Venezuela: Rumbo a la recuperación del Esequibo (6ta entrega)

(Continuación)

En el contexto de los Fundamentos para lograr el entendimiento requerido sobre el litigio del espacio geográfico integral venezolano, cuyo tema inicial fue enfocado en principio desde el artículo anterior en el marco del Territorio Político como parte del ámbito geográfico, es necesario agregar también a la Territorialidad e integridad territorial.

La percepción espacial es un tema relativamente incomprensible, porque resulta a menudo difícil para algunos ciudadanos expresar sus sentimientos, sus actitudes o ideas, a propósito de su percepción del mundo que les rodea, y es más difícil aún evaluar estas incertidumbres. Es por ello, que surge la interrogante sobre el conocimiento de posesión de ideas sólidas sobre los límites exactos de su propia ciudad o de su propia provincia. En este sentido, he tomado como referencia lo expresado por Sanguin (1981), quien ha manifestado la diferencia entre esta percepción espacial y lo que realmente abarca la territorialidad: …el ciudadano del territorio político se atiene a su modelo del entorno espacial, el cual implica nociones de distancia, de dirección, de forma y accesibilidad. La percepción espacial es de las dimensiones del complejo de imágenes que el hombre hace sobre el mundo que le
rodea; este complejo de imágenes es el campo perceptual. Este último se ve afectado por diversas variables: el condicionamiento cultural, el medio social, las actitudes políticas y las motivaciones ideológicas. (p.44) (el subrayado es nuestro)

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Como consecuencia de la percepción espacial, la territorialidad constituye uno de los elementos principales en el conocimiento del territorio político. Se define como “…un tipo de comportamiento mediante el cual el espacio vital resulta fragmentado en varios territorios más o menos definidos, cuyos límites están considerados como inviolables” (ibidem, p.45). La territorialidad es la respuesta de los sentidos a los estímulos externos, y es igualmente la actividad intencionada en la cual ciertos fenómenos son claramente anotados, mientras que otros se difuminan en las sombras o son decididamente rechazados. “Es oposición cultural con relación al mundo; tiene
estabilidad mayor que la percepción espacial, dado que está formada por percepciones de larga serie, es decir por experiencia”. (ibidem, p.45)

La territorialidad implica igualmente determinada firmeza de interés y de valor; es en parte personal, pero ampliamente societal. Se distingue por el vínculo afectivo que crea entre un pueblo o grupo de habitantes y el entorno material. La integridad territorial es la consecuencia política más inmediata a la territorialidad.

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En el caso de las colonias, los gobiernos políticos ulteriores lo fundamentaron en el territorio y la propiedad; era el Estado. Esta es transmitida por la enseñanza de la geografía, de la historia y de la instrucción cívica. El sistema escolar concentra esta enseñanza en imagen nacional centrípeta. Sanguin (1981), se expresa sobre la territorialidad: “…sean cuales sean las instituciones, las creencias o las leyes, la territorialidad posee para el ciudadano un profundo sentido de estabilidad y permanencia. Es el sentimiento de pertenencia. Entre la conciencia regional, espontánea vivida, y la región voluntaria y objetiva, la separación sigue siendo a menudo grande en la mentalidad de los individuos. El concepto de sentimiento de pertenencia compartido por todo un pueblo es un potente apoyo para un sistema político. Un politólogo como Deustch ha identificado incluso los procesos que favorecen este sentimiento: el desarrollo de los sistemas de comunicación societal, el despertar de la solidaridad étnica y la aceptación de símbolos comunes” (p.48) (el subrayado es nuestro).

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En otras palabras, los tres pilares fundamentales de la territorialidad son el sentido de la identidad espacial, el sentido de la exclusividad (dicotomía autóctono-extranjero), y las características de la interacción humana en el espacio. Como resultado de la relación entre las fuerzas societales y el paisaje, la territorialidad desemboca en un sentido colectivo de apego a un espacio dado. La historia forma por su parte la base más emocional de la territorialidad, dado que significa memoria, y la historia de los territorios políticos más maduros constituye el núcleo central de su auto identidad. El término patria (tierra de los padres) incluye a la vez prioridad y duración, al tiempo que expresa el estadio culminante de la simbiosis hombre-territorio. Cuando la memoria nacional se ha vuelto intensa, cuando ha desarrollado cierta creencia en la inmutabilidad, la simbiosis hombre-territorio llega en  este momento a ser completa.

Finalmente, una estructura cruciforme (verticalidad y horizontal) comprende el concepto de territorialidad. “La integridad territorial forma la dimensión horizontal por la limitación de un espacio percibido como propiedad en sí; la historia forma la dimensión vertical por la extensión de los vínculos en el tiempo y la creación de un sentido de inmutabilidad” (ibidem, p.50).

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En otras palabras, los tres pilares fundamentales de la territorialidad son el sentido de la identidad espacial, el sentido de la exclusividad (dicotomía autóctono-extranjero), y las características de la interacción humana en el espacio. Como resultado de la relación entre las fuerzas societales y el paisaje, la territorialidad desemboca en un sentido colectivo de apego a un espacio dado. La historia forma por su parte la base más emocional de la territorialidad, dado que significa memoria, y la historia de los territorios políticos más maduros constituye el núcleo central de su auto identidad. El término patria (tierra de los padres) incluye a la vez prioridad y duración, al tiempo que expresa el estadio culminante de la simbiosis hombre-territorio. Cuando la memoria nacional se ha vuelto intensa, cuando ha desarrollado cierta creencia en la inmutabilidad, la simbiosis hombre-territorio llega en  este momento a ser completa.

Finalmente, una estructura cruciforme (verticalidad y horizontal) comprende el concepto de territorialidad. “La integridad territorial forma la dimensión horizontal por la limitación de un espacio percibido como propiedad en sí; la historia forma la dimensión vertical por la extensión de los vínculos en el tiempo y la creación de un sentido de inmutabilidad” (ibidem, p.50).

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El corolario práctico de la integridad territorial, es la existencia de fronteras internacionalmente reconocidas que definen los límites territoriales del haz de competencias en que se concreta el ejercicio de la soberanía del  Estado. Cuando la delimitación es imprecisa por uno o varios Estados vecinos, al no existir los correspondientes tratados internacionales de límites, los incidentes fronterizos, terrestres, marítimos o aéreos enturbian las relaciones de buena vecindad con mayor o menor intensidad según la gravedad, tal como lo hemos venido viviendo los venezolanos desde la nefasta Sentencia del Laudo de París de 1.897.

Tomando en consideración lo anteriormente expresado, podríamos extender nuestras reflexiones en este artículo en cuanto al tema que nos concierne sobre la recuperación integral del Territorio Esequibo, midiendo nuestra
realidad sobre el conocimiento y sensibilidad que tienen actualmente los venezolanos sobre la problemática existente en nuestra frontera oriental, al igual que el verdadero sentido de pertenencia puesto en práctica  históricamente, cuando la situación nos ha demostrado que hemos tenido severas fallas sobre este particular, y sin embargo, aún hoy en día, podemos tomar las riendas necesarias para reparar el daño que se nos ha hecho, puesto que el poder estructural tiene la balanza a nuestro favor, si este es manejado adecuadamente, comenzando por fortalecer y consolidar nuestra integridad territorial, tal como lo establece nuestra Constitución.

 

 

José Chachati Ata

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