Ditirambo la alabanza exagerada – por Rodolfo Izaguirre

¡SOY LA PUERTA, SOY EL PAÍS!

Es muy venezolano que nos dediquemos a ensalzar a nuestros compatriotas. Se llama ditirambo la alabanza exagerada y nuestro país está lleno de encomios excesivos; alguna loa encontraría lugar en una estupenda Antología de los encumbramientos. 

El sujeto que afirmó que el gran poeta de este país se llama Hugo Chávez, debería estar desnudo y amarrado a un poste de luz llevando sol y latas de agua o internado en alguna desamparada colonia psiquiátrica como la de Anare para que termine de enloquecer. Lo que asombra y desconcierta no es que alguien fuera de sí afirme que Chávez sea el mejor poeta del país sino que el propio Chávez lo crea y nombre Embajador a quien lo dice y sostiene.

Un  vibrante ditirambo tiene que ver con Cipriano Castro (una alabanza más opulenta que el insignificante aspecto físico de El Cabito) porque alguien descarada y desvergonzadamente lo consagró como nuevo “Héroe de las Termópilas” sin saber si Cipriano sabía qué eran las Termópilas porque “desatendió la educación formal”, afirma Elías Pino Iturrieta, “para iniciarse en el conocimiento de los postulados del movimiento liberal colombiano” y alternó, digo yo, su encolerizada actitud patriótica contra “la planta insolente del extranjero” no con drogas porque entonces no se traficaba masivamente con ellas sino con permanentes francachelas de amigotes, brandy y chicas de alterne. Un vida escandalosa que su taciturno compadre Juan Vicente puso fin alejándolo traicioneramente del poder.        

Son muchos los ditirambos o interesados mensajes dirigidos a los caudillos civiles o militares que se han sucedido unos a otros a lo largo de nuestra absurda y lacerada historia política. A menudo se trata de abogados, pero militares de muy alta condecoración, altaneros y mandones: “¿Qué hora es? pregunta el General con voz de mando. ”Las que usted quiera, mi General”, responde con sonrisas el chupa medias. 

Mi papá, Coronel por obra y gracia del General Gómez contaba que al Benemérito no le disgustaba para nada el sofocante calor de Maracay, pero le molestaba que alguien se quejara  y uno de los adulantes para subrayar que en efecto no hacía calor en Maracay se encasquetaba un abrigo de invierno.

¡Gómez lo odiaba!

El historiador Manuel Caballero encontró en los Archivos de Miraflores centenares de telegramas dirigidos a Juan Vicente Gómez por gente que pedía ayuda, aullidos menesterosos envueltos en zalamerías y alabanzas exageradas. Pero se topó con uno que nada pedía ni adulaba, solo felicitaba al General. ¡Algo inusitado y desconcertante! Era un telegrama del merideño Manuel Lobo, padre de Belén, mi mujer.

Lambucios los hay en todo tiempo y lugar ocupados en glorificar al poder cualquiera que sea, político o no; ganado o tomado por asalto, !da igual! Pero de la misma manera nos deleitamos haciendo lo contrario. Denigramos, desfavorecemos al triunfador, al que se eleva así sea un tanto de su nivel y sembramos dudas, ironizamos, tratamos de  aplastarlo, desacreditarlo.

Basta recordar un caso que siempre me ha disgustado y enervado porque evidenció la existencia de almas malsanas y perversas: reducir a un científico de justificada y reconocida trayectoria como Fernández Morán a la condición siempre repudiable e insidiosa de Brujo, el Brujo de Pipe, reconocido lugar de actividades científicas, solo porque aceptó ser durante una semana agradecido Ministro de Educación cuando Pérez Jiménez, su protector, ya huía del país abandonando una maleta llena de dinero sucio que nunca se supo a cuáles manos democráticas fue a parar.

¡Me mantengo y sostengo todo lo contrario! Los éxitos y la gloria que tocan a la puerta de mi vecino también tocan a la puerta de mi casa porque soy tan digno y humano como él, tan dispuesto a la gloria y a la celebridad como él, porque al creer en él creo en mí y en el país. 

He terminado por aceptar que el horizonte es solo una línea lejana en apariencia. Día a día, cada vez más, se acerca a nosotros. Aprendí con Milnovecientos (MCM), que somos el verdadero país que también anhela que la celebridad toque a su puerta.

“Seré la puerta de tu casa” es el título del amoroso  libro de poemas que Jesús Peñalver editará y pondrá algún día en mis manos porque hay amor tanto al frente como dentro de la casa y me acerco a ella sin doble intención, sin asomo de perversidad y siento que quienes viven en ella se alegran porque la gloria les tocó la puerta y ha sido como si tocara las de mi casa.  

Y quienes allí viven ríen y se celebran a sí mismos, como acostumbraba Walt Whitman, y al hacerlo frente al espejo debajo de la lámpara que cuelga del techo, me están mirando, saben que yo también me estoy celebrando porque siento que cada aroma y sonido de su alegría me pertenecen porque yo soy el país que ellos son.

Rodolfo Izaguirre

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