyice Pacheco. (Cito)

«Si en verdad existiera seriedad argumental, la mayoría de una sociedad con crítica racional, hubiese detallado que en el año 2006 el argumento final de aquella «disculpa leída» en rueda de prensa por la persona sentenciada, fue su confesión al mundo de como la periodista de aquel 15 de junio de 2001 incumplió su código de ética y nos hizo perder a todos cinco años.

Este sencillo análisis no lo leí, no lo observé y tampoco escuché en ese momento en ninguno de aquellos agonizantes grandes medios que aún se sentían poderosos en el año 2006. Todos ellos habían sido cómplices de la farsa y después de aquella mediática disculpa continuaron con la farsa.

Muy pocos periodistas, profesionales del derecho y otras personas, se atrevieron a decir o escribir sobre esa luminosa verdad. La «etérea opinión publica», nuevamente tejió su manto de oscuridad y por tal razón también en este caso se debe culpar a ese acostumbrado responsable de los males de Venezuela». (Fin de la cita)

UNA GRATA EXCEPCIÓN HACE LA DIFERENCIA

Sin embargo, en este año 2024 revisando en internet todo sobre el tema, encontré un escrito publicado aquel mismo viernes 10 de febrero de 2006 y que nunca había visto ni leído.

Es lo mejor que se haya publicado sobre esas falsas disculpas de Ibéyice Pacheco. Su analogía me pareció muy didáctica y a esto se agrega que el autor afirma ser de su gremio y haber trabajado con la estrellada periodista.

Su articulo escrito esa fecha, está hecho con una meticulosa precisión de cirujano y sustituye cualquier otra apreciación que pueda describir lo ocurrido y por tal razón lo comparto en esta entrega.

IBÉYICE, EFECTO PIÑANGO Y LA VERDAD

(Ibéyice, efecto Piñango y la verdad. Por José Roberto Duque, Viernes 10/02/2006 02:43 PM)

Hace unos cuantos años peleaba un boxeador venezolano llamado Carlos Piñango; buen peso pluma el muchacho. Una vez, entrevistado para la televisión, tuvo un momento sublime que no podría precisar si fue de candidez o cinismo, pero en todo caso fue inolvidable.

Piñango reveló un «secreto», una insólita táctica utilizada por los peleadores habilidosos cuando sentían que estaban frente a un rival muy superior. Sus palabras fueron más o menos las siguientes:

«Tú le pegas un derechazo en las bolas y le dices exquiusmi (excuse me)».

Eso es filosofía: pides perdón, dices que lo lamentas profundamente… pero el golpe queda allí.

Para mí fue una tremenda revelación; no tardé mucho en darme cuenta de que la táctica de Piñango es aplicable no sólo en el boxeo, sino en todas las actividades en la cuales se debe lidiar con adversarios.

Me cuesta un poco, porque la conozco y aprecio (fui su Jefe de Información en Así es La Noticia), referirme al caso Ibéyise Pacheco como un termómetro bastante preciso de lo que ocurre con el periodismo venezolano desde hace unos pocos años (¿siete, tal vez?).

Pero es inevitable. Ibéyise ha sido conminada a pedirle disculpas públicamente al coronel Ángel Bellorín por haber publicado un chisme o rumor como si fuera una información: dijo que este hombre había falsificado documentos para «inflar» su récord académico, lo cual resultó ser mentira.

Cuando el coronel procedió a demandarla, ella y el sistema de medios privados hicieron lo que ya ustedes saben: decir que la acción contra Ibéyise formaba parte del acoso que el Gobierno le tiene al periodismo y a la libertad de expresión.

Véalo desde esta otra butaca: o ese coronel permitía que una periodista lo difamara, o iba a ser acusado también de formar parte del plan gubernamental para acabar con la libertad de prensa.

Así de arrechos son los periodistas y los medios de este país.

Cuando uno hace periodismo está expuesto a varios riesgos. Uno de ellos es el de dar informaciones falsas o erróneas, y esto puede pasar porque no las confirmamos adecuadamente antes de publicarlas, o porque tenemos mala fe y mentimos a conciencia para fastidiarle la paciencia y la imagen a alguien.

Creo, sinceramente, que a Ibéyise le sucedió lo primero: recibió un dato, lo dio por cierto y lo divulgó sin constatar la veracidad de ese dato. Volverle mierda la carrera a un militar es una tentación muy grande para cierta prensa.

A Ibéyise, entonces, yo no la catalogaría de mentirosa pero sí de negligente A una periodista de su experiencia no deberían sucederle estas cosas, y ya le ha ocurrido dos veces: hace un par de años tuvo que pedirle idénticas disculpas públicas a Alí Rodríguez Araque, por haber dicho en su columna que su hijo andaba en triquiñuelas con la asignación de concesiones para regentar bombas de gasolina.

La persona que le facilitó la «información» no le dijo que el hijo de Alí Rodríguez tenía diez años y que había muerto dos años antes de publicada la calumnia.

A Marianella Salazar le pasó exactamente lo mismo: le dijeron que cierto suboficial activo estaba metido en no sé qué trampas dentro de su fuerza, y a la semana siguiente escribió que la cosa era inexacta; el suboficial acusado no podía haber hecho equis triquiñuela porque estaba muerto.

Ah, pero por la herida tenía que respirar: dijo que ella había sido víctima de una guerra sucia que le tenía montada el Gobierno.

¿No te digo yo?

Los casos de Ibéyise, Marianella Salazar y Alicia La Rotta (la periodista de El Universal que acusó a Jesse Chacón de haber comprado un Reverón en no se cuántos millones, cosa que resultó ser falsa, por lo cual fue despedida del diario) figuran, entre muchos otros, en la lista que organismos como la SIP, el Bloque Venezolano de Prensa y otros clubes de viejos verdes ansiosos de escándalo, catalogan como «ataques y amedrentamientos contra periodistas» por parte del Gobierno de Hugo Chávez. Así va el mundo.

Pero lo más triste, lo preocupante, lo que hace hervir la sangre de rabia e impotencia, es lo que queda en el ambiente, que no es otra cosa sino el Efecto Piñango: dentro de dos semanas ya nadie se acordará de que Ibéyise Pacheco reconoció públicamente haber mentido, y mucha gente seguirá recordando la acusación inicial.

Muchos venezolanos, de esos que ven Globovisión y leen El Universal, seguirán creyendo corrupto e innoble al coronel Bellorín.

Porque el exquiusmi de Ibéyise no es suficiente para curar el patadón por las bolas que representa el ser insultado por el poder más insolente que galopa en estas tierras: el poder comunicacional al servicio del poder económico. (Fin dé la cita)

Caracas, 16 de octubre del 2024

Próxima entrega: «La patada en las bolas»

Coronel Ángel Alberto Bellorín
Abogado Magna Cumlaude
Doctor en Ciencias Jurídicas mención
Derecho Constitucional
Profesor con categoría de Titular

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