#AndrésEloyEnCuradas por Jeanette Ortega: La hilandera

Rescatar nuestra esencia, lo que somos: alegría de vivir y cultura. Por eso en Curadas rendimos tributo a Andrés Eloy Blanco, uno de los más insignes poetas de Venezuela. Celebramos la inmortalidad de este sabio recordando su obra poética, que desarrolló junto a su quehacer político y humanista.

La periodista y escritora Jeanette Ortega se sumó a este homenaje que impulsó el poeta y abogado Jesús Peñalver para conmemorar los 66 años de la temprana muerte de nuestro Andrés Eloy Blanco. ¡Gracias!

Dijo el hombre a la Hilandera:

a la puerta de su casa:

—Hilandera, estoy cansado,

dejé la piel en las zarzas,

tengo sangradas las manos,

tengo sangradas las plantas,

en cada piedra caliente

dejé un retazo del alma,

tengo hambre, tengo fiebre,

tengo sed…, la vida es mala…

y contestó la hilandera:

—Pasa.

Dijo el hombre a la hilandera

en el patio de su casa:

—Hilandera estoy cansado,

tengo sed, la vida es mala;

ya no me queda una senda

donde no encuentre una zarza.

Hila una venda, hilandera,

hila una venda tan larga

que no te quede más lino;

ponme la venda en la cara,

cúbreme tanto los ojos

que ya no pueda ver nada,

que no se vea en la noche

ni un rayo de vida mala.

Y contestó la hilandera:

—Aguarda.

Hiló tanto la hilandera

que las manos le sangraban.

Y se pintaba de sangre

la larga venda que hilaba.

Ya no le quedó más lino

y la venda roja y blanca

puso en los ojos del hombre,

que ya no pudo ver nada…

Pero, después de unos días,

el hombre le preguntaba:

—¿Dónde te fuiste, hilandera,

que ni siquiera me hablas?

¿Qué hacías en estos días,

qué hacías y dónde estabas?

Y contestó la hilandera:

—Hilaba.

Y un día vio la hilandera

que el hombre ciego lloraba;

ya estaba la espesa venda

atravesada de lágrimas,

una gota cristalina

de cada ojo manaba.

Y el hombre dijo:

—Hilandera,

¡te estoy mirando a la cara!

¡Qué bien se ve todo el mundo

por el cristal de las lágrimas!

Los caminos están frescos,

los campos verdes de agua;

hay un iris en las cosas,

que me las llena de gracia.

La vida es buena, hilandera,

la vida no tiene zarzas;

¡quítame la larga venda

que me pusiste en la cara!

Y ella le quitó la venda

y la hilandera lloraba

y se estuvieron mirando

por el cristal de las lágrimas

y el amor, entre sus ojos,

hilaba…

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