“El humor no puede existir
del lado de los poderosos,
los carceleros o los ejecutores
cotidianos de la estupidez”.
Adriano González León
El humorismo ha sido un elemento clave en la formación de la personalidad del pueblo venezolano, el cual en circunstancias difíciles suele reaccionar con expresiones festivas que le permiten sobreponerse. El humorismo, suerte de “aptitud especial del intelecto y del espíritu” como lo definía Hegel, ha tenido en Venezuela una historia rica en creadores y obras, reveladora tanto de la aceptación y ascendencia de los humoristas en el seno de densos sectores sociales, como de sus peripecias para burlar con inteligencia la censura de las dictaduras y la intolerancia de más de un gobernante democrático cerrado a la frescura de la risa.
El humorista no puede callar y habla cuando los demás guardan silencio, como habló Chaplin en El Gran Dictador. Pero no hablar por hablar, y mucho menos pretender hacer reír y cobrar por ello, recurriendo al chiste fácil o a la burla. Quien pretenda ser humorista debe, necesariamente, entender la definición que del humor nos ofrece Claudio Nazoa: «El verdadero humor, es crítico, agudo, ácido, transgresor, filosófico. Lo que nunca debe ser es soez; puede ser grosero sin ser procaz, debe cuestionar al injusto y al poderoso y nunca bajo ninguna circunstancia debe ser irrespetuoso, ni una burla al indefenso».
A nuestro humorismo, el venezolano, desde siempre esencialmente político, lo ha acompañado o le ha salido al paso en muchos casos, el execrable mal de la censura, que se presenta cuando la barbarie percibe temerosa los avances del talento, y se hace sentir en sus diversas formas que van desde la confiscación de ediciones, la clausura temporal o definitiva de publicaciones y los allanamientos con destrucción de imprentas, hasta la encarcelación de escritores y dibujantes humorísticos; y el camino que ha recorrido ha incluido sortear incomprensiones, intolerancia, ignorancia, prepotencia o abusos, de parte de más de un gobernante.
Es sabido que, si a algo temen los autócratas ensoberbecidos, es a la inteligencia de los humoristas traducida en la agudeza de una frase lapidaria, la acertada caricatura que los desnuda, o la parodia escénica que les deshace la parafernalia, reduciéndolos a objetos risibles.
Hay muchos motivos para reírse, hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato y hay muchos motivos para celebrar la inteligencia, la sonrisa, la imaginación y la sutileza de nuestras palabras. Dijo bien Marcos Mundstock, cofundador del célebre grupo Les Luthiers, cuando afirmó: “El ejercicio del
humorismo, profesional o doméstico, más refinado o más burdo, oral, escrito o mímico, dibujado… mejora la vida, permite contemplar las cosas de una manera distinta…, lúdica, pero sobre todo lúcida…, a la cual no llegan otros mecanismos de la razón”.
Al momento de escribir esta nota, considero ocasión propicia para compartir con ustedes la anécdota que sigue del poeta y humorista Andrés Eloy Blanco, entonces en labores políticas en favor de la República, nada y nada menos que presidiendo la Asamblea Nacional Constituyente.
Corría el mes de abril de 1947 y Andrés Eloy Blanco era presidente de la Cámara, dejo encargado por un momento al diputado Augusto Malave Villalba, quien sufría de lambdacismo y por eso cambió una ere por una ele. Se va a “abril”–dijo.
Otro diputado que estaba muy pendiente, le reprochó el error de dicción. Andrés Eloy subía los escalones del estrado y oyó el reproche. Al sentarse en la presidencia, habló emocionado: “EL COMPAÑERO Malavé se levantó esta mañana contento. ¡Y se sintió poeta! Y se hizo la resolución de comunicárselo a sus compañeros de cámara. Y es así como al comenzar la sesión, les ha dicho “Se va abril” y viene mayo, con sus lluvias y sus flores…yo le agradezco al compañero el apunte”. Seguidamente y agitando la campañilla,
dijo con gran solemnidad: “-Se va abril”. Y hubo entonces un silencio magnifico en la cámara.
¿Se dan cuenta? El humor nunca bajo ninguna circunstancia debe ser irrespetuoso, ni una burla al indefenso; hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato; que este no puede existir del lado de los ejecutores cotidianos de la estupidez.
Las palabras se hicieron para decirlas, incluso en forma de verbos, y a eso voy gracias a la generosidad de gente buena que me brinda el espacio. Escribir, incluso humor, pues quien usa la palabra para levantar sus ideales, sin codos ni violencia, sin siembra ni sombra de odio ni venganza, sino como bandera limpia y en alto, quizá logre algún noble propósito, convencer al dubitativo, orientar el rumbo del desviado o tal vez a enderezar el curso del embriagado barco.
Curadas / Vía Jesús Peñalver
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Totalmente de acuerdo. Basta ya de humoristas burdos como Harris y Markosmusica