La primera mitad del siglo XVII vio uno de los programas espaciales más ambiciosos de la historia: los primeros esfuerzos por viajar a la Luna.
¿Te sorprende?
Quizás no tanto si recuerdas que era una época en la que el conocimiento científico avanzaba con una rapidez nunca vista buscando encontrar la manera de como viajar a la luna.
Dos ejemplos son los descubrimientos astronómicos de Galileo, hechos en Italia en 1610 con el recién inventado telescopio, y la descripción en 1628 que hizo el médico de la corona británica, William Harvey, de la circulación sanguínea en seres vivos.
De hecho, toda una gama de invenciones prácticas, incluidos los ya mencionados telescopios, así como también los relojes mecánicos, la pólvora y el compás magnético, estaban alterando radicalmente los límites de la percepción humana y haciendo que la gente se hiciera más y más preguntas sobre el mundo en el que vivían.
Nuevo mundo en el horizonte
Cuando Galileo miró por primera vez a la Luna a través de su telescopio en enero de 1610, se sorprendió al descubrir que parecía ser un «mundo». Y es que, a diferencia de la Luna perceptible a simple vista, con el telescopio fue posible apreciar montañas, continentes y lo que Galileo confundió con mares.
Por su parte, el astrónomo galés contemporáneo William Lower dijo que su telescopio hacía que la Luna se pareciera a una carta marina holandesa, con bahías, islas y ensenadas.
Estos descubrimientos atrajeron la imaginación de los pensadores europeos y, dado que eran tiempos profundamente religiosos, muchos se preguntaron si Dios había hecho de la Luna un mundo como la Tierra.
¿Habría puesto vida inteligente en ella? De ser así, ¿podríamos comunicarnos con esos seres?
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