Los patilludos de Mérida, por Rodolfo Izaguirre

«¡No le dé la espalda a ningún patilludo porque son traicioneros y lo pueden matar!», me decían una y otra vez las mujeres de mi casa mientras me apretaban la faltriquera con el dinero que exigía el viaje en autobús a la distante Mérida de mi infancia.

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